Es Vd. profesora de Antropología Física en la UPV-EHU. La antropología física estudia las poblaciones humanas y su transformación en el tiempo. Un tiempo que, en comparación con otros seres vivos, es como si hubiéramos aparecido ayer. ¿No es así?
La Antropología Física tiene como principal objetivo reconstruir la historia evolutiva humana, para lo cual estudia la variabilidad de las poblaciones humanas en el espacio y en el tiempo, intenta comprender las causas y el mantenimiento de dicha variabilidad, y analiza la diversidad desde el nivel morfológico al molecular, dentro del contexto de la interacción de la biología con el ambiente.
En efecto, nuestra especie, Homo sapiens, no es muy antigua en el tiempo geológico. En promedio podemos hablar de unos 150.000 años, si bien el camino evolutivo de los Homínidos ha sido más largo, quizá de unos 7 millones de años (según los datos actuales). Si nos remontamos al Orden de los Primates, al que pertenecemos, nos remontaríamos ya a unos 50-55 millones de años (Eoceno), como otras líneas mamíferas.
Aunque parece poco tiempo de evolución biológica, la velocidad de cambio evolutivo ha podido ser diferente de las de otros seres vivos y, además, en los seres humanos, hay que tener en cuenta otra evolución: la cultural, que es sumamente rápida y se transmite por vías “no ADN”, por lo que puede difundirse a gran velocidad (no es necesario que transcurra una generación en el sentido reproductor). La “herencia cultural” nos ha permitido crear nuestro propio “medio” e incluso orientar en parte nuestra propia evolución.
Ciento cincuenta mil años de evolución como humanos, y ¡vaya capacidad para montar espectáculo!
Una capacidad terrible. Nuestra especie es particular, con una evolución biológica, donde una simple mutación ha producido, por ejemplo, la capacidad para el lenguaje, algo muy reciente todo ello. Esas capacidades han hecho que el ser humano haya dejado de evolucionar biológicamente y lo haga de manera cultural, a una gran velocidad. 150.000 años no son nada... pero los avances cultural, social y tecnológico han sido mucho más rápidos, no transmitiéndose por vía ADN sino por la tradición oral, escrita etc. Y las generaciones son muy cortas, de 25-30 años de media, y hoy en día se pueden transmitir conocimientos en su sólo segundo.
La suya también es una disciplina joven, o por lo menos su aplicación con metodología actual, permite desmontar algunas falsas creencias en relación con razas etc. ¿Ando bien?
La Antropología Física (o Biológica como se la comenzó a denominar después de la Segunda guerra Mundial, para poner de relieve el cambio de paradigma de esta Ciencia después de la guerra; es decir, el estudio de los seres humanos basado en la Teoría de la evolución, la Genética y la Ecología de las poblaciones humanas), es una disciplina relativamente joven, y no aparece configurada como ciencia independiente hasta el siglo XX, al igual que otras Ciencias Biológicas. Sin embargo, los antecedentes históricos de la Antropología pueden rastrearse desde la antiggüedad, ya que siempre ha existido un gran interés por el conocimiento de los aspectos biológicos de los grupos humanos.
Desde luego, los métodos actuales de análisis (sobre todo los genéticos) desmontan claramente el concepto de raza aplicado a nuestra especie, pues no tiene ningún sentido biológico. En todas las poblaciones humanas hay variabilidad genética y ésta es mayor dentro de una misma población que entre poblaciones. Este hecho es fundamental en Antropología.
El concepto de “raza” que tiene el gran público se ha basado principalmente en un carácter, el color de la piel, que presenta una distribución geográfica muy particular, y que posiblemente es el resultado de la selección natural, es decir, de una adaptación al ambiente por diferentes presiones evolutivas que incluyen desde la fotoprotección a su relación con el sistema inmunitario. Podemos encontrar poblaciones de piel oscura que han evolucionado bajo presiones similares (p.e. intensa radiación solar) y se han adaptado de la misma forma, desarrollando pieles muy pigmentadas, pero que nada tienen que ver en otros aspectos biológicos (ni siquiera culturales): por ejemplo las poblaciones de la India o las poblaciones del áfrica central.
