¿Cómo ha sido su evolución artística y su vida desde esa primera vez que le vi?
Eso que menciona sucedió en 1995, en el último curso de carrera, es decir, a comienzos de mi último año. Aquel año hubo muchas huelgas y fue muy movido... La verdad es que guardo un buen recuerdo de aquella época, trabajé mucho. Para mi la Universidad fue el comienzo del viaje.
¿Qué quiere decir con eso del comienzo del viaje?
Pues que hasta entonces había hecho muchos cosas, pero no sabía qué camino seguir. De la Universidad hasta ahora han transcurrido quince años y está claro que se ha reforzado en mí el proceso de enamoramiento de Asia. En los tiempos de la Facultad ya estaba a vueltas con ese tema: mi sueño era ir a Japón.
¿Y al terminar la carrera?
Me quedé en Bilbao, pero enseguida me di cuenta de que se me quedaba pequeño. Yo quería aprender y para eso tenía que salir. Trabajé en Bilboarte de Bilbao, en varios espacios municipales de Hondarribia y en Arteleku de San Sebastián. En aquella época gané varios premios, conseguí subvenciones... y anduve como neoprofesional, pero siempre con la ayuda de mis padres y compatibilizando con otros trabajos.
Foto: Judas Arrieta.
¿Otros trabajos?
(Sonríe) ya sabes: tabernero, obras, colaboraciones con Kukubiltxo... de todo. Desde que tenía diecisiete años siempre he estado trabajando y, después de trabajar tanto, aprendes qué es lo que no quieres. O dicho de otra forma: cuando haces tu trabajo, el trabajo que verdaderamente amas, pones mucha más fuerza y ganas, porque no sabes cuándo tendrás otra oportunidad de trabajar en eso. Yo me veía a mi mismo como un privilegiado.
¿Por qué?
Pues porque sabía desde el principio qué era lo que quería y eso te elimina muchos obstáculos. Muchas veces se oye hablar acerca de los sueños y yo en estos quince años me he dado cuenta de que los sueños son irrealizables, pero sirven para seguir adelante y para desarrollar tus proyectos. Los sueños no se realizan, pero eso no es traumático, no es algo malo. A medida que vas consiguiendo tus objetivos, te das cuenta de que no eran los objetivos que tenías en tu interior, es decir, que el objetivo soñado y el objetivo cumplido no son la misma cosa. Entonces sigues soñando... pero de todas formas, tengo claro que, como dice el refrán, urruneko intxaurrak hamalau, gerturatu eta lau, es decir, que desde la distancia las cosas parecen mejores de lo que luego son en realidad.
¿Cuál es uno de esos sueños de los que habla?
Pues, por ejemplo, el que le he mencionado de ir a Japón.
Y lo consiguió...
Sí, estuve en Japón, en 2002, unas semanas por mi cuenta. Llegué allí y, sí, aprendí mucho, pero desde entonces he estado otras tres veces en Japón y todavía no he cumplido mi sueño.
¿Por qué a Japón?
Siempre he admirado su cultura y tenía muchas ganas de exponer allí mi obra y de comprobar su reacción.
¿Y qué ocurrió en aquel primer viaje?
Pues que fui como un kamikaze, hice las maletas y me presenté allí... y lo que he dicho, que no se cumplió lo que tenía en mi mente. De todas formas, en aquel viaje aprendí mucho de cara a otros viajes y, actualmente, todos los viajes que hago los preparo de verdad con antelación, intento conseguir contactos y tener preparada alguna exposición para cuando llegue.
Sin embargo, para entrar en la “verdadera” cultura es necesario ese punto de improvisación, ¿no?
Sí, claro... al final todas son experiencias y aquella también fue positiva de cara a adquirir una mayor madurez. Las cosas van poco a poco...
Piano, piano...
Algo fundamental que he aprendido en estos quince años es que los ritmos de las personas o son iguales y, normalmente, cuando eres joven, te parece que todo va demasiado lento. Luego, con los años, aprendes a ir más despacio. Y también aprendes a adaptarte, es decir, la vida, el arte... todo lo veo como una cebolla que tiene varias capas y algunas de ellas te gustan, pero a veces te toca vivir en una capa que no se acomoda a ti. De todas formas, creo que aún están por descubrir los lugares que me corresponden y tengo que tomármelo con calma.
