Amaia Basterretxea: "Nuestra función consiste en mostrar a la gente cómo vivían nuestros antepasados"

2004-01-09

EZKERRA, Estibalitz

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2004/01/09-16 Amaia Basterretxea

Directora del Museo Vasco "Nuestra función consiste en mostrar a la gente cómo vivían nuestros antepasados" Estibalitz Ezkerra

Traducci?n: Koro Garmendia

Jatorrizko bertsioa euskaraz Desde que se abriera el nuevo acceso de la plaza de Unamuno, el Museo Vasco de Bilbao parece otro. Pero no nos dejemos enga?ar por las apariencias. Las s?lidas paredes del Colegio de San Andr?s, antes Colegio de los Padres Jesuitas, siguen cumpliendo con fidelidad la funci?n que les fuera encomendada en 1921, a?o de la fusi?n de los museos de Arqueolog?a y Etnograf?a, de custodiar y conservar las piezas de etnograf?a, historia y arqueolog?a vascas. Es uno de los siete museos de la Comunidad Aut?noma Vasca que existen desde antes de la Guerra Civil espa?ola, junto con el Museo de San Telmo, el Aquarium donostiarra, el Museo Zuloaga de Zumaia, el Museo de Armas de Eibar y los Museos de Bellas Artes y del Arte Sacro de Bilbao.

