Anuntxi Arana. Antropóloga: Si creer es tener afecto, tengo de sobra

2009-05-22

ASURMENDI, Mikel

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

Hemos conversado con la antropóloga Anuntxi Arana. Vive en Anglet. Realizó su tesis doctoral sobre la mitología vasca y es autora, entre otros, de numerosos libros en torno a la mitología. Además, es feminista y amante de la lengua vasca. Retrocedemos en el tiempo con Anuntxi Arana, volvemos a su infancia, al pueblo de Luiaondo, en el valle de Ayala. Allí comienza nuestra conversación.

“Creo que la mitología antigua tradicional es un tesoro, algo que deberían enseñar en las escuelas; pero los programas están ya tan saturados...”.

“Con todo, si veo pasar una luz por el cielo no pienso que es la Dama de Anboto; sin embargo, si un atardecer estoy en el monte, se mete la niebla y oigo irrintzis me entrará miedo, seguro, y me acordaré de Basajaun”.

“Aquí se ha extendido la opinión, el dogma casi, de que el cristianismo demonizó a los personajes de la mitología vasca; es decir, que antes eran buenos y la Iglesia los demonizó. Yo he pretendido mostrar que eso no es muy creíble, que está en la naturaleza de esos seres el ser buenos y malos al mismo tiempo, según y cómo y cuando”.

“Una mujer no tiene libertad para tomar actitudes calificadas como ‘masculinas’ y mucho menos un hombre para adoptar de comportamientos ‘femeninos’. Lo que quiere decir que la ‘masculinidad’ está mejor considerada para lograr el respeto de la gente. Todavía hay un ‘segundo sexo’”.

¿Cómo recuerda Luiaondo y el valle de Ayala en los años 50-60? ¿Qué le dio esa época de su vida? ¿Qué destacaría?

Entonces Luiaondo era un pueblo muy pequeño, un valle largo y estrecho como una salchicha con tres líneas: El río Nervión, la carretera y el tren (Bilbao-Orduña).

El paisaje era rural, pero mucha gente trabajaba ya en la industria, en Llodio sobre todo, sin abandonar la agricultura familiar. Y como la comunicación con Bilbao era buena, aquella época tenía el encanto de lo campesino y ambiente de desarrollo –claro que, solemos idealizar en nuestro recuerdo los lugares y momentos de la infancia–. En cualquier caso, aquella situación era coyuntural y no podía durar; la agricultura se acabó y Luiaondo es ahora un pueblo-dormitorio.

¿Qué me dio? La naturaleza domesticada de nuestros montes bajos, la gente del pueblo, la escuela pública... Si hubiera sido un pueblo vascófono mejor pero, bueno, aunque hablábamos en castellano, aprendimos muchas palabras en euskara que formaban parte del “castellano” local.

¿Cómo llegó a la mitología? ¿Quizá por influencia de su familia o del entorno?

En mi casa no se contaban muchas historias o leyendas. Pero cerca de allí hay en el río un pozo que se llama Lekubatxe, estrecho y muy profundo, dicen no tiene fondo; cuentan que allí solían andar la lamias (brujas) y cantaban una canción sobre un peine. Más de una hemos aprendido a nadar en ese pozo, y pensar que debajo de los pies teníamos una sima nos daba un poco de emoción; el problema real era que para entonces el agua del Nervión venía bastante sucia. Por lo demás, el tema de las lamias ni mentarlo.

Mucho después, nuestro suegro nos trajo algunos libros de Azkue y Barandiaran y entonces empecé a conocer la mitología vasca. Y todavía más tarde, en el programa de estudios teníamos literatura y lengua medieval francesas y teníamos que leer textos antiguos, Marie de France, Chrétien de Troyes, etcétera. Esa literatura tiene mucho de mitológico. Por ejemplo, un fragmento de la novela Le chevalier de la Charrette narra que Lancelot encontró en una fuente un peine de oro y marfil con algunos cabellos que había dejado allí la reina Ginebra: más allá del delirio del caballero enamorado, es evidente que Ginebra era una lamia. Creo que entonces fue cuando me di cuenta de que esas leyendas, y la mitología popular en general, tenían una difusión importante y una dimensión muy profunda. Y cuando tuve que hacer la memoria para terminar un diploma, elegí Harpeko Saindua (La Santa de la Cueva de Bidarray); fue publicado gracias a Joxemartin Apalategi, en la colección de antropología que él dirigía.

En sus obras aparecen leyendas de Orozko. ¿Qué es Orozko para usted?

