Javier Echeverría. Filósofo: El multiculturalismo es la base sólida de las sociedades actuales

2010-04-30

SALABERRIA, Urkiri

Estamos junto al Campus de Ibaeta, en Donostia, es la hora de la sobremesa y muchos estudiantes descansan sobre el césped acompañados de un primaveral sol tibio. Javier Echeverría es un hombre joven que ha sobrepasado los sesenta; su discurso es fluido, claro y ameno, y en su dicción se guardan, como un tesoro, pinceladas de la infancia. Hablar, conversar con Javier Echeverría demuestra que la división ciencias-letras es una falacia. El Dr. Echeverría articula en una persona el paradigma de pensador capaz de hacer confluir diferentes disciplinas del conocimiento en un mismo espacio.

Licenciado por la Universidad Complutense de Madrid, en el mismo año, ¿en Filosofía y en Matemáticas?

Sí. En aquella época te podías matricular en dos carreras a la vez.

Pero desde el punto de vista de los bachilleratos antiguos, ¿cómo le fue posible afrontar dos carreras casi opuestas, en el sentido de ciencias puras y letras puras?

Quizá, en principio tuve alguna carencia con respecto a mis compañeros de Filosofía en el conocimiento de Latín y Griego. Pero conseguí aprobar Latín y con el Griego lo que hice fue no cogerla como optativa y matricularme en Árabe, en el que todos los alumnos partíamos de cero.

¿Y las matemáticas?

A mi siempre me habían gustado las matemáticas, de hecho hice PREU (el curso que se hacía para acceder a la universidad tras el Bachillerato) por ciencias y al llegar al tema de la teoría de Conjuntos y las paradojas pensé que las matemáticas planteaban realmente problemas de fundamentación. Así que además de matricularme en Matemáticas, lo hice en Filosofía, pero sin pensar en serio en hacer las dos carreras a la vez.

¿Y cómo le era posible compaginar los horarios?

Pues por las mañanas iba a Matemáticas y por las tardes a Filosofía. Allí en la complutense están las dos facultades una frente a la otra, así que no tuve dificultad para acudir a las clases. Así que al final, me fui animando y acabé las dos. Eso fue una decisión crucial en mi vida.

¿Por qué?

Porque esa decisión casi aleatoria de haber estudiado dos carreras a la vez me abrió muchas puertas después, en el mundo laboral.

Antes de que nos refiramos a su carrera profesional, ¿cómo recuerda esos años de estudiante universitario?

Terminé las carreras en el año 70, en plena época de insurrección estudiantil contra la dictadura de Franco. Durante dos o tres cursos la Universidad vivió momentos muy conflictivos con las aulas cerradas y el hostigamiento a la policía. Recuerdo que con los “grises” todo eran carreras, persecuciones fuera y dentro del campus, e incluso dentro de los edificios. Había que entrar con carné a la facultad, es por eso que mis recuerdos de la carrera, de los estudios son un tanto “agitados” (se sonríe). Hablamos de los años 67, 68, 69...

Desde el mundo de la Filosofía ¿cómo se vive toda esta revuelta?

Desde la Filosofía y desde las Matemáticas, en las dos, hubo un movimiento estudiantil muy fuerte. No solo se trataba de estar en contra del régimen franquista, sino del tipo de enseñanza y del profesorado que había en las Universidades. Piensa que los profesores habían sido “colocados” por su afinidad para con la dictadura. Las cátedras de filosofía se habían quedado desertizadas, todos los grandes pensadores de la época de la República fueron a México mayormente, donde la filosofía española brotó con una fuerza enorme. Es así que, salvo muy raras excepciones, los filósofos que quedaron aquí fueron irrelevantes.

Y ¿cómo se concretiza ese movimiento estudiantil en Madrid, por ejemplo?

Durante dos años hubo lo que se conoce como la reforma estudiantil, que consistía simplemente en que íbamos los estudiantes a clase y poníamos a los profesores de patitas en la calle. Es decir, les invitábamos a salir porque no nos interesaba lo más mínimo lo que nos contaban, como por ejemplo el Tomismo del S. XII y XIII. Así que en el momento álgido de Mayo del 68 el sistema educativo consistía en organizarnos entre los estudiantes qué temas íbamos a leer, debatir y estudiar.

