Ana Etxaide. Lingüista: En Navarra había quien a pesar de hablar euskara no se sentía vasco

2010-07-02

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

El euskara ha generado un buen número de trabajadores, gracias a los cuales nuestra lengua ha avanzado mucho y muy positivamente. En su incesante desarrollo de las últimas décadas, la evolución del euskara nos ha ofrecido también sagas familiares, en una de las cuales nació Ana Etxaide. Los Etxaide han sido fervientes trabajadores del euskara y Ana es uno de los ejemplos más claros de esta dedicación.

Usted es de Donostia, nacida en una familia de intelectuales. Su padre, Ignazio María, era escritor euskaldun...

Mi padre era ingeniero y trabajó en la Diputación de Guipúzcoa, sobre todo en la modernización de la red provincial de teléfono. Le tocó poner en marcha la automatización. En cuanto al euskara, se puede decir que mi padre se dedicó a impulsarlo entre los telefonistas y que solía examinar a los candidatos. No era vascoparlante de nacimiento. Mi madre era de Zumarraga y a duras penas dominaba el euskara... Pero delante de los hijos siempre lo hablaban, era el idioma oficial de casa.

Su padre también realizó en euskara algunos de sus trabajos técnicos...

Sí, tiene varios. El discurso de ingreso de José Ramón Montejo Garay en la Sociedad Bascongada de Amigos del país llevaba por título “El euskara, lengua de transmisión del conocimiento científico: Ignacio Etxaide, uno de los precursores del euskara técnico. Jakintza zabalkundea euskararen bidez. Ignazio Etxaide, euskara teknikoaren aitzindarietako bat”.

Diez hijos, todos euskaldunes... Jon sobresalió de manera...

Jon empezó a hacer traducciones impulsado por mi padre. En casa teníamos una biblioteca muy bonita, con muchos libros para niños. “Las aventuras de Till Eulenspiegel” fue uno de los que mi padre le pidió a Jon que tradujera. Y le publicaba los trabajos en la misma revista integrista en la que él escribía, “La Cruz”. Así empezó a trabajar en el mundo de la cultura vasca. A menudo iba al monte con los amigos, y aunque no cantaba muy bien, se aficionó a los cantos vascos. Un día vino a casa con un libro de canciones. Él con el libro y yo acompañándole al piano, se aprendía las canciones, para cantarlas luego con los amigos en el monte. Por otra parte, mi padre le encargó que nos enseñara euskara a los dos pequeños de la casa, así que nos daba clase. A él le pagaban algo y a nosotros nos compraban golosinas. Por lo tanto, yo tuve la oportunidad de aprender gramática vasca desde pequeña. Algo que no era normal en la época, claro.

¿Dónde más estudió?

Fui al colegio “Notre Dâme”, y allí teníamos que hablar en francés.

Terminó el bachillerato...

En ese colegio se hacían exámenes hasta cuarto curso y los dos últimos años tuvimos que ir al instituto. Era un colegio con alumnado muy reducido y en nuestro curso sólo éramos tres. Nos pusimos en contacto con Manuel Agud Querol e iba donde él a estudiar griego.

Agud, el profesor de filosofía Juan Amoros y otros formaron una especie de academia para preparar a los alumnos para la carrera de Filosofía y Letras. Así empecé los estudios superiores. Teníamos que ir a la Universidad de Zaragoza a hacer los exámenes. Pero después me fui a Barcelona a estudiar Filología Románica.

Rodeada de su padre, su hermano Jon, su profesor Agud... No es sorprendente que escogiera Vd. esa carrera...

¡Así es! Siempre me han gustado los idiomas. Más que la literatura, me gusta la propia lengua. Es decir, estoy más interesada en la estructura del idioma que en su contenido.

Termina la carrera en Barcelona en 1959 y directa a trabajar...

Al principio lo hice en Donostia, en la librería Zubieta, porque no quería salir de aquí y el trabajo en los colegios no me interesaba demasiado. Pasé tres o cuatro años en la librería, a pesar de que no soy muy hábil para los negocios.

Pero quise hacer la tesis. Conocía a Luis Mitxelena por mediación de mi padre, ya que éste era presidente de Euskaltzaindia y tenía relación con Mitxelena. Cuando venía a casa hablábamos sobre mi trabajo y él me animó a empezar alguna investigación. Y me pidió que reuniera los topónimos navarros terminados en “oz” en la Geografía Madoz. Terminé ese trabajito y el propio Mitxelena lo redondeó y lo presentó a un congreso sobre las lenguas de los Pirineos. Poco después empezamos con mi tesis, y en esa época Mitxelena estaba muy interesado en el origen del euskara y en su evolución y en cómo era antes, hasta la Edad Media. Estaba por ver cómo serían las distintas lenguas de las tribus que llegaron a estas tierras, lo que pasó con el idioma cuando los romanos se fueron, etc. Es una época oscura en general y también, claro, en lo referente al euskara. Mitxelena no ponía en duda una situación bilingüe: el románico, con el latín, y las distintas lenguas que serían primas del euskara. ¿Cómo evolucionaron entonces?

