2004/01/16-23 Alfonso Gorroñogoitia
Fundador del movimiento cooperativista "Nuestras cooperativas son producto de una sociedad rural" Zuriñe Velez de Mendizabal
Traducci?n: Zuri?e Velez de Mendizabal
Jatorrizko bertsioa euskaraz Alfonso Gorroñogoitia es uno de los fundadores del movimiento cooperativo industrial de Mondragón. Ha conocido directamente esta experiencia única de casi medio siglo de vida, que ha supuesto un gran beneficio económico para Euskal Herria. Hemos querido charlar con él. ¿Cuáles fueron sus primeros contactos con D. José María Arizmendiarrieta? D. José María Arizmendiarrieta llegó a Mondragón el 5 de febrero de 1941. Acababa de ordenarse sacerdote y su primera misa la había dado justo un mes antes. Yo tenía entonces dieciséis años y estudiaba en la Escuela de Aprendices de la Unión Cerrajera. Comenzó a interesarse por el sistema de estudios de la Escuela y pidió autorización para dar una asignatura muy cercana a los postulados de la doctrina social de la Iglesia. Ahí es cuando él empezó a tener importancia en nuestra vida.
Por otra parte, su labor propiamente religiosa le llevó a sustituir a otros sacerdotes que abandonaron Mondragón en aquella época y ocupó espacios desde donde también irradió una labor educativa. Por ejemplo, la Juventud de Acción Católica, donde se organizaban círculos de estudios, y hasta la misma función de confesor, desde donde llegó con sus lecciones a muchos de nosotros. ¿Cómo eran aquellas acciones, en un Mondragón destrozado y dividido por los resultados de la guerra? No era fácil la convivencia en un pueblo de 8.000 habitantes, donde todos nos conocíamos y donde el odio anidaba en los corazones. Una de las primeras labores de Arizmendiarreta fue la de tratar de llevar la calma a aquella sociedad. Había que convivir. Su discurso era atípico, ya que no se movía en las acostumbradas coordenadas religiosas. D. José María motivaba a la acción y predicaba que creer es comprometerse. Nos obligaba a tomar actitud ante los problemas. Me acuerdo que las sesiones de la Acción Católica las celebrábamos en los locales del Palacio de los Báñez, y es conocido el lema que se lee sobre la puerta principal: “Solus labor parit virtutem; sola virtus parit honorem” A través del trabajo hacia la virtud y con ésta hacia el honor. Resumiendo, yo diría que la orientación que nos dio la promulgó desde tres cátedras, por llamarlas de esta manera: una clase semanal en la Escuela de Aprendices, el Círculo de Estudios de la Acción Católica y el confesionario. ¿Ese fue el germen del movimiento cooperativo? Las cosas suelen ser muchos más normales que lo que solemos pensar sobre ellas. Nosotros, alumnos de la Escuela, trabajábamos en la fábrica, y como maestros industriales que éramos nos colocamos enseguida entre los mandos intermedios. Formábamos parte, por tanto, de la estructura. No debemos olvidar, por otro lado, que aquel trabajo nos era totalmente necesario para hacer frente a las penurias que pasábamos. Mi padre se había exiliado en 1936 y no volvió hasta 1965. Es decir, no podíamos permitirnos ninguna alegría de tipo reivindicativo; estábamos atados, por decirlo de algún modo. Pero también éramos alumnos de D. José María, quien nos había enseñado a que creer es comprometerse y a que debíamos emprender la sociología constructiva y preparar la promoción del pueblo de Mondragón. El nos animó a emprender nuevos caminos de formación técnica y consiguió la exención de escolaridad para un grupo de jóvenes que trabajábamos en la fábrica y que ya éramos maestros industriales. Y así, nos matriculamos en la Escuela de Peritos de Zaragoza, donde año tras año fuimos sacando los cursos, terminando la carrera en 1952. Ya he dicho que nuestra situación de mandos intermedios nos daba una cierta ascendencia entre nuestros compañeros de trabajo en la fábrica y en 1954 Jose Mari Ormaetxea y yo nos presentamos ante la dirección de UCEM a pedir que en la próxima ampliación de capital se tuviera en cuenta a los trabajadores y se repartiera entre ellos una parte de las nuevas acciones. Erramos en el tiro, y es cuando nos dimos cuenta que difícilmente íbamos a crear el bienestar que deseábamos en aquella empresa. Nuestro objetivo era que el trabajador fuera partícipe del rendimiento.