Orozko es el pueblo vascófono vecino de Luiaondo y tenía fama de “nido de brujas”. Tras hacer entrevistas en Bidarray y Mendibe, en Iparralde, era natural acercarme a mi lugar de origen y conocer la tradición que habíamos perdido; y era una oportunidad para conocer el dialecto vasco local... que fue causa de no pocas dificultades. Me dio bastante trabajo pero bueno, más allá de las dificultades, creo que mereció la pena.

Explíquenos cómo son las personas que le han transmitido esas leyendas y creencias. Su pensamiento, su carácter...

Las personas que me informaron en Orozko estaban muy cerca de las creencias y, aunque no creyeran, era evidente que sentían los relatos que contaban como si las hubieran vivido: daban detalles, decían cuando y a quién le había pasado, quién lo vio... Y luego daban su opinión, qué sucesos eran ciertos, y cuáles tenían por falsos...

Todas ellas han nacido y se han criado en un ambiente rural y algunas trabajaron luego en la industria. Han vivido a caballo entre dos épocas, son hijos y nietos de personas que creían realmente, pero han visto y sufrido cambios terribles, y tienen sentimientos contradictorios. Por lo demás, no todos son iguales: algunos creen, otros tienen nostalgia del pasado y también los hay totalmente escépticos.

Incluso en la forma de hablar, algunos pronuncian muy bien y otros resultaban incomprensibles, al menos para mí; tuve que pedir ayuda a los jóvenes de la familia para poder hacer mi transcripción y, aún y todo, no conseguimos aclarar todos los misterios.

Siempre me acogieron cordialmente en su casa. Les gustaba mucho recordar las leyendas antiguas; y ni que decir tiene a mí: aún tengo que agradecerles todo lo que me han dado.

En su último libro escribe que en 1995 una señora de Urigoiti contó a sus vecinos haber visto a la Dama de Anboto. Por lo tanto, es algo reciente.

Bueno, ahora tenemos que decir que son cosas del siglo pasado. Esa señora de Urigoiti ya era muy mayor entonces. Son personas que nacieron y crecieron en un caserío, sin luz eléctrica, ni radio y mucho menos televisión. Como tampoco fueron mucho tiempo a la escuela, la tradición oral era su fuente de conocimiento principal; y algunas de ellas se han mantenido fieles a ese conocimiento durante toda su vida, afortunadamente para nosotros. No creo que en la actualidad quede alguien así, no se dan las condiciones para ello.

Nos dice que en esa misma época oyó a una mujer de Llodio decir: “yo tengo más fe en las brujas que en Dios, porque he visto brujas y jamás he visto a Dios”. ¿Usted cree? ¿Cómo?

Si creer es tener afecto, tengo de sobra. Y creo que la mitología antigua tradicional es un tesoro, algo que deberían enseñar en las escuelas; pero los programas están ya tan saturados...

Con todo ello, si veo pasar una luz por el cielo no pienso que es la Dama de Anboto; en cambio, si un atardecer estoy en el monte, se mete la niebla y oigo irrintzis me entrará miedo, seguro, y me acordaré de Basajaun –en esa cronología, primero el miedo–; pero al día siguiente me reiré de ello. La situación tiene influencia en la creencia, pero son las ideas vigentes a nuestro alrededor las que determinan la opinión del día siguiente.

Euskal mitologiaz. Jentilak eta Kristauak.

En torno al libro Euskal mitologiaz. Jentilak eta Kristauak (Sobre la mitología Vasca. Cristianos y gentiles). Hablemos de mitología y religión. Anteriormente nos explicaba qué es la mitología; ¿qué es la Religión para usted?

Para mí la mitología es algo de lo más interesante y bello que existe. Como mera definición, la mitología –los mitos– es parte importante de una religión, el conjunto de relatos sagrados que todas las religiones poseen, soporte de las creencias, justificación de los ritos... Y, además, también es instrumento para reflexionar sobre el mundo y la realidad.

La religión es más amplia, abarca la mitología, creencias y ritos de un grupo de seres humanos. Así como no hay humo sin fuego, deberíamos concluir que no hay mitología sin religión. Nosotros, cuando hablamos de la “mitología vasca”, deberíamos hablar de la “religión vasca”. Pero por estos alrededores el cristianismo ha tenido el monopolio sobre el término “religión”. Ahora se tiene en consideración también a las “grandes religiones”, fundamentalmente las tres monoteístas. Tradicionalmente se ha mirado con desprecio a las pequeñas, a las animistas, y hay quien califica de “supersticiones” las creencias y ritos animistas europeos. Cuando comenzaron a investigarlas eran “folclore”, sin ningún sentido peyorativo (ahí están los Cuadernos de Eusko-folklore creados por Barandiaran). Ahora, cuando vemos que el interés por las mismas se mantiene, las denominamos “mitología”, un peldaño más arriba, al nivel de las de Grecia y Roma. En el siglo XXI quizá se definan como “religión”.