Casi como un “Collège de France”...

Eso es. Además, de cuando en cuando, como cosa extraordinaria, invitábamos a algunos de los profesores que la dictadura de Franco había expulsado, por motivos políticos, de la Universidad e incluso del país.

¿Por ejemplo?

Pues por decir un par de ellos, García Calvo o Miguel Sánchez Matas. Si había oportunidad de que pudieran visitarnos, eran invitados a nuestras clases, pero lo normal era que fuéramos nosotros quienes nos organizásemos.

Ya, pero ¿cómo conseguían aprobar las asignaturas y pasar de curso?

Pues dejando que los profesores titulares entrasen a clase a poner los exámenes y estudiando de memoria los temarios oficiales. Para que te hagas una idea de cómo era un día de exámenes para mi, te puedo contar que un día me examiné de topología por la mañana y por la tarde demostré la existencia de Dios con toda la parsimonia, por la cuarta vía de Santo Tomás, como un catecismo.

Así que en realidad fueron dos carreras que valen por cuatro.

Bueno, acabé los estudios sin mucho entusiasmo en cuanto a los contenidos oficiales, pero con un gran aprendizaje en cuanto al sistema autodidacta. Lo cierto es que leíamos muchísimo; además de todo lo que nos mandaban, en las trastiendas de las librerías accedíamos a muchos libros prohibidos... En cualquier caso, acabé mis estudios e hice la Tesis Doctoral en Madrid.

¿Cómo fue el tema de la Tesis?

En principio quería hacer mi Tesis en Matemáticas, siguiendo el tema de la fundamentación de las matemáticas, o la lógica matemática, la lógica formal. No sobre Gödel sino sobre el método forcing, de Cohen... es decir, la indecibilidad de la hipótesis del continuo. Así que hablé con varios profesores, pero no encontré a nadie preparado ni dispuesto para dirigirme una Tesis sobre ese tema o similar. Es por ello que finalmente hice mi Tesis en Filosofía, sobre el concepto del lugar, un recorrido por la historia filosófica de este concepto hasta llegar a la topología. La verdad es que tuve muchísima suerte porque tuve un director que me ayudó muchísimo no solo a nivel académico, sino también a nivel personal.

¿En qué sentido?

Hubo una época en que estuve en la cárcel detenido por haberme manifestado contra Franco y, al salir, mi director me había buscado una beca para irme al extranjero. Así es que me fui a Paris, a la Sorbona, donde me encontré con el ambiente de estudio propio de las grandes Universidades. No solo a nivel de profesorado, donde pude asistir a seminarios con Jacques Lacan, o Lévi-Strauss... sino también a nivel de compañeros y de instituciones como el Collège de France que antes hemos mencionado. Era el post 68, tú podías entrar libremente en todas las clases y eso es lo que hice. Además preparé mi segunda Tesis doctoral, esta vez mucho más seria, una Tesis de Estado.

En esta ocasión ¿sobre qué tema?

Sobre Leibniz y su concepción del espacio, es decir Leibniz como precursor de la topología. Me dieron dos carpetas de manuscritos inéditos de Leibniz sobre ese tema y me puse a estudiar alemán a toda velocidad, a transcribir manuscritos...

¿En Paris?

No, para entonces me había ido a Hanover, aunque sigo con la Tesis en Paris. Esto fue posible porque pude conseguir dos becas, una en Francia y otra en Alemania. No obstante para cuando leí esta Tesis de Estado, ya estaba en San Sebastián.

¿Qué es una Tesis de Estado?

Hoy en día ya no existe, pero era un tipo de Tesis con una tradición antiquísima en Francia. Una Tesis de Estado equivalía a obtener un estatus similar al de Catedrático, pero claro, tenías que esperar a que surgiera una vacante.

O sea, había que ubicar esa Cátedra...