TALLERRA EIN BIER JUAU
Y es entonces cuando decidimos poner un taller. Previamente ya habíamos hecho nuestros pinitos, con una empresa que se llamaba Astec –Asesoramientos Técnicos- y dimos un nuevo salto cualitativo, al plantearnos la creación de ULGOR.
La verdad es que en aquella época en Mondragón y alrededores se montaban talleres todos los días. Con un mínimo de habilidad se era capaz de poner en marcha un negocio que funcionara. Así pues, no es de extrañar que nosotros también nos decidiéramos a hacerlo. Aunque nos topamos con las trabas administrativas para hacernos con el permiso para la apertura de una fábrica como la que nosotros queríamos. Pero el destino tocó de nuevo en nuestra puerta y nos pudimos hacer con una empresa que se vendía en Vitoria, que contaba con permiso para fabricar... prácticamente lo que deseábamos. "Escuela de aprendices". La fotografía está publicada en el libro de Jesús Larrañaga "Don Jose María Arizmendi-Arrieta y la experiencia cooperativa de Mondragón".
De esta manera, el 11 de noviembre de 1956 comenzamos a trabajar en nuestra empresa, situada en unos terrenos de Luis Usatorre, en “Laxarte”, término de Mondragón. Pero antes habían sucedido también otras cosas. Por ejemplo, cuando en 1954 fuimos Ormaetxea y yo a Madrid para pedir permiso para montar una empresa, nuestro propósito era registrarla como ULGOR S.A. Sucedió que con las ideas que llevábamos sobre aquélla, respecto a la gestión, participación de los trabajadores, incentivos y remuneración sobre resultados etc., todo aquello no encajaba en la ley de Sociedades Anónimas, por lo que nos volvimos... y tuvimos que confesarle a Arizmendiarreta nuestro fracaso. Aquél buscó otra fórmula entre todas las figuras jurídicas existentes y dio con la de la cooperativa. El modelo era sugestivo y coincidía con la prédica de D. José María. Ya tenemos, por lo tanto, la primera cooperativa industrial en marcha... Me imagino que los inicios no serían nada fáciles... Mira: en cuanto corrió la voz en Mondragón que íbamos a crear una empresa – todavía no sabíamos bajo qué fórmula jurídica- se nos unió mucha gente que confiaba en nosotros y que deseaba dar otros aires a su vida profesional. Hay que tener en cuenta que todavía UCEM funcionaba relativamente bien, no había comenzado su cuesta abajo. Por eso no deja de extrañar que los primeros cien socios de la cooperativa se hicieran en la calle, prácticamente durante el txikiteo, y eran trabajadores cualificados. Por lo tanto, yo suelo decir que mis emociones de aquellos momentos no fueron muy especiales. Cuando sí comenzaron a serlo fue en la primera Asamblea General de ULGOR SCI. Entonces me di cuenta que la aventura iba muy en serio... y que había que poner toda la carne en el asador. Aunque no deja de ser curioso que la palabra Pérdida no existiera en nuestro diccionario. De hecho no aparece en nuestros estatutos hasta el año 1975. ¿Pensaron alguna vez que llegarían a alcanzar la dimensión actual? Te contaré una anécdota. Cuando comenzamos en los terrenos de “Laxarte”, le dije a Usatorre: “Hau beteten bajuau trankil juan geinkek Sanperioren ortura” Nuestro ideal era poder llegar a ser la mitad de Elma, la segunda empresa en importancia de Mondragón. ¡Calcula, por lo tanto! Tengo entendido que las cooperativas industriales no han triunfado en otros sitios como lo han hecho en Mondragón. ¿A qué se puede deber? Es cierto lo que dices, pero no es menos que la figura de cooperativa está muy extendida en el mundo, y en Europa cuenta con referencias muy importantes, fundamentalmente en el sector del consumo – en Suecia- y del crédito financiero –Alemania. ¿Por qué en Mondragón las industriales? Yo tengo una teoría, que no tiene por qué ser la verdad, pero que a mí me vale para explicar el fenómeno. En primer lugar, como ya he dicho antes, la situación de la España de los años cincuenta era muy especial, y propiciaba la creación de empresas. No había que ser un Einstein ni un Ford para triunfar. En segundo lugar, la presencia de DJMA, como