Balendin Lasuen Solozabal. Promotor cultural: Con la excepción de los seis años de república, no hemos vivido una auténtica democracia

2009-05-15

SILLERO ALFARO, Maider

MANTEROLA, Luis

En esta entrevista presentamos a Balendin Lasuen como promotor cultural, pero de él podríamos decir que es político, escritor, investigador, músico, empresario... “un poco de todo” según nos dice él mismo. A sus 84 años, y mientras el “ordenador” de su cabeza funcione, no tiene la más mínima intención de dejar de escribir. Actualmente está centrado en recopilar información sobre Zaldibar, su pueblo natal.

Usted es uno de los dinamizadores culturales más importantes de Bizkaia. ¿Cuáles fueron sus comienzos?

Fue en tiempos de la Segunda República cuando empecé a darme cuenta de la importancia de las actividades culturales. En 1932, a la edad de ocho años, empecé a ir al Batzoki y allí veía a adultos, chicos y chicas preparando bailes, aprendiendo papeles de teatro, ensayando canciones, preparando excursiones, aprendiendo las coplas de Santa Águeda y cosas por el estilo. Todo esto penetró en mi interior, inmediatamente y para siempre.

Según creo, la tienda de su familia también tuvo que ver con su preparación intelectual, ¿no es así?

Sí, sin duda. Las relaciones de mis padres con los clientes, con los vendedores ambulantes... me influyeron. También vendíamos periódicos y empecé a leer y a seguir la situación de todas aquellas batallas, eran los tiempos de la guerra civil, con la preocupación de quién ganaría la guerra, si nosotros o los otros. Mi padre también era un lector empedernido. Pienso que fue así como nacieron mis aficiones.

¿Escritor, investigador, político, músico, empresario... ¿qué es Balendin Lasuen?

Un poco de todo en esos cinco apartados.

¿Hijo de Zaldibar?

Sí, soy nacido en Zaldibar y ahí es donde sigo viviendo.

Es usted un señor de 84 años. Cuántas cosas no habrá visto en su larga y fértil vida...

Cierto, he visto muchas cosas y conocido no pocas actividades culturales a lo largo y ancho de Euskal Herria. En cuanto a música; conciertos sinfónicos, conciertos corales, óperas, pastorales, recitales de canto, ballets, representaciones teatrales. En cuanto a investigación; he indagado sobre los cruceros o cruces de término de los siete territorios, y también sobre los hórreos. He hecho excursiones; visitando monasterios, casas torre y palacios. Como aficionado a la montaña; cumbres, ermitas, caleras, bosques y demás... todo es de mi agrado.

Usted era presidente de la asociación Gerediaga cuando surgió la Feria del Libro y Disco Vasco de Durango. Fueron bonitos aquellos momentos iniciales... ¿no es así?

Sí, verdaderamente bonitos. Pero cuando se hizo la feria yo era vicepresidente. La feria nació el mismo año que nació la asociación, es decir, en 1965, y yo creo que tomé el cargo de presidente a finales de 1966. Cuando la señora Kontxita Astola lo dejó. Como le digo, fueron momentos muy bonitos; llenos de ilusión, sin tener yo ninguna experiencia, pero con unas ganas enormes de trabajar. Visitas a responsables de editoriales, llamadas telefónicas a dueños de librerías, fijar las fechas de reunión con ellos, etcétera, etcétera.

Homenaje a Victor Garitaonandia el 6 de marzo de 1976. (Lasuen es el segundo por la izquierda).

Foto: P. Egia.

¿Y cómo ve ahora la feria? ¿No se ha convertido en la meca de los vascos? Una gran cantidad de pecadores tras el perdón divino...

Ha sido un cambio increíble. Ciertamente ha sido un trabajo realizado paso a paso, de año en año; un trabajo espléndido el que ha realizado la Asociación Gerediaga. Espectacular. Del pórtico de la iglesia se pasó al mercado de hortalizas; del mercado de hortalizas se pasa a la calle contigua cubriéndola, y el siguiente paso, el edificio de Landa: un lugar amplio, luminoso, hermoso, bien organizado. Pero hay que seguir mejorando esta MECA, y también estar atentos, seguir de cerca los detalles más nimios. En mi opinión, al menos.