Uriel Weinreichek publicó en 1953 su libro “Languages in contact”, y Mitxelena tenía en alta estima su teoría. El lituano investigó la relación entre el yiddish y el alemán. Y basándose en ello, me pidió que investigara si podía sacar algo en claro de la relación entre las lenguas con el euskara actual, para compararlo con su teoría sobre la evolución del euskara hasta la Edad Media. La verdad es que no entendía muy bien lo que él quería, pero me puse manos a la obra. Quería que investigara el castellano del País Vasco, y para ello me fui a Orio.

Mitxelena me propició un magnetófono enorme que tenían en el Seminario Julio Urkijo y empecé a realizar encuestas. Nadie me dijo cómo tenía que hacerlas, pero conseguí muchísimo material. El propio Mitxelena me guió en la investigación y realicé una pequeña tesina sobre el léxico. Después, tras trabajar con la morfología, terminé la tesis. Lo que lamento es que, a pesar de que Mitxelena dirigió todo el trabajo, no pudo formar parte del tribunal de mi examen de doctorado. Esto fue en 1967.

Para entonces ya era usted profesora...

Sí. En 1964 me fui a Iruña, a la Universidad de Navarra. Mientras trabajaba en la tesis conocí al lingüista Fernando González Ollé y él me presentó a Antonio Fontán. En esa época Fontán era el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, y en 1963 creó una cátedra para la investigación del euskara y la cultura vasca. Empezó con José Miguel Barandiaran y yo entré en octubre de 1964. Barandiaran impartía las asignaturas relacionadas con la prehistoria y la etnología y yo empecé con el euskara.

Es Vd. pionera en la Universidad y en los trabajos de investigación sobre el euskara. Pero de Navarra dio el salto...

Digamos que la cátedra de euskara y cultura vasca no era oficial. Era optativa y, además, todos los que asistían no eran alumnos de la Universidad. No se pagaba; la Diputación daba alguna subvención para gastos, pero así no había futuro. Tenía que buscar otra salida, y dentro de la filología románica mi elección era el castellano. Empecé como profesora adjunta en la Universidad de Navarra, con tres alumnos, uno de ellos miembro de Euskaltzaindia, Pedro Díez de Ulzurrun.

Pero aunque seguía adelante, tenía que opositar, y en 1970 saqué una plaza de agregada en la Universidad de Santiago, donde pasé cinco cursos. Mientras tanto, en Iruña seguían con el euskara y la cultura vasca, consiguiendo un gran número de matriculados y llegando hasta los 200. Tuvimos como responsable, entre otros, a José Basterretxea “Oskillaso” y cuando volví se creó un solo grupo. Para entonces, las ikastolas ya tenían algo de presencia en Navarra y había otro ambiente. En la Universidad, en cambio, se seguía igual que antes, enseñando euskara y las asignaturas de Barandiaran. Pero estaba claro que nuestro objetivo no era enseñar la lengua, sino hacer lingüística vasca. Por lo tanto, decidimos que había que alejarse del tipo de alumno habitual, y pusimos la lingüística vasca dentro de la carrera de filología. Resultó muy interesante para los que estaban estudiando filología hispánica. La comparación entre las distintas estructuras de las lenguas les venía muy bien a los estudiantes. Y entre ellos también se extendió el interés por realizar la carrera de filología vasca, ya que tenía futuro en el ámbito profesional. Hoy en día, en cambio, tanto la filología hispánica como la vasca tienen el camino más difícil en el mundo laboral.

Los planes de estudios fueron cambiando y tuvimos que adaptar también nuestro departamento, y en determinado momento creamos ciclos sobre estudios vascos, y si los alumnos hacían un número determinado de horas en esos ciclos, los mismos eran tenidos en cuenta para sus expedientes académicos. Un nuevo plan amplió las horas lectivas de los estudiantes y disminuyó los días del curso. Los alumnos se ahogaban con esa fórmula y, por lo tanto, por nuestra parte incluimos nuestra oferta educativa como optativa y como resultado sacamos el diploma de estudios vascos. No era un título oficial, sino de la Universidad. Se les obligaba a presentar una tesina, y la gente venía muy a gusto.

No veíamos lógico crear la carrera de filología vasca, ya que no tendríamos alumnos. En cambio, teníamos estudiantes de todas las carreras como posibles interesados. De ciencias, de letras... todos podían optar a nuestro diploma. Creamos asignaturas nuevas. El aspecto administrativo era bastante complicado, pero salimos adelante.

Anteriormente, sin embargo, Vd. había realizado un trabajo en profundidad sobre la presencia del euskara en Navarra,...