Pues no parece que esté nervioso.
Estoy contento con mi trabajo y me parece fundamental sentirme a gusto en mi estudio.
Foto: Maider Sillero.
¿Y cómo es su trabajo en el estudio?
Pues desarrollo proyectos y, una vez que he dado forma a un proyecto, tengo que moverme y esos movimientos tengo que hacerlos con una confianza absoluta. En la actualidad, las galerías en las que trabajo me piden cosas muy concretas y yo me siento muy cómodo con esos trabajos “de encargo”, pero también tengo que dar respuesta a las inquietudes que surgen de mi interior.
¿Qué tiene que hacer para mover sus proyectos?
Pues buscar sitios, conseguir financiación... sin embargo, no me siento especialmente cómodo en esas tareas de “vender” mis proyectos.
¿Dónde tienen sus estudio?
En Pekín. En 2005 hice mi primer viaje a China y con el dinero de un premio que recibí mientras estaba allí, decidí quedarme.
Pero usted siempre soñaba con Japón...
Sí y la verdad es que no sé... China me dio una serie de oportunidades a las que me aferré y me quedé allí.
¿Cuáles?
En China conseguí un estudio de 200m2 y la oportunidad de analizar otras culturas. Mi intención era poder trabajar en mejores condiciones. Las oportunidades de aquí ya las había estudiado y, en comparación con las de China, eran mejores las de allí. Estando en China he podido dedicarme a otros proyectos, por precios, por oportunidades... Por ejemplo, las muñecas que ve serían muy caras de producir aquí, y allí, en cambio, son mucho más baratas. En cinco años he tenido la oportunidad de aprender los movimientos de aquel mercado.
Tiempo y buena suerte.
Bueno, buena suerte porque detrás hay mucho trabajo. Nunca he utilizado la excusa de la inspiración. Yo aquí, en China, en Bilbao, en Arteleku... siempre he tenido claro que si alguien viene a mi estudio, quiero tener el estudio lleno de obras. Por eso estoy trabajando siempre en el estudio. La suerte se busca y la suerte tiene que encontrarte. Y en estos cinco años he tenido un montón de oportunidades de presentar mi obra en China. En mejores o en peores condiciones.
Vender también venderá.
Algunas cosas sí y otras no. De todas formas, tengo claro que nunca me voy a enriquecer con mi trabajo. Si el objetivo fuera enriquecerme, no me habría hecho artista.
Foto: Maider Sillero.
¿Y se puede vivir de ser artista?
Vivir sí, claro. Pero es imposible comprarse una casa o un coche. Yo soy mi propio jefe, pongo mis propios horarios... En ese sentido tengo suerte, pero, en cambio, me resulta imposible pagar mensualmente la Seguridad Social. Es decir, que nunca voy a jubilarme.
¿Ha creado una familia?
(Sonriendo) aún no. En ello andamos. Mi pareja es china y allí estamos juntos, ella se ocupa de contactar galerías, etc. En China hay pocas oportunidades para los artistas de fuera, pero alguna sí que hay. En el mercado de allí te puede tocar la lotería, pero en el de aquí no. El sistema de becas y de premios de aquí es mejor que el de allí, pero allí existe la posibilidad de tener éxito en el mercado.
Cuando organiza una exposición, ¿cuál es su motivación, compartir su mundo co los demás, vender...?
Los artistas tienen una necesidad intrínseca, que es la de comunicar. Muchas veces, cuando entras en el circuito de las galerías, corres el riesgo de meterte en un círculo vicioso, por ejemplo porque cada dos años tienes que exponer algo. Y así, en la práctica, te conviertes en una máquina de producir.
¿Existe un hilo conductor en su obra?
Nunca he sido un teórico, pero siempre he relacionado el arte con el juego, con la terapia y con la diversión. Por otra parte, ahí está tu formación, es decir, quién te ha influenciado, y en ese sentido tengo varios “padres”. Muchas veces digo que “soy un hijo bastardo de varios padres” (riendo). Es decir, mi trabajo es parecido al de un DJ, porque hago mezclas con los trabajos de otros para que la gente se lo pase bien. Mi trabajo es reflejo de una generación, ya que cuando yo nací la televisión y los videojuegos estaban en pleno desarrollo.