Ha trabajado fundamentalmente sobre sincretismos: gentiles y cristianos. ¿Qué conclusión ha sacado?

Más de una conclusión. Para empezar, que la mitología vasca tal y como la hemos conocido nosotros llevaba ya muchos siglos cohabitando con otra mitología –religión– y que no podemos saber cómo era antes. Se pueden hacer comparaciones y sacar diversas conclusiones, pero no todas las extrapolaciones son legítimas, y no sabemos si los seres míticos actuales se parecen a los de la prehistoria.

Aquí se ha extendido la opinión, el dogma casi, de que el cristianismo demonizó a los personajes de la mitología vasca; es decir, que antes eran buenos y la Iglesia los demonizó. Yo he pretendido mostrar que eso no es demasiado creíble, que está en la naturaleza de esos seres el ser buenos y malos al mismo tiempo, según y cuando. Y esa dualidad tiene tanta fuerza que los propios personajes del cristianismo (el diablo y la Virgen) han pasado de ser malo-malísimo y buena-buenísima a ser seres ambivalentes en las leyendas de la mitología vasca –y en muchas de las europeas, por supuesto–.

Volviendo al País Vasco Norte. Ha realizado numerosas investigaciones ahí. ¿Es posible distinguir entra la creencia del Norte y la del Sur? ¿O entre los mundos de una y otra?

Las tradiciones y creencias antiguas se han conservado más tiempo en unos pueblos que en otros, pero la línea no divide a Norte y Sur. El proceso ha sido muy similar en las dos partes y casi todos los informadores son conscientes de que las tradiciones antiguas no tienen continuación, de que estaban ligadas a una forma de vida y desaparecerán con ella.

Creencia y transmisión. “Poca gente había en la peregrinación a Salbatore de 1998”, se lee en un pie de foto de su último libro. Cuéntenos qué son las peregrinaciones.

Las peregrinaciones son romerías, actos que se celebran una vez al año en una ermita. En el País Vasco Norte me han hablado de peregrinaciones muy serias, a algunos informadores no les parecía bien que la gente fuera a divertirse. Pero parece que antes el ambiente era mucho más alegre, con música y demás; incluso había bastantes peleas: allí se juntaban mozos de pueblos diferentes y enseguida empezaban los desafíos.

En el País Vasco Norte hay peregrinaciones famosas: San Blas de Iholdi, Magdalena de Iruri, San Salvador de Mendibe... Las más famosas son las de Roncesvalles y Lourdes, donde se reúne mucha gente. Yo me he fijado en la Santa de San Salvador porque es bastante pagana y un buen ejemplo de sincretismo. Quizá por esa razón en la actualidad no tiene mucho éxito; los más ancianos recuerdan que a mediados del siglo XX el día de la peregrinación la campa estaba completamente llena, cubierta de burros y mulas.

¿El rito tiene continuidad? ¿Qué opinión tiene el entorno social de ese tipo de iniciativas?

He oído que un cura moderno quiso suprimir una peregrinación y que alguien le reprendió diciéndole que si granizaba o había tormentas ese año el pueblo le haría responsable por no haberla celebrado. En la actualidad algunas creencias antiguas se mantienen cuando son compatibles con el cristianismo, de lo contrario, no lo creo. También hay otras creencias modernas no cristianas, tipo New Age, magnetismo y demás; incluso existe una rubrica “videntes” en las páginas amarillas de la guía telefónica.

Demonización/santificación Mentira/verdad. Feligresía y curas, relativismo y escepticismo... ¿Cómo ve a la sociedad ante esas manifestaciones que hemos mencionado? ¿Hasta cuándo creer? ¿Para qué creer?

La gente, en general, cree en función de su entorno, en concordancia con él, y da por buenas las perspectivas aceptadas socialmente, aquellas proclamadas por las autoridades que respetamos; no son consideradas creencias, sino verdades manifiestas. No tengo distancia suficiente para sopesar la evolución actual, los cambios parecen producirse muy rápidamente. Las creencias en la sociedad preindustrial eran más estables.

Deseamos tratar otros aspectos que forman parte de su carácter. Es feminista. ¿Por qué feminista?

Cuando no hay igualdad entre los sexos es natural luchar por esa igualdad, ¿no?

¿Cómo valora el trabajo realizado por el feminismo actual en las últimas décadas?