Usted fue el primer alcalde democrático de su pueblo... al principio, en 1976, sin elecciones. ¿Cómo fue aquello?

En la corporación municipal de Zaldibar había dos tendencias, pero no tendencias políticas, sino personales. Había cinco concejales que no asistían a los plenos. El alcalde decidió dirigirse al Gobernador Civil y exponerle lo que sucedía: que habían pasado tres convocatorias de pleno y que había cinco concejales que no acudían a las reuniones, y que de esta forma no se podían aprobar los presupuestos. El Gobernador le pidió los documentos referentes a las convocatorias, y una vez que los recibió, destituyó a los cinco. Éstos pusieron un recurso, y en eso estaba la cosa, si iban a volver o no.

Entretanto seguíamos sin presupuestos, porque no había ni corporación municipal. Entonces, un decreto que salió al poco de la muerte de Franco hacía una recomendación: se pedía a los alcaldes que llevaran diez años que dejaran el puesto o que dieran la oportunidad a algún otro.

El teniente de alcalde Pedro Garitaonandia y el concejal Jorge Artamendi me invitaron a mí. Al parecer ellos vieron en mí un hombre de industria, el director de la coral, alguien que había corrido mundo, miembro de varias asociaciones, presidente de Gerediaga, etc. Así pues, recibí la invitación y pensé: “El pueblo no está bien así, sin presupuestos y sin nada. Estaré dos o tres años...” Y les di mi conformidad. Me presentaron para la alcaldía. En aquella época era la corporación municipal quien decidía con los votos de sus concejales; nadie más tomaba parte en la votación. Nos presentamos dos personas. El teniente de alcalde Estanis Garitaonandia, uno de los “salseros”, y yo. Salí ganador y me nombraron alcalde. Después tuve que realizar algunas “maniobras”.

Los concejales que cesados por el gobernador de Bizkaia habían interpuesto recurso alegaban que no habían faltado a tres reuniones, que una convocatoria se había realizado dos veces y que, según la ley, habían dejado de acudir a dos reuniones. Yo veía el peligro: “Si estos vuelven, sanseacabó. Ya tenemos jaleo otra vez”. Y me fui a Madrid, a hablar con el Ministerio de Gobernación. Pedí cita con el ministro, pero fue el director general quien me recibió. Le dije que iba para saber si los cesados tenían alguna posibilidad de volver. El director general me dijo que no, o bien “una remota posibilidad, nada más”. “Mire, yo he tomado la alcaldía bajo la condición de que éstos no vuelvan otra vez. Si no, ahora mismo le presento mi dimisión”. Pero no querían tal cosa. Llamó a un abogado que trabajaba en el despacho contiguo, y también consultó a otro director... ¡El movimiento que hubo allí! “Ésa es la condición, y punto. Si lo quieren así, bien; si no, dimito”. Ellos no acertaban con la fórmula a utilizar para que el recurso no prosperara. Yo les propuse la solución: “Si quieren, lo tienen fácil: el silencio administrativo. Metan el recurso en un cajón, lo cierran con llave y la pierden, de manera que nadie lo sepa...”. Y así es como fui alcalde tres años. En lugar de los cinco destituidos, tenía el poder legal de nombrar otros tantos amigos míos y gente de confianza.

Foto: Andrés Espinoza.

Al cabo de muchos años, ganaron el recurso... Pero para entonces la sentencia no tenía ninguna efectividad.

Usted intervino en el grupo de alcaldes de Bergara de 1976 a 1979. ¿Cómo recuerda aquellos momentos?

Recuerdo que un día Altuna, el alcalde de Arrasate, me llamó para hablar del servicio de basuras, y creo que de ahí viene nuestra relación. Poco después recibí una llamada para acudir a una reunión en el ayuntamiento de Bergara. No sé quién me llamó, si Elkoro o Altuna. Así empecé a ir a todas las reuniones. Allí me expusieron el plan que tenían y me pareció bien.