Eso es. (nos reímos) Lo cierto es que siendo extranjero era difícil encontrar esa cátedra, pero ello no quitó para que hiciera una lectura de cinco horas en un gran anfiteatro de la Sorbona. Así que con eso, ya me sentí académicamente satisfecho y di por concluida mi formación como investigador.

¿Cómo llegó de París a San Sebastián?

Pues a través de un anuncio en el periódico, en El País concretamente.

Explíqueme eso por favor.

Pues leí que iban a crear una Facultad de Filosofía en San Sebastián y como yo había vivido aquí de pequeño, pues me interesó y mandé mi currículo al decano, el Dr. Ramón Valls, a quien yo no conocía de nada. Entonces me cogieron para ser profesor en la nueva facultad de Filosofía, en los años 1978-80, y según me dijo Valls posteriormente, lo decisivo para cogerme, además de mi currículo, fue el tener la doble titulación. Empecé dando el primer año Filosofía de la ciencia y estadística.

Comenta que estamos en los inicios de la década de los 80, en los inicios de la misma UPV-EHU...

Sí, cuando la Facultad estaba en Zorroaga. La verdad es que cuando estaba en Alemania y en Francia, no tenía idea de volver, además de que no podía por motivos políticos y no me fue posible venir hasta que Franco hubo muerto. Una vez que ya estaba aquí me preparé una oposición en dos meses y conseguí ser junto a Arturo Valls uno de los dos únicos funcionarios que estábamos en la Facultad. En un momento determinado a Valls le surge la oportunidad de ocupar una cátedra en Barcelona y me quedo yo como la única posibilidad para asumir el decanato y me veo, a los seis meses de haber llegado de Europa, de decano de toda una Facultad que en el primer curso tuvo 300 alumnos; el segundo, 800; el tercero, 1500; el cuarto, 2300 y el quinto 3000.

¿No existían los números clausus?

No existían números clausus ningunos. La Universidad del País Vasco se acababa de crear, es el momento de la transición y tenemos mil anécdotas.

¿Por ejemplo?

En una ocasión los polimilis nos llevaron al aula Magna, nada más y nada menos que para pedirnos el voto para el estatuto de Gernika.

Sería complejo.

Bueno, durante cinco años me tocó aprender el lenguaje administrativo, su literatura, la estructura de la Universidad, el Boletín del Estado... después entró Gómez-Pin y entre los dos llevamos la Facultad en sus primeros años. Así es como comienza mi etapa institucional, desde 1980 hasta 1990, años en los que me toca actuar como secretario, vicedecano, decano y luego vicerrector durante seis años.

Una vez concluye esta etapa institucional, ¿a qué actividad se dedica?

Pues en el año noventa comienza mi etapa más productiva, empiezo a trabajar el tema de los libros. Pero no del tipo que había publicado hasta entonces, como los manuales, o sobre Leibniz... sino que me centro en la serie que publiqué sobre Telépolis, Cosmopolitas Domésticos y Los Señores del Aire que tuvieron repercusión social y que me abrió camino en el mundo de los autores, de los pensadores. Además, gracias a ellos conseguí el Premio Euskadi de Investigación en el año 1997, también me distinguieron desde el Ministerio de Cultura con un Premio Nacional de Ensayo. Y es en esta coyuntura que el CSIC me “ficha” en los inicios de la década de los noventa.

¿Y en el CSIC, qué hacían?

Me dedicaba solo a la investigación, aunque yo mantenía mi relación con la docencia a través de conferencias, cursos de Doctorado... Nunca he perdido mi vínculo con la UPV-EHU, además yo vivo en San Sebastián y lo que hago es ir a Madrid todas las semanas. Es una época de agendas muy apretadas que concluye con el hito más importante en mi vida, el nacimiento de nuestra hija Irene.

¿En qué año?

En 1996. Ahora tiene 13 años.

¿Cómo lo hacía para compatibilizar la vida profesional con la personal? Eso que ahora llamamos “conciliación familiar”.

Pues era una cosa muy difícil. Yo yendo a Madrid, mi mujer trabajando en Iruña, llevando a la niña a la Ikastola, a los partidos de fútbol, de baloncesto... era una auténtica locura.