El concepto de raza es más una construcción sociocultural que biológica, y es un concepto totalmente arbitrario. En el lenguaje corriente, el término “raza” se utiliza todavía para designar a grupos sociológicos, sin que se corresponda con ningún significado biológico. Los hindúes son considerados blancos en EE.UU., pero “de color” en Gran Bretaña (al igual que los chinos, pakistaníes y malayos).
No pensemos, sin embargo, que el hecho de saber que la raza es un “mito” eliminará automáticamente el racismo.
La profesora Esther Rebato lleva años enseñando antropología física en la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) y es especialista en temas alimenticios de colectivos humanos.
Una cuestión que de vez en cuando me hace pensar: en el estudio de las poblaciones, hace algunas décadas era básico el estado de sus huesos (cráneo...). Luego viene el grupo sanguíneo y el factor Rh, que trastorna un poco lo anteriormente descrito. Por último apareció el ADN y revoluciona y pone patas arriba todo lo anterior. ¿Es definitivo este aspecto?
Realmente muchos estudios poblacionales basados por ejemplo en el análisis de restos óseos, o de polimorfismos genéticos, como los grupos sanguíneos, incluido el “factor Rh”, se han reinterpretado a la luz de los nuevos datos que han aportado los estudios moleculares, es decir, del ADN. Pero hay que decir que la posibilidad de acceder al ADN también ha permitido confirmar aspectos basados en datos fenotípicos. Es decir, no siempre se han trastocado las ideas, los conceptos y las interpretaciones anteriores, sino que, en algunos casos, se han enriquecido. Es cierto que no siempre es fácil “casar” los datos obtenidos a partir de los análisis morfológicos con los datos genéticos y a veces, pueden parecer contradictorios, pero no siempre es así.
Hasta hace algunos años, las técnicas de análisis de polimorfismos genéticos sólo nos permitían observar los “fenotipos” (es decir, la expresión final de los genes). Ahora podemos ir más allá y estudiar no sólo el ADN codificante (el que codifica las proteínas), sino el ADN no codificante, que puede estar implicando aspectos tan importantes como la expresión diferencial de los genes y es muy variable.
Respecto a los estudios sobre material esquelético siguen siendo de gran importancia, porque son las únicas evidencias con las que contamos para reconstruir nuestra filogenia, pero ahora hay nuevas técnicas de análisis de los restos óseos (p.e. de imagen), y también se puede recuperar el ADN de restos de cierta antiggüedad, lo que nos permite observar la variabilidad genética de las poblaciones del pasado.
Sobre si las técnicas moleculares y los estudios de ADN serán definitivos, no se si hay algo definitivo en ciencia, al menos en Antropología. Aún falta mucho por conocer sobre nuestra evolución pasada y sobre la biología de las poblaciones actuales, pero no cabe duda de que los estudios basados en el ADN han supuesto un gran avance en el conocimiento filogenético de nuestra especie y en la explicación de su diversidad.
Haciendo abstracción de lo que se sabe actualmente, si dentro de cien años hicieran un estudio sobre los restos encontrados de la población vasca —por ceñirnos a nuestro suelo— los datos resultantes podrían ser curiosos ¿no? Tendría algo que ver el hipotético ADN de Lezetxiki con el que se pudiera encontrar en un cementerio de Bilbao de fines de este siglo?
El yacimiento de Lezetxiki cuyo resto más emblemático es el famoso “húmero” tiene muchos niveles de sedimentos. El ADN de este húmero no ha arrojado resultados concluyentes y se duda incluso del sexo (se suele hablar de un húmero femenino, pre-musteriense).