Cara al exterior, una acción muy importante es la que tuvo lugar el día 21 de julio de 1976. El día del centenario de la abolición de los fueros del País Vasco. Las actividades de aquel día resultaron emocionantes: Una concentración, después una misa mayor cantada por el orfeón de Bergara; a continuación, una manifestación presidida por la ikurrina y una pancarta con el nombre de cada uno de los pueblos. El Grupo de Alcaldes de Bergara se constituyó en torno a aquel día memorable.

A partir de aquel día se llevaron a cabo diferentes acciones, entre ellas la manifestación que hicimos en Bilbao, en la que pedíamos la celebración de elecciones municipales. Para ello se necesitaba el permiso del Gobernador Civil y fuimos a pedírselo Elkoro, Altuna y yo. Yo ya lo conocía porque había estado dos o tres veces con él.

Nos acogió bien y le presentamos la petición. La leyó y después de pensárselo, empezó a dar consejos. Discutimos sobre esto y lo de más allá... En un determinado momento le dije: “Si decidís tomar esas medidas, nosotros haremos uso del pase foral”. “El pase foral... no podéis hacer eso”, respondió el gobernador.

Nos prometió que nos daría el permiso. Se consiguió la legalización de la ikurrina, y las elecciones municipales también. Fue una experiencia verdaderamente interesante.

También fue representante de cultura del Gobierno Vasco durante muchos años...

Sí, así fue. Hice tres legislaturas, es decir, doce años. Entonces me jubilé, pero todavía no me he retirado. Mientras funcione el “ordenador” de mi cabeza, quiero seguir escribiendo.

Pero mire cómo fue aquello: por aquel entonces era apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia y hacía poco que había dejado la alcaldía de Zaldibar. Mi intención era seguir en las Juntas Generales hasta acabar la legislatura y continuar en la fábrica de casa.

El primer coro mixto.

Un día, estando en la fábrica, recibí una llamada de la Consejería de Cultura del Gobierno Vasco: “Soy Josemari Velez de Mendizabal, el Viceconsejero, ¿es usted Balendin Lasuen?”. Le contesté que sí. “¿Qué tal Balendin, después de dejar la alcaldía?”. “Un poco más tranquilo” fue mi respuesta. “Tengo una invitación para usted. A ver si acepta lo que le ofrezco... ser Delegado de Cultura de Bizkaia”. Mi contestación: “No hay nadie más apropiado que yo para el cargo?”. Yo no esperaba tal ofrecimiento. “¿Para cuándo necesita la respuesta?”, le pregunté. “Hoy mejor que mañana”, me contestó. “Tengo que decirlo en casa. Me ha pillado por sorpresa”.

Al día siguiente le respondí afirmativamente. De ahí a pocos días, en la oficina de la Delegación, el Viceconsejero me presentó ante los funcionarios, el personal y los periodistas exponiendo la teoría; después vino mi contestación agradeciéndoselo cordialmente, y así empecé en mi nuevo trabajo, de muy buena gana.

Trabajé a gusto, y aprendí también. Tuve oportunidad de conocer a muchas personas e hice muchos amigos.

Una pregunta, por curiosidad: ¿somos los vascos iguales en todos los territorios?

Iguales no, parecidos diría yo. En mi opinión, la diferencia que pudiera haber se debe a la influencia francesa en Iparralde y a la española en Hegoalde. Donde más la percibo yo es en el territorio de Álava.

La vida política se ha complicado, enredado, estos últimos años... ¿o siempre ha sido así?

Yo creo que eso sucede en las naciones en que no habido democracia, y en este estado, con la excepción de los seis años de república, no hemos vivido una auténtica democracia (aunque entonces también había problemas).

Estos últimos años se ha enredado más, sobre todo en estos días del mes en curso. Vemos con claridad que la democracia no está consolidada, que tenemos una democracia bastante vacilante.