Lo cierto es que yo era feliz en el CSIC, he dedicado toda mi vida a la investigación, tengo los seis sexenios y mi carrera investigadora es canónica. A veces, en entornos cercanos y en plan de broma, suelo decir que yo no tengo vida, tengo currículo; pero lo que estábamos comentando es que cuando surge Ikerbasque, veo la oportunidad de poder ganar en calidad de vida y por supuesto no lo dudo.

Entonces...

Dejé de ser funcionario y aquí estoy. Su infancia

Hijo de Indianos, emigrantes Mexicanos.

Su padre y su madre nacieron en Narbarte, en Bertiz y por voluntad explícita de su madre él nació en Iruña.

Fue engendrado y criado en México, por eso conserva esas pinceladas en su acento.

Familiarmente vivió en una situación muy atípica en la que convivía de modo alterno con padres y sus tíos. Además, las costumbres mexicanas arraigadas ya en su familia le marcaron en el carácter y en el habla.

Estudió en el colegio de los Maristas en Donostia hasta los 12 años, edad en la que se fue a Madrid con su familia. 19 perlas

1. “Volver a San Sebastián fue cumplir un deseo que tenía desde pequeño”.

2. “Cuando me dieron el Premio Euskadi de Investigación defendí que mi identidad es plural”.

3. “A mi hija le dije que yo tenía cuatro identidades: Navarra por deseo de mi madre, vasca por la voluntad de mi familia, otra española por parte de mi madre, y mexicana. Eso de tener cuatro identidades, es mi mayor especifidad como persona”.

4. “Soy un defensor del pluralismo, estoy en contra de la unidad”.

5. “La convergencia no confunde, se mantienen las diferencias”.

6. “Entiendo el argumento de la Unidad, pero las personas educadas en una pluralidad identitaria suponen una gran riqueza”.

7. “En la Unión Europea, el futuro es la pluralidad”.

8. “Esa tendencia de hacer del inglés la lingua franca a nivel internacional y ese monolingüismo del ámbito científico no me entusiasma lo más mínimo”.

9. “Hay un debate muy profundo, hoy en día, sobre si el conocimiento debe estar en una sola lengua o en varias. Yo desde luego estoy a favor de que se construya en varias”.

10. “Estoy en contra de que solo haya lengua materna”.

11. “La lengua es memoria, a parte de comunicación. Cuando se sueña, siempre se sueña con significantes”.

12. “La Cultura es un modo de situarse en el mundo, un modo de hacer las cosas. Sobre todo es un modo de hacer, lo importante es hacer, no ser”.

13. “La Cultura científica no es saber cosas de memoria, sino saber hacer una demostración, saber hacer el desarrollo de una fórmula, saber explicar la teoría de la relatividad, saber hacer un experimento. Ser culto es saber hacer las cosas que hace una determinada comunidad o una determinada cultura”.

14. “El multiculturalismo es la base sólida de las sociedades actuales”.

15. “La cultura, como la lengua, es constitutiva de las personas”.

16. “Una comunidad es un vínculo a través de una determinada cultura, y una sociedad incluye varias comunidades. Así, aquella sociedad capaz de incluir bastantes comunidades, es una sociedad más desarrollada que las que no”.

17. “Jakiunde es una comunidad de una enorme pluralidad, debida en gran medida al empeño de Pedro Miguel Etxenike. Es una Academia insólita, creo que en el mundo deben de existir dos Academias que reúnan las características de ciencias, artes y letras en una misma institución”.

18. “Cuando Pedro Miguel Etxenike me dijo que si quería formar parte de esta institución tan rara en la que hay escritores, fotógrafos, arquitectos, escultores, obispos, políticos, físicos, químicos, matemáticos, juristas e incluso algún filósofo, no me lo pensé”.

19. “Jakiunde representa mi idea del cosmos”. Javier Echeverría (Pamplona, 1948) Javier Echeverría Ezponda nació en Pamplona en 1948. Es investigador de la Fundación Vasca de Ciencia