Parece que, por otras evidencias asociadas, podría tratarse de Homo heildebergensis en estadíos finales o bien de Homo neandertalensis. Si aceptamos que estas dos paleoespecies no están en la línea evolutiva de Homo sapiens (como parecen demostrar las evidencias actuales, sobre todo en el caso del Neandertal las evidencias genéticas), la comparación con restos sean de Bilbao o de otros lugares, arrojarían diferencias genéticas notables, ya que se trataría de especies distintas. Los restos del hipotético cementerio de Bilbao serían de Homo sapiens, sin duda. En consecuencia, habría diferencias a nivel genético.
Por otra parte, en dicho cementerio habría personas de diferente sexo, edad y origen, que nos mostraría también la variabilidad existente dentro de nuestra propia especie y los fenómenos de migración, flujo génico, mestizaje, etc. producidos en ese tiempo.
“La morfología de las poblaciones ha ido cambiando, sobre todo en tamaño, ya que tanto la población vasca como otras poblaciones, han estado sometidas a lo que se denomina ‘evolución secular’, muy evidente en la estatura, debida a mejoras en la nutrición, higiene, actividad física y cuidados médicos, principalmente”.
¿Es ahí donde puede comenzar a tener más importancia el fenotipo que el genotipo a la hora de clasificar poblaciones?
¿Por qué este interés de clasificar poblaciones? La Antropología no trata ya de clasificar poblaciones.
Como he señalado antes, cuando hablábamos del concepto de raza aplicado a la especie humana, dividir a las poblaciones humanas en un cierto número de grupos da lugar a divisiones arbitrarias. Las poblaciones son de hecho grupos locales, en continuo cambio, unidades “bioculturales”. La especie humana forma un único continuum en el que pueden describirse clinas que siguen gradientes geográficos, en función de factores ecológicos o de flujo génico, de mestizaje, y donde las únicas barreras son de naturaleza cultural (lingüística, de comportamiento, social, de vestimenta...).
Por eso le comentaba que en la actualidad la noción de “razas humanas” ha perdido todo fundamento científico y su uso es inaceptable en el ser humano.
Es evidente el fenotipo es muy importante y que para sentirse (y ya hablo de sentimientos, y de construcciones sociales, no de ciencia) parte de una población, de un pueblo, existen otra serie de factores que trascienden el propio hecho biológico y pueden ser adquiridos. Por ejemplo, la lengua, la forma de vestir, incluso de comer, la religión... todo esto es independiente del hecho genético (aunque estos factores —o algunos de ellos— podrían llegar a influir finalmente en algunas cuestiones biológicas/fisiológicas). Hay que señalar también que muchas veces, la distribución de algunas lenguas coincide con determinadas distribuciones genéticas.
Pero creo que no hay que tener un Rh particular o una morfología cefalofacial concreta para tener un sentimiento de pertenencia a tal o cual grupo. No existen “genes” particulares de una población, sino variantes genéticas y distintas distribuciones de frecuencias en función de la estructura y biodinámica de las poblaciones. Los sentimientos de pertenencia son algo muy complejo. Pero así es nuestra especie.
Imaginemos por un momento que un vasco de hace cuatro generaciones se trasladó a vivir a Buenos Aires, y que un hermano suyo se va a vivir a Malasia. Los descendientes de ambos se integran en aquellas sociedades, y al cabo del tiempo representantes de la cuarta generación de aquellos vascos aterrizan uno a Barakaldo y otro a Tolosa, con sus bagajes culturales propios. ¿Cómo definiríamos este resultado?
En primer lugar habría que saber si los descendientes de estos dos hermanos proceden de un mestizaje biológico; es decir, habría que tener en cuenta al otro miembro de la pareja para saber si ha habido una incorporación de variantes genéticas de tipo asiático o de otro tipo en estos descendientes. Entonces estaríamos hablando de cierto grado de mestizaje.