El feminismo vivió un gran florecimiento en los años 70 del siglo XX y, gracias a él, se ha logrado la igualdad desde la perspectiva legal. En Occidente sólo la iglesia niega actualmente el principio de igualdad, no acepta a curas mujeres y lo está pagando caro, tiene escasez de sacerdotes. ¡Se lo merece! Como la ley decreta la igualdad, muchas mujeres piensan que son completamente libres, que ya no hay injusticias y que el feminismo no tiene razón de ser. De ahí la desmovilización actual. Sin embargo, deberíamos espabilar porque la práctica no se ajusta a la ley. Aún hay sometimiento de la mujer en todos los ámbitos. En los salarios, las mujeres ganan un 28% menos que los hombres por el mismo trabajo. Y la violencia no cesa.

Ni que decir tiene cual es la situación en aquellos países en que la propia ley proclama la desigualdad.

En una entrevista realizada en 1996 dijo que “la humanidad se mide con el parámetro del hombre”. ¿Han cambiado esos parámetros desde entonces hasta ahora? ¿En qué medida? ¿Qué ha cambiado? ¿Si ha cambiado algo?

Quizá hayamos avanzado algo, cada vez hay más mujeres en la vida pública, en las empresas, en la política. Cabe esperar que esa realidad haya tenido su incidencia en los parámetros de pensamiento y que, efectivamente, haya habido un cambio, a pesar de que aún estemos muy lejos de la igualdad real.

El ámbito simbólico suele ser un búnker y en él predominan los criterios de género: una mujer no tiene libertad para apropiarse de actitudes calificadas como “masculinas” y mucho menos un hombre para adoptar comportamientos “femeninos”. Lo que quiere decir que la “masculinidad” está mejor considerada a la hora de lograr el respeto de la gente. Todavía hay un “segundo sexo”.

Ha criticado el predominio masculino en el uso del lenguaje y ha realizado sus aportaciones o propuestas. ¿Ha cambiado la tendencia?

La lengua es parte del ámbito simbólico y aún hay muchas resistencias. No hay más que ver las batallitas a la hora de feminizar en francés la denominación de las profesiones. Ahora ya se oye “une avocate”, pero no todas las personas lo aceptan. En español hay menos problemas. Y como en euskara no hay género gramatical, qué majos somos nosotros y todos contentos. Mientras tanto, las instituciones proponen utilizar el término “giza” (radical de “gizon” que significa “hombre”) como equivalente de “persona”. Desde el País Vasco Norte, por el contrario, propusimos el término “jende” y sus derivados (“jendartea”, “jendaki”, “jendetasuna”...). Como son expresiones propias de aquí, ahora se utilizan en los medios de comunicación –salvo a partir de una cierta edad y de un cierto grado de poder–. En el País Vasco Sur varias personas feministas y de la izquierda abertzale han optado por esa terminología.

La conciliación de maternidad y empleo es una nueva responsabilidad para las mujeres. Pienso que siempre lo ha sido, me refiero a la sociedad productiva. En el suplemento Larrun de ARGIA reflejaron el dilema de la mujer: Fama en la empresa o ama en la casa. ¿Qué opina usted? ¿Las opciones de la mujer son opciones forzadas?

Con respecto a la maternidad, hay una reivindicación muy sensata: cuando nace un bebé hay que dar la baja a la madre y al padre, a cada uno la suya; no todas en un mismo paquete, porque de lo contrario la madre tiende a coger la del padre también, y estamos en las mismas. No es más que el comienzo, pero un buen comienzo, porque los padres que se hayan ocupado de sus bebés estarán más motivados y preparados para implicarse en su educación.

En el ámbito de la igualdad, son las autoridades las que deben fomentar el bienestar general, y no dejarlo en mano de particulares. Lo mismo que con la ecología: No vale argumentar que como a la gente le gusta coger el coche hay que multiplicar y ampliar las autopistas; al contrario, las autoridades deben ofrecer un buen transporte público, y regular el individual. Quienes nos gobiernan deben poner los medios que garanticen el cumplimiento de la igualdad prevista en la ley. Anuntxi Arana (Luiaondo, 1947) Anuntxi Arana nació en Luiaondo (Ayala) en 1947. Vive en Anglet (Lapurdi). En 1996 realizó en euskera su tesis doctoral en torno a la mitología vasca: Orozko haraneko kondaira mitikoak (Leyendas Míticas del Valle de Orozko), publicada por la UPV/EHU. Por otra parte, ha estudiado creencias y leyendas del País Vasco Norte en libros como Bidarraiko Harpeko Saindua (El Santo de la Cueva de Bidarrai) o la edición de Ipar Euskal Herriko legenda eta ipuinak (Leyendas y Cuentos del País Vasco Norte, 1986) de Cerquand. En el año 2000 publicó el libro Mito hurbilak (Mitos Cercanos) y en 2004 Mitoen bilakatzea (Devenir de los Mitos), en la editorial Gatuzain. En 2008, Euskal mitologiaz: jentilak eta kristauak (Sobre la mitología vasca: gentiles y cristianos), en la editorial Elkar.
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