A lo largo de sus a?os de vida, el Museo Vasco ha atravesado por momentos de todo tipo, algunos llenos de gloria y otros no tanto, pr?cticamente de igual manera que la propia vida humana. En cualquier caso, la directora del Museo, Amaia Basterretxea, asegura que siempre se aprende algo de tales circunstancias. En primer lugar, a no rendirse jam?s. Aun cuando hayan tenido que hacer frente a delicadas situaciones, Basterretxea afronta el futuro cargada de ilusi?n. Las decisiones que han ido adoptando con miras a adaptar el Museo a los nuevos tiempos que corren acaba de empezar a dar sus primeros frutos. Mucha gente desconoce la existencia del Museo Vasco de Bilbao, aunque sea uno de los primeros que se erigieron en Euskal Herria. La terminología que emplea y la función que desempeña les resultan absolutamente hostiles. Sí, es cierto. En cierta ocasión, con motivo de la apertura del nuevo acceso, un visitante me preguntó si el Museo era nuevo, y yo le respondí que sí, que era un museo nuevo de hace cien años (se ríe). ¡Y eso que el señor era de Bilbao! En lo que a su denominación se refiere, hay que explicar que en un principio había dos museos distintos e independientes, el Museo Etnográfico Vasco y el Museo Arqueológico de Bizkaia, y que tras su fusión pasaron a formar el Museo Arqueológico y Etnográfico Vasco. Al término de la guerra civil recibió el nombre de Museo Histórico de Bizkaia, pero en 1980 decidimos bautizarlo como Museo Arqueológico, Etnográfico e Histórico Vasco. Entonces la gente sí que se armó un lío. Algunos lo confundían con el museo etnológico y otros con el antropológico, por lo que estimamos oportuno abreviar y generalizar su nombre, y llamarlo Euskal Museoa/Museo Vasco. Y es ahora cuando la gente ha empezado a enterarse de quiénes somos, dónde estamos y qué hacemos. Para muchos seguimos siendo el museo que alberga el Mikeldi, aunque ignoran el significado de la pieza. Hasta ahora, el Museo ha venido organizando exposiciones permanentes, y dado que a la gente le basta con efectuar una sola visita para conocer las piezas expuestas, apenas hemos profundizado en lo que es el mutuo conocimiento. Es un aspecto en el que nos hemos propuesto avanzar. Por medio de las exposiciones temporales quisiéramos animar a los visitantes a que se acerquen para conocernos mejor. Cierto que el Mikeldi que acaba de mencionar es una de las piezas más importantes que alberga este Museo, pero no la única. El Mikeldi es, en cierto modo, el emblema del Museo. Claro que, además de esta pieza, disponemos de una extensísima colección que la mayoría de la gente ignora por completo. Precisamente por tal motivo, el año pasado decidimos organizar una exposición temporal sobre la totalidad de la colección, y este año prepararemos otra en torno a la vestimenta. Nadie esperaba que tuviéramos tal cantidad de ejemplares en nuestro poder, cuando resulta que precisamente constituyen una de las bazas más importantes del patrimonio del Museo. La gente se ha llevado una sorpresa. Desde entonces no dejamos de recibir solicitudes de información al respecto. Personalmente, me encantaría tener la posibilidad de mostrar a la gente todas las piezas que albergamos, y explicarles la idea que tenemos sobre el Museo. El problema es que el almacén ocupa prácticamente la mitad del edificio, con lo cual nos encontramos limitados con respecto al espacio disponible. Nuestra idea consiste en trasladar las piezas que tenemos en el almacén, debidamente catalogadas y dispuestas para ser mostradas al público, al Museo de Prehistoria que se proyecta instalar en el edificio de la estación de Mallona, y aprovechar el espacio que quede libre para acoger exposiciones. Por otra parte, nos proponemos mostrar el patrimonio correspondiente a los campos de la antropología, la etnografía y la arqueología por separado, no de forma conjunta. En cualquier caso, quisiéramos ir más allá de la mera exposición y potenciar la investigación sobre este patrimonio, para que a partir del material del que disponemos se fomenten también otros campos. Para la mayoría de la gente, los museos son lugares donde visitar exposiciones. Desconocen su labor investigadora y editorial. Para cuando el visitante llega a una exposición, cada pieza está ubicada exactamente donde y como que le corresponde. No se ve todo el trabajo que se esconde detrás. Como le comentaba, el año que viene presentaremos una exposición de grabados sobre la evolución de la vestimenta. Llevamos tres años recopilando el material necesario. A mi parecer, el problema que presenta el edificio de Mallona reside precisamente ahí. Si resulta que va a estar dedicado a la Prehistoria, ¿qué se supone que va a albergar? ¿Y cómo? ¿De qué manera? No contamos con el personal suficiente. Buena parte del material que conservamos en el Museo está todavía por preparar, porque las piezas hay que exponerlas de manera que se entiendan. El mes que viene abriremos la exposición titulada Manos a la piedra, una muestra en la que se exhiben piezas del Paleolítico para la que hemos contado con la intervención de un grupo de investigadores de Vitoria/Gasteiz. ¡Y eso que la exposición no ocupará más que una sola sala! Por eso digo que no todo se reduce a exhibir las piezas. Es importante que los visitantes conozcan lo que se esconde tras ellas y capten el significado que encierran. No deja de hacer alusión al problema de la falta de espacio. Parece mentira que, con más de un siglo a sus espaldas, el Museo siga lidiando con ese asunto. Las salas son pequeñas. Asiduamente me pregunto a mí misma qué resultados hubiera obtenido la exposición sobre la vestimenta de haber tenido lugar en otro tipo de recinto. La cuestión es que, al ser éste un edificio histórico, no es posible introducir modificaciones. No tenemos más remedio que adaptarnos a su dimensión actual. Ojalá pudiéramos cubrir el claustro. Nos permitiría organizar eventos de otro tipo, como conciertos y exposiciones al aire libre, una posibilidad que, sin duda, contribuiría a aportar más vida al Museo. Todo se reduce a cuestiones monetarias. En cualquier caso, al tomar la decisión de acoger exposiciones