Carlos Mugiro. Director del festival “Punto de Vista” y cineasta: Las películas que están llamadas a escribir la historia del cine ya no llegan al espectador

2009-01-23

AGOTE, Gontzal

El festival Punto de Vista de Pamplona llega a su quinta edición, una apuesta arriesgada e innovadora que trata de hacer llegar a los espectadores más curiosos e inquietos ese cine de no ficción que no llega a las salas comerciales, ese cine denominado invisible. Detrás de Punto de Vista está desde sus inicios Carlos Mugiro, un apasionado del cine que lo disfruta en múltiples facetas, como programador, como guionista o como espectador. Del arte cinematográfico, de su convulso presente y de su incierto futuro hemos hablado con él.

El festival Punto de vista llega este año a su quinta edición. En unos tiempos en los que abundan los festivales cinematográficos, ¿cuáles son las principales señas de identidad de este festival?

En primer lugar hay que destacar que Punto de Vista tiene una figura de referencia, que para nosotros es como un santo patrón laico, que es Jean Vigo. Es un cineasta que, entre otras muchas cosas, habló de la importancia de la mirada y la importancia del punto de vista, de ahí coge su nombre el Festival. Siguiendo la estela de Jean Vigo, el festival presenta ese cine que se denomina de no ficción, ese cine que nadie sabe definir qué es exactamente, porque el término documental probablemente se queda corto.

Es un festival que presenta al espectador el cine que normalmente no ve, que no llega a las salas o las pantallas de televisión, el llamado cine invisible. Pero es un cine en el que se están fraguando las cosas más importantes del cine del mañana, donde están trabajando los cineastas más rompedores, más novedosos, más heterodoxos.

A veces parece que los festivales tienen el peligro de ser endogámicos y convertirse en reducto exclusivo para gente de festivales. ¿Una apuesta tan arriesgada como ésta conecta con el público de una ciudad como Pamplona?

Hay una especie de público de festivales, eso es así. Los festivales generan una especie de ansiedad y generan un tipo de espectador distinto. Hay gente que va a festivales y luego no va regularmente a las salas. Es verdad que también Punto de Vista tiene ese tipo de espectador especializado, pero junto a él también participa mucha gente de aquí. Nosotros intentamos que ir al cine no sea ver sólo una película, intentamos que haya su hoja informativa, que esté presente el director, y que haya un debate. Eso es algo que el espectador agradece. Un festival tiene que tener un componente pedagógico, de educar la mirada, y también un afán retrospectivo-histórico. Es decir, mostrar obras de la historia del cine que habitualmente no son accesibles. Obviamente, el nuestro no es un festival de alfombra roja, se intenta ganar espectadores de aquí día a día, pero un festival que no arraigue en el sitio en el que se ha fundado no tiene ningún sentido, es fundamental el arraigo en la ciudad.

También es innegable que los festivales de cine, especialmente los especializados, crean una sensación de oasis durante un corto espacio de tiempo; el resto del año es el desierto. ¿Ve necesaria una serie de estructuras que posibiliten la permanencia del trabajo realizado durante el festival?

Un festival es un evento cultural muy específico, es como una explosión que dura 8 días, que es inabarcable, porque se juega con la idea de que sea una especie de laberinto. Sería una especie de espacio mental, que te lleva de una película a otra durante unos días; luego se desmonta la carpa. Obviamente lo ideal sería que hubiese una programación regular, incluso que hubiera un archivo de los materiales que se ven en Punto de Vista, y que éstos se pudieran ver a lo largo del año. En algunos festivales pasa, como en el de Yamagata, que es una ciudad parecida a Pamplona y que es una referencia para nosotros; ellos tienen una oficina permanente durante todo el año. Yo supongo que el día que se ponga en marcha la filmoteca y haya una sala de visionado y unos archivos accesibles, debería haber un vínculo permanente con Punto de Vista.

Precisamente, la Filmoteca de Navarra es un proyecto que se va a hacer realidad en dos o tres años. ¿Qué funciones debería tener esa filmoteca?

Una filmoteca son dos cosas. En primer lugar un espacio para recuperar, restaurar y guardar el patrimonio audiovisual, el cinematográfico habitualmente. No se si no llegamos tarde a esto, porque la película, el soporte fotoquímico, es un material que se autodestruye periódicamente; tiene una caducidad, una vida muy breve. Los materiales realizados por aficionados o películas familiares, que en principio no tienen un gran valor artístico, tienen un valor de memoria y patrimonio cinematográfico fundamental. Una filmoteca tiene el encargo de preservar estos materiales que forman parte de la memoria del siglo XX.

Luego estaría la parte de programación, que es un lugar de reunión para poder ver aquello que habitualmente no es accesible, que el cine sea algo vivo. Programar es también una forma de montaje, porque se establecen relaciones entre películas. Programar tiene una función también creativa, se trata de buscar relaciones y vínculos entre las películas, porque las películas acaban hablando entre sí. Yo creo que esas son las dos funciones básicas de una cinemateca, y creo que eso se debería cumplir la Filmoteca Navarra, además de la función de investigación, que sería la tercera pata principal.

Vivimos tiempos convulsos para el arte cinematográfico. Los apocalípticos auguran la enésima muerte del cine y los optimistas consideran que es una época en que las nuevas formas de exhibición y distribución permiten el acceso casi ilimitado a las obras. ¿Como ve la situación actual?