Sí, eso también fue idea de Mitxelena. Me comentó que en Euskaltzaindia había unos apuntes sobre una encuesta encargada por Azkue. Se habían utilizado de forma muy superficial, sin profundizar mucho. Y Mitxelena me dijo que podía usarlos como atlas lingüístico. Me pasó los cuadernos y la Real Academia de la Lengua Vasca publicó mi trabajo en 1984. Era una encuesta muy extensa, realizada en 270 pueblos.

Más adelante, cuando trabajaba en Pamplona, Fontán me pidió que llevara a cabo alguna investigación. Y siguiendo el consejo de Mitxelena, me puse de nuevo con el mapa lingüístico de Navarra. Obtuve la ayuda de la Institución Príncipe de Viana y hasta pusieron un taxi a mi disposición para que me pudiera desplazar a los pueblos, más de sesenta en total. Grabé todo lo que pude, pero se hubo que recortar algunas cosas para publicarlo. Había problemas para escribir los signos diacríticos... y eso obstaculizó la publicación. Cuando salieron los ordenadores, en nuestra Facultad sólo había uno... así que hice a mano toda la transcripción. El trabajo lo publiqué en Eusko Ikaskuntza en 1989.

Alguien dijo de Vd. que era quien más sabía sobre el euskara... Eso la honra, sin duda. Conoce la evolución del euskara en Navarra, y claro, también la situación lingüística navarra ¿Cómo ve desde su atalaya lo que está sucediendo con la lengua vasca en Navarra?

Primero tengo que decir que no soy la que más sabe sobre el euskara... aunque se haya dicho. A lo mejor, eso sí, el haber estado en la Universidad con título de catedrática después de Mitxelena me dio esa fama... Pero eso es porque sucedió así.

¿Sobre Navarra? Es una tierra muy dispar... con zonas diferentes. Muchos de los encuestados se sentían euskaldunes, pero también los había que, a pesar de hablar en euskara... no se tenían por vascos, sobre todo en la zona de los Pirineos. Se sentían navarros y punto. Eso en torno a 1968... No sé qué rumbo habrán tomado los sentimientos desde entonces...

En todo este recorrido, es Vd. miembro correspondiente y miembro de honor de la Real Academia de la Lengua Vasca, académica de Jakiunde... Se sentirá reconocida, ¿no?

No pensaba que me iba a llegar todo eso...

Su padre, Ignazio María, estaría orgulloso de su hija...

Seguro que sí,...

Una vez de dejar su cargo en la Universidad, ¿en qué está trabajando ahora?

La Universidad de Navarra quiere traducir al euskara las obras del fundador José María Escrivá. Ya había algunas en euskara guipuzcoano, pero creímos que sería interesante que estuvieran en euskara unificado... y mientras seguía en activo en la Universidad comencé con “El Camino”. También traduje una colección de dieciocho homilías y están publicadas. Ahora estoy con otras dieciocho... Además de eso, también tengo un montón de pequeños trabajos entre manos; me he distanciado del mundo de la investigación... me dedico a objetivos más sencillos.

Terminaremos entonces con el Eclesiastés, ya que siempre hay una época apropiada para todo...

¡Así es! Ana Etxaide Licenciada en Filología Románica (Barcelona 1959), Doctor (1967), profesora ayudante y adjunta de Lengua Española en la Universidad de Navarra entre 1964 y 1970, y Profesora de Lengua Vasca de la Cátedra de Lengua y Cultura Vascas (1964-70) obtiene por concurso-oposición plaza de Profesora Agregada de Lengua Española en la Universidad de Santiago (1970-1975). De nuevo en la Universidad de Navarra, imparte cursos de Lengua. Española y Lingüística Vasca en la especialidad de Filología Hispánica. En 1981 obtiene por concurso la Cátedra de Lingüística General en la Universidad del País Vasco, incorporándose durante un breve período de tiempo para regresar de nuevo a Pamplona. En su segunda etapa en Pamplona (1975-2002) imparte Lengua Española, Lingüística General y Lingüística Vasca, y distintos cursos de doctorado. Dirige tesis doctorales en Lingüística Española y Lingüística Vasca, así como tesis de Licenciatura, de Master y Trabajos de Investigación. En 1994 pone en marcha y dirige el Diploma de Estudios Vascos, en el que toman parte alumnos de distintas Facultades hasta 2002 en que es nombrada Catedrática Emérita. En la Universidad de Navarra ha sido Directora del Departamento de Lingüística General y de la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca, Vicedecana-Directora de la División de Filología, Bibliotecaria General y representante de la Universidad de Navarra en la Junta Permanente de la Sociedad de Estudios Vascos (1978-2002). Académico correspondiente de Euskaltzaindia desde 1982. Miembro del Consejo Navarro de Euskera 1996-98. Miembro de la Comisión Técnica del Ayuntamiento de Pamplona: 1997. Vocal del a Fundación Colegio de Navarra en representación de Eusko Ikaskuntza: 1998-2002 y miembro de la Academia de las Ciencias, de las Artes y de las Letras.
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