Suponiendo que se mantenga la línea “vasca” (es decir que estos emigrantes se hubieran reproducido con otras personas de origen vasco), el resultado, tal y como está planteada la cuestión, sería una adaptación cultural (por ejemplo los descendientes tendrían hábitos de alimentación diferentes, hablarían lenguas distintas, además de la propia...). De regreso a Barakaldo o a Mondragón, biológicamente no habría nada que decir en principio, y los descendientes serían indistinguibles de los demás miembros de la población de donde procedían sus padres, abuelos, bisabuelos... En todo caso, se “notaría” el acento, la forma de vestir, la lengua (si no hablaran castellano o euskera), los gustos culinarios...
Un caso hipotético es que los descendientes de estos dos hermanos no se hubiesen integrado (lo cual es improbable) en las sociedades de acogida y mantuvieran las “esencias”, pero estos sería más bien en el ámbito privado o familiar. Es difícil no “aculturarse”. El ser humano actual es el producto de bastante tiempo de mestizaje tanto biológico como cultural.
En su trabajo diario analiza el cuerpo humano y cómo se relaciona éste con su entorno tanto físico como cultural. De ahí extrae conclusiones, que —como la propia antropología— no son estáticas, sino que cambian constantemente. ¿El cuerpo del hombre/mujer vasco ha cambiado en los últimos cincuenta años? Y ¿hacia dónde vamos?
La morfología de las poblaciones ha ido cambiando, sobre todo en tamaño, ya que tanto la población vasca como otras poblaciones, sobre todo las occidentales, han estado sometidas a lo que se denomina en Antropología “evolución secular”, muy evidente en la estatura, debida a mejoras en la nutrición, higiene, actividad física y cuidados médicos, principalmente.
Esther Rebato ha llevado a cabo una amplia investigación sobre el “estado nutricional y la percepción de la imagen corporal en universitarios” de ambos sexos residentes en la Comunidad Autónoma Vasca.
Le diré que la talla media española aumentó de 160 cm a finales del siglo XIX a 175 cm a finales de los años 90 del pasado siglo XX. A mediados del pasado siglo había notables diferencias regionales en nuestro país que luego han ido desapareciendo; es decir, las tallas de las diferentes regiones españolas, sobre todo a raíz del proceso de industrialización, han experimentado un fenómeno de convergencia en las últimas décadas del pasado siglo, a medida que se igualaban las condiciones de vida y todas las personas tenían el mismo acceso a la alimentación, higiene, cuidados sanitarios, etc.
Es posible que hayamos tocado techo, porque la estatura no puede crecer indefinidamente, y hay que tener en cuenta el componente genético de la población: somos poblaciones del Sur, y probablemente nunca seremos en media tan altos como otros grupos del Norte de Europa.
Por otra parte, las condiciones ambientales que influyen sobre los genes no pueden mejorar indefinidamente. Así, en estos momentos de crisis económica, yo diría que podemos ir hacia un estancamiento de la estatura media de la población. Estos cambios suelen ser cíclicos y dependen de los ciclos económicos, lo cual ha sido demostrado en numerosos estudios poblacionales (efecto de las guerras, hambrunas, depresión económica, etc.), donde las estaturas tienden a reducirse, sobre todo en los varones. El efecto de estos cambios suele ser visible en unos 10 años, aproximadamente. Una de las poblaciones más estudiadas ha sido Polonia, que ha sufrido graves crisis industriales, de tipo cíclico, y la estatura media ha “acompañado” a estos cambios ambientales.
En cuanto a otros aspectos morfológicos, como el desarrollo del tejido adiposo que influye en la forma corporal, la Comunidad Autónoma Vasca (aquí no me refiero a los vascos en sentido antropológico, sino a los habitantes de la CAV) estamos entre el 11-16% de prevalencia de obesidad, en adultos, prevalencia mas baja que en zonas como levante (Murcia en particular) o Andalucía, pero algo más alta que en el Centro y en Cataluña. Así que podemos ver ahora gente más alta que hace 50 años, pero también más rellenita.