Sobre esto se ha escrito mucho y es difícil condensar este tema. Lo que es cierto es que la imagen cinematográfica ya no ocupa ese lugar central que ocupaba hasta ahora, como un lugar de conocimiento de acceso al mundo. Ahora hay muchas pantallas; se habla ya de la cuarta pantalla, junto a la del cine está la del televisor, están la de los ordenadores, y ahora la de los móviles. Lo que es la imagen cinematográfica como referente de lo que era la imagen, con su poder de atracción de miles de millones de miradas cada fin de semana en todo el mundo, eso se ha perdido.

A esa pérdida de referencialidad del cine se suman nuevas formas de acceder a él. Esto provoca un gran desconcierto en el espectador contemporáneo...

Asistimos a una revolución tecnológica que nos pone delante esa cosa que se llama el audiovisual, que no se sabe muy bien qué es. Desde luego, no es el cine. Quizá lo más llamativo, desde el punto de vista del arte cinematográfico, es que antes las películas que escribían la historia del cine eran las películas que estaban en las cartelera: Hitchcock, Ford, Bergman... Esas películas que veía el espectador eran las que escribían la historia del cine. Ahora sin embargo, las películas clave de lo que es el arte cinematográfico normalmente no llegan al espectador normal. Existen grandes y hermosísimas películas que no se estrenan en los cines. Algo está pasando, las películas que están llamadas a escribir la historia del cine ya no llegan al espectador. Y la cuestión no es tan sencilla como decir que es una elite de críticos que son los que ven esas películas, es una cuestión mucho más compleja.

Por lo tanto, ¿estamos ante un profundo cambio en la forma de entender el arte cinematográfico?

El cine ha muerto como imagen referencial; como la imagen principal de acceso al conocimiento, al mundo; como generador de imaginería cultural, iconográfica; como valor sentimental, incluso. Creo que todo eso ya no existe. Ese cine murió, ya no existe y creo que ahora estamos en otro terreno, que no se sabe muy bien qué es, pero que es algo distinto. Yo no tengo claro hacia donde va, lo que sí se es que es un momento decisivo en el arte cinematográfico, se están produciendo movimientos de todo tipo. En inglés hay tres palabras que reflejan muy bien ese cambio: “film”, “movies” y “cinema”. La primera se refiere al soporte físico, y ese ya está prácticamente acabado. La segunda, es la de “movies”, “go to the movies”, ir a ver las películas, a las salas, ese concepto también está extinguido. Y el último es el cine como gran arte cinematográfico, que es el único que subsiste. En algún momento convivieron las tres, pero ya no: ahora la mayoría de películas se ven en casa, en un soporte que no es físico, el digital, y en muchos casos esas películas poco tienen que ver con el arte cinematográfico. Son tres cosas distintas y hay que ver qué dirección está tomando cada una de ellas, porque son cuestiones complejas. Carlos Mugiro (Elizondo, 1966) Estudió Ciencias de la Información en Pamplona, pero su pasión era otra; quería estudiar cine. Cuando Pilar Miró consiguió montar la escuela oficial de cine, la ECAM, formó parte de la primera promoción, a partir del año 95. Estudio dirección y tuvo unos tutores de lujo: Victor Erice, Montxo Armendáriz y Mario Camus, “una experiencia inolvidable”. Acabados los estudios de dirección, tuvo la oportunidad de dar clases en la escuela de San Antonio de los Baños en Cuba, de la mano del director Mariano Barroso. “Una experiencia muy interesante, porque es una escuela de referencia”. En esa escuela creada por Gabriel García Márquez trabajó durante los años 1998 y 1999. Posteriormente trabajó en la productora de Montxo Armendáriz para la película “Silencio Roto”. También trabajó con Elías Querejeta en el documental “Goodbye, America”, una historia sobre el abuelo de la familia Monster. En el año 2004 comenzó a trabajar en el diseño del nuevo festival Punto de Vista, que se puso en marcha al año siguiente. Esta ha sido su actividad principal durante los últimos años, pero no la única. En la actualidad da clases de documental en la ECAM, “es volver a la escuela, aunque de otra manera”. Además ha trabajado como guionista en varios documentales: “La guerrilla de la memoria”, “Los ojos de Ariana”... “Ahora acabó de escribir un corto sobre Hemingway y los Sanfermines”. Una de sus actividades predilectas es la de programador. “Me gusta mucho el cine soviético y de los países de Europa del Este. A raíz de mi estancia en Cuba tuve acceso a archivos fantásticos de la Europa del Este; ahí descubrí la obra de Sokurov y demás”. Durante año y medio programó en la Casa Encendida de Madrid, dentro del proyecto “Ver sin Vertov”, la historia del cine documental de esos países, desde la muerte de Dziga Vertov en 1954 hasta 2005. “Toda la historia del cine documental de 50 años que no conocíamos, un trabajo completísimo con el que disfruté mucho”. En un futuro, Mugiro no descarta la idea de hacer la tesis sobre ese tema. A la hora de citar sus referencias principales, obviamente mira hacia el este de Europa. Cita a Andrei Tarkovski, “en el 89 se hizo un ciclo en Pamplona y pude conocer a su viuda y sus hijos” y a Otar Iosseliani. Pero no se olvida del cine francés; Jean Epstein y Jean Vigo, ni de Víctor Erice. En cuanto a cineastas más actuales, nombra a Mercedes Álvarez, “El cielo gira”, a Albert Serra o a Raymond Depardon.
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