¿Es más difícil escribir sobre la historia de Zaldibar que sobre la de Euskal Herria?

Sobre la historia de Euskal Herria he escrito muy poco, pero con respecto a la de Bizkaia o de Zaldibar, escribo con bastante facilidad. Mi proyecto era escribir la historia del pueblo y mi deseo es acabarla el año que viene. Si lo logro, seré feliz.

Foto: Andrés Espinoza.

¿Se han cumplido sus sueños de juventud en torno a la cultura, la política, el mundo de la empresa...?

Sí, se han cumplido; ahora trabajo únicamente en el terreno de la cultura. Este mundo cultural lo tengo distribuido en dos apartados: la historia del pueblo por una parte, y las investigaciones genealógicas de familias por otra. Trabajo a gusto en estos dos tipos de trabajo.

¿Cómo ve la situación de la cultura vasca?

Hace tiempo que no la sigo de cerca, pero mirándola así, un poco superficialmente, diría que bastante bien. Principalmente, atiendo un poco a las exposiciones y a los conciertos de orquestas y coros. Estoy enterado de que la mayor parte de orfeones y corales buscan gente, están a falta de tenores, de bajos, etc. Y también sé que son otros conjuntos los que están de moda. Otros muchos van al gimnasio, otros a nadar, y no les queda tiempo para ir a la biblioteca...

Le voy a recordar algunos nombres: Martín Ugalde, Balendin Lasuen, Imanol Olaizola, Mario Otxoa, Ana de Begoña, Aingeru Zabala... Menuda plantilla, ¿verdad?

Esa sí que era una plantilla. ¡Qué tiempos! Bien que los recuerdo.

¿Cree usted que en política se ha perdido la ilusión? ¿No se ha pasado del cielo azul al gris?

Sí, creo que así es. Incluso yo diría más: al gris, efectivamente, pero a un gris oscuro. Es lamentable, ciertamente. ¿Qué hacer?

¿Quiénes han sido las personas que más ha admirado en la cultura vasca y de Bizkaia?

Mencionaré algunos: José Miguel de Barandiaran, Manuel Lekuona, Aita Villasante, Pierre Larzabal, Antoine D’Abbadie, Jean Haritschelhar, Santi Onaindia, Augustin Zubikarai, Goyo Monreal, Jesús Altuna, Juan Ramón Urkijo, Martin Ugalde, Aingeru Zabala, Pedro Miguel Etxenike, Adrián Zelaia, Juan San Martin, Eduardo Chillida, Nestor Basterretxea, Vicente Larrea, Ander Manterola, Imanol Olaizola, Karmelo Etxenagusia, Leopoldo Zugaza.

Hablemos de Euskal Herria. ¿Hoy en día qué le hace sentir eso que lleva en el corazón?

¡Oh, mi querida Euskal Herria! Siento pena y me duele contemplar la situación actual. Creíamos que avanzábamos hacia la consecución de nuestros derechos, y mire usted en qué situación nos encontramos ahora mismo... Balendin Lasuen Solozabal (Zaldibar, 1924) Nació en Zaldibar (Bizkaia) el 1 de junio de 1924. Ha sido alcalde de su pueblo, y Delegado de cultura del Gobierno Vasco en Bizkaia y apoderado en las Juntas Generales, elegido en las elecciones del 8 de mayo de 1983. Fundador de la Sociedad Coral de Zaldibar en 1945 y director de la misma, miembro de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País y miembro también de la Junta de Cultura de Bizkaia. Asimismo, asumió la presidencia de la Asociación Gerediaga de los Amigos de la Merindad de Durango. Ha realizado multitud de trabajos sobre temas de históricos y etnografia y es autor de Guerediaga y la Merindad de Durango, «Colección Temas Vizcainos», n.º 110, Garbiñe, Crónicas de las fiestas euskaras, Orfeones y corales de Bizkaia, Puentes antiguos de Bizkaia o Museos de Bizkaia. Actualmente su trabajo está centrado en recopilar la historia de su pueblo, Zaldibar, y en investigaciones genealógicas de familias.
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