La industria no ha sido ajena a estos cambios morfológicos y esto es fácilmente observable en las tallas de la ropa (ahora las hay cada vez más grandes), calzado, colchones, mobiliario, etc.
La antropología física, que estudia a las poblaciones como colectivo, analiza el desarrollo biológico humano. De ahí puede deducir estados de salud, de tendencias alimentarias etc. Esta ciencia en la que Vd. trabaja es capaz de poner sobre la mesa aspectos humanos de indudable calado (sobrealimentación, infraalimentación,...) No sé si por suma de resultados o por convergencia de los mismos ¿está en condiciones la antropología física de dictar normas acerca de cómo alimentar a 6.000 millones de personas?
Dictar normas para alimentar a 6.000 (7.000 diría yo) millones de personas depende de otras instancias (políticas y sobre todo, económicas); y aunque los antropólogos y científicos de otros campos ya han alertado muchas veces respecto a la sobrealimentación (y sus consecuencias) en unas zonas del mundo y de los problemas graves de infraalimentación en otras, que sufren de inseguridad alimentaria, y de las implicaciones que la malnutrición tanto por exceso como por defecto tiene para la salud, el bienestar y la calidad de vida de las poblaciones, no parece que se nos haya escuchado, o al menos no lo suficiente.
Es cierto que muchas organizaciones (como la OMS, la FAO, la ONU), utilizan nuestros estudios poblacionales, por ejemplo los antropométricos, para alertar de los estados de malnutrición a nivel mundial. Pero erradicar estas desigualdades depende de la voluntad política y económica de las grandes potencias mundiales, y también de los propios grupos de poder de los países implicados; no parece que haya esta voluntad de cambio y de mejora ya que hay muchos intereses en juego (estratégicos, políticos y económicos).
Los movimientos ciudadanos pueden jugar un importante papel, y hay muchas organizaciones implicadas en aportar soluciones, pero no es suficiente. Es una terrible paradoja que mientras una parte del mundo se muere de hambre, otra sufra graves enfermedades derivadas de la sobrealimentación.
Respecto a este exceso de alimentación (y habría que mencionar también al sedentarismo ligado a la mecanización) de las poblaciones occidentales, no sólo la forma de alimentarse tendría que venir dictada por el sentido común, sino que habría que cambiar la forma de vida que llevamos, y esto es más difícil. Es un problema no solo individual sino social y requiere por tanto la intervención de muchos agentes.
Somos muchos habitantes sobre el planeta y no se si los recursos serán suficientes para todos (de hecho se tiran toneladas de comida cada año); sobre todo si los recursos que hay están en manos de unos pocos. Creo que se trata de repartir equitativamente y de forma justa. Esther Rebato Otxoa (1957, Bilbao) Doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad del País Vasco, profesora de Antropología Física del departamento de Genética, Antropología Física y Fisiología Animal de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU. En la actualidad es presidenta de la Sociedad Española de Antropología Física (SEAF), y desde hace más de diez años miembro de la junta directiva de la Sociedad Europea de Antropología. Ha centrado sus líneas de investigación en la antropología de la alimentación, la auxología (crecimiento y desarrollo humano) y la ecología humana. Entre los trabajos que desarrolla actualmente se encuentra el proyecto “Obesidad en familias de etnia gitana del Gran Bilbao. Aspectos sociales y de género". Dentro de estos estudios epidemiológicos ha llevado a cabo una amplia investigación sobre el “estado nutricional y la percepción de la imagen corporal en universitarios” de ambos sexos residentes en la Comunidad Autónoma Vasca.Rebato ha recibido la prestigiosa medalla académica Alex Hrdlièka a propuesta de la Sociedad Checa de Antropología y de la ciudad de Humpolec, donde nació este científico que ejerció su carrera en Estados Unidos. La medalla le fue concedida por su contribución a la formación de estudiantes checos, así como por haber establecido acuerdos de intercambio con profesorado y alumnado y haber colaborado a nivel científico con la Universidad Charles de Praga.