temporales, ya han dado un primer paso para dinamizar el Museo. Decidimos adoptar esa decisión para luchar contra el desconocimiento de la sociedad con respecto a las obras que albergamos. Los trabajadores del Museo conocemos el material existente en el almacén a la perfección, pero los ciudadanos no. La fórmula de las exposiciones temporales nos pareció especialmente apropiada para, paulatinamente, ir dando a conocer nuestro patrimonio. No es que compremos muchas piezas; más bien, hubo un tiempo en el que recibimos una gran cantidad de donaciones. Y, en la actualidad, ¿las siguen recibiendo? Hoy en día, al no estar tan extendida la costumbre de guardar y conservar los objetos, la gente nos aporta cada vez menos piezas. Curiosamente, muchos piensan que las piezas antiguas, al ser tan viejas, carecen de valor, y terminan por tirarlas. Por esa misma razón, hay muchos museos, incluyendo éste, cuyas colecciones, dependiendo de la época que abarquen, presentan importantes lagunas. En lo que respecta a la colección de la vestimenta, por ejemplo, las piezas que tenemos son anteriores a 1940; no hemos conseguido absolutamente nada posterior a ese año. Es otra de las causas por las que nos parece fundamental organizar la exposición: que la gente se percate de lo importantes que son tales objetos. Aunque carezcan de valor funcional alguno, nos ayudan a completar nuestra historia y a conocer cómo vivían nuestros antepasados y qué valor les concedían a determinados objetos de la vida cotidiana. Se diría que con el paso del tiempo el ferviente interés que despertaba la Historia se va apagando. Así es. Yo creo que es una ley impuesta por la sociedad de consumo, que ha establecido la necesidad de cambiar absolutamente todo. Me temo que en ese aspecto estamos sufriendo un retroceso. Ya lo dicen los anticuarios: hemos pasado por una época deliciosa y ahora vamos yendo para atrás. Vivimos en una sociedad tremendamente superficial que despoja a los objetos antiguos de todo su valor. Por eso insisto tanto en la idea de que un Museo no debe limitarse a exhibir sus piezas. Sin llegar a adoptar un papel educador, nuestra función consiste en mostrar a la gente cómo vivían nuestros antepasados. Es importante saber cómo hemos vivido. A buen seguro, el Museo habrá notado en sus propias carnes las consecuencias del progresivo desinterés social. Al Museo vienen, sobre todo, visitantes procedentes del extranjero. Se quedan maravillados al ver tanta pieza antigua; especialmente los americanos1. El Guggenheim no les resulta tan atractivo, puesto que ya tienen otro similar en su propio país. Además, conocen ese modelo cultural de sobra. Visitan el País Vasco empujados por la curiosidad de conocer la cultura vasca. La gente de aquí, sin embargo, convencida de que ya lo sabe todo sobre su país, no siente interés por el Museo. Por otro lado, me gustaría potenciar la presencia del euskera en las exposiciones, ya que el lenguaje es un aspecto sustancial de la cultura. Por ejemplo, resulta imposible entender el mundo de los pastores desvinculado del euskera. Echo en falta la presencia del euskera en el Museo. Estamos pensando qué hacer sobre este tema. Comparando con la visión tradicional que los museos tienen de las exposiciones, bien se puede decir que se trata de un proyecto innovador. Pues sí. ¡A ver si conseguimos que salga adelante! Hace unos meses, Euskaltzaindia/Real Academia de la Lengua Vasca editó un precioso disco que recogía los términos correspondientes a un mismo concepto en los distintos dialectos vascos. En una exposición temporal de un museo de Canadá tuve ocasión de ver la misma iniciativa, pero aplicada al francés: nos enseñaban cómo se designaba a un mismo concepto en Francia y en Québec, para de tal forma observar la evolución que había seguido el francés en cada uno de los dos países. Ojalá pudiera hallar la manera de expresar toda la riqueza que encierra el euskera. Un lenguaje no se muestra escribiendo en un trozo de papel y colgándolo en una pared. Le estoy dando vueltas al asunto de los americanos: resulta que se apasionan por nuestra cultura, cuando nosotros no cesamos de imitar la suya. Me vienen a la memoria los incidentes del Museo de San Telmo, que dispone del dinero suficiente para actuar con arreglo a determinados modelos artísticos, pero no a otros. Lo sucedido con el Museo de San Telmo es tremendo, de vergüenza. No sólo por el Museo en sí, sino incluso por el patrimonio. Si la cuestión es que no quieren que el Museo permanezca abierto, que lo cierren y que velen por la riquísima colección que posee. No tengo ni la más mínima idea de lo que se proponen hacer. ¿Abrir otro museo? Imagino que en el fondo la cuestión es puramente política. Puedo asegurar que en nuestro caso, por lo menos, no sucederá nada parecido. El arte, a fin de cuentas, es una forma de inversión. Vende un cuadro y obtendrás una bonita suma, pero intenta vender una silla de las que tenemos por aquí. Te dirán que es preciosa, pero no te darán ni un céntimo por ella. Las dos son obras muy preciadas, pero de muy distinto valor. Amaia Basterretxea

Es licenciada en Historia y doctora en Arqueología. Desde 1997 dirige el Museo Vasco de Bilbao. En los últimos años ha desarrollado varias investigaciones y publicado obras como Bergara: Hiria erdi aroan (editorial Hiru) y Bermeotik Gaztelerrira. De Bermeo a Castilla (al hilo de la homónima exposición organizada por el Museo). 1 As? declaraba la periodista Marisa Bartolucci en la edici?n The Atlantic Online del a?o pasado a prop?sito del Museo Vasco: ?Muchos turistas confiesan preferir el Museo (Vasco) que el Guggenheim. Tambi?n yo comparto su parecer. Mientras que el glorioso Guggenheim exhibe piezas art?sticas pertenecientes a la globalizada cultura actual en la que vivimos, esta humilde y menos provocativa entidad nos permite conocer c?mo transcurr?a la vida en los maravillosos tiempos pasados. Consciente de que dentro de algunas d?cadas el mundo de los pastores, pescadores y campesinos terminar? por desaparecer, me doy perfecta cuenta del valor que encierra su testimonio?.
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