catalizador y creador de estructuras, impulsor de conciencias y voluntades. La tercera razón puede ser que concebimos la empresa no desde un sociologismo sociologista, que es lo que parece se debía esperar de una cooperativa, sino desde una concepción empresarial. Había que ganar dinero. Y por último, creo que hemos tenido un magnífico equipo gestor. Ha existido un equipo poderoso. Puede ser también que Mondragón tuviera desde mucho antes una cierta conciencia social muy desarrollada... Sin ninguna duda. Hay que recordar la famosa huelga de 1916, en la que nuestros padres y abuelos ya se habían forjado. Una huelga que fue un primer aldabonazo sobre lo que la masa laboral de este pueblo exigía. Luego, ahí están los sucesos de 5 de octubre de 1934, con la muerte de Marcelino Oreja y Dagoberto Resusta, representantes del capital. Siempre he dicho que Mondragón es un pueblo con gran conciencia de lucha social y, además, educado a golpe de sirena. La sirena de UCEM nos marcaba la disciplina laboral, tanto a los que iban a la fábrica como a los que se quedaban en casa o marchaban a otras ocupaciones. Generaciones han nacido en Mondragón bajo el toque inexorable y diario de la sirena fabril. Ha desaparecido la sirena... ¿quiere decir eso que ha podido desaparecer la inquietud social de hace medio siglo? Yo no sé si eso es así. Lo que puedo decir es que la pelea colectiva por salir de aquella sociedad mísera era espontánea. Se puede hablar de valores de la sociedad, y para ello deberíamos tener en cuenta el protagonista y el escenario. El escenario ha cambiado mucho. Nuestra sociedad de hace cincuenta años sería irreconocible ahora. Las tecnologías han puesto patas arriba conceptos tradicionales de producción. Por otro lado está el protagonista, cada uno de nosotros. Yo suelo decir que había un sentido del ideal personal detrás de un proyecto transformador. Nosotros nos criamos en la creencia de que el ideal vale más que una vida. Para DJMA sería hoy una blasfemia decir que la mujer puede hacer lo que desea ante su marido. ¡Ya lo creo que han cambiado tanto el escenario como la actitud del protagonista! ¿Sería posible hoy en día crear un movimiento cooperativo como el de Mondragón? Nosotros nacimos oportunamente. Ahora, en mi opinión, ex novo no se podría hacerlo... ni con D. José María. Recuerdo que uno de los cientos de estudiosos que han pasado por aquí para estudiar el movimiento cooperativo me dijo a la terminación de su tesis que nuestra experiencia era producto de una civilización rural. Antes he comentado que para reclutar los primeros socios no tuvimos que poner ningún anuncio. El mutuo conocimiento era suficiente para propiciar la aportación solidaria. Hoy en día no existe nada o muy poco de aquel espíritu de renuncia característico. Se ha rebajado el tono para pasarse al hedonismo más puro. De una civilización rural a una forma de ser rabiosamente individualista. Le veo un poco pesimista... Está claro que habiendo cambiado el escenario y el protagonista, hay que retocar el entramado jurídico de nuestra organización. Arizmendiarreta preconizaba la igualdad de oportunidades en el trabajo, en la salud... y en el ocio activo. No puedo ser totalmente optimista... pero tampoco soy cien por cien pesimista. Uno de los grandes valores de los entonces y actuales miembros de las cooperativas es el esfuerzo constante por no desaparecer... Y ahí pocos nos ganan. Alfonso Gorro?ogoitia Gonz?lez
Nació en Mondragón el 25 de octubre de 1924. En 1939 entró a trabajar en Unión Cerrajera de Mondragón por medio de la Escuela de Aprendices. Cursó sus estudios en la Escuela Profesional. Además, estudió por su cuenta y en 1952 consiguió el título de Perito Industrial Electricista en la Escuela de Peritos Industriales de Zaragoza. En 1956 dejó UCM para iniciar la constitución de ULGOR. Desde 1959 hasta 1983 fue el presidente de la empresa. También ha sido presidente del Consejo General del Grupo Fagor y Caja Laboral Popular y ha trabajado de Asesor de MCC, entre otros cargos.