Y también se estaba consolidando la licenciatura en Bellas Artes.
Eso es, yo soy un artista que se convierte en universitario. Pero antes de llegar a la Universidad ya había iniciado mi andadura artística, había hecho algunos pinitos en el cine, porque lo que realmente quería hacer era cine.
Foto: Maider Sillero.
No lo hemos mencionado, pero ¿cómo se tomó su familia lo de que quisiera ser artista?
Yo dibujo desde pequeño, como mi padre. Mi padre también dibujaba mucho desde pequeño, sobre todo portadas de cómics, y yo, al ver los dibujos de mi padre, también empecé a dibujar. Pero mi padre empezó a trabajar con diecisiete años y lo tuvo que dejar. Y cuando vieron que yo dibujaba bien, me mandaron a aprender a un montón de sitios y con diferentes artistas. Estuve con varios artistas de la Escuela del Bidasoa. En aquella época anduve en diversas academias de Irun y Hondarribia aprendiendo a dibujar y a pintar. De todas formas, dibujar por dibujar era demasiado frío para mi... Yo lo que quería era hacer cómics.
Muy relacionado con los guiones.
Sí, eso estábamos comentando. Mi intención era estudiar cine en la Universidad, pero no me gustaban mucho las dinámicas que vi en la Facultad. Entonces me dediqué a la pintura. En aquella época decía que si con 30 años no conseguía ningún premio lo dejaría... pero esto es como una ludopatía, un juego.
Y ahora, ¿qué es lo que dice?
Pues que todavía tengo muchos proyectos, que de momento sigo soñando, exposiciones, el proyecto “Goazen Txinara!” (“¡Vamos a China!”)... Actualmente estoy consiguiendo bastante éxito con los hinchables, pero no sé si soy un artista o un “barraquero”, y la verdad es que me importa bastante poco, porque se cumple lo que yo quiero, que es que la gente disfrute con mis obras.
Nos damos una vuelta con el artista, a través de la exposición en la que nos encontramos.
La exposición de Judas, “KAIJU”, se ubica en la XXI Semana de Cine de Terror, en noviembre de 2010. Personajes fantásticos que se pueden vestir, cuentos, imágenes, tesoros...
Rodeados de sus carteles tenemos la ocasión de pasarlo bien, seamos o no expertos en cine. Como él mismo comenta, es “un regalo para uno mismo”.
Por otra parte, también están expuestos centenares de muñecas manga traídas de China y “customizadas” por distintos artistas amigos suyos. El deseo de Judas es que las dos culturas, la vasca y la china, se conozcan. Ese es el objetivo de “Goazen Txinara!”. Judas gestiona este programa patrocinado por el Gobierno Vasco, mediante el cual los artistas vascos tienen la oportunidad de ir a China. Para un vasco la velocidad de China es, tal vez, agobiante, pero Judas ha sabido adaptarse bien.
Y para terminar la exposición tenemos, creo yo, el mejor de los postres, en el cual el espectador tiene la dulce oportunidad de degustar los tesoros del artista, es decir, las múltiples y variadas muñecas e instrumentos que el artista ha guardado y coleccionado desde pequeño. Judas Arrieta (Hondarribia, 1971) Judas Arrieta es un artista interdisciplinar, le gusta usar diferentes medios a la hora de plantear proyectos creativos. En su trabajo lo real y lo imaginado se unen. Judas Arrieta liga, irremediablemente, su vida a su obra y viceversa. Defensor de lo que el ha llamado, en algunos de sus textos, “arte lúdico festivo”, el arte como disfrute. Judas es difusor de irónica inteligencia. Capaz de tejer una red en la que te sientes cómodamente atrapado. Su obra se alimenta de realidad y ficción. Come continuamente como los grandes rumiadores, desde que tiene uso de razón. Rumia y rumia para después vomitar una obra estremecedora en cualquiera de las disciplinas que maneja (pintura, dibujo, impresiones digitales, esculturas, objetos, vídeos, performances, instalaciones...). En todos los casos le sobra ternura, sentimiento, brutalidad, melancolía, precisión, romanticismo, desasosiego... Judas Arrieta es un apasionado. Construye vida y la derrama con enorme generosidad. Es un alma asiática atrapada en un cuerpo occidental. Un francotirador de gran alcance. Un monstruo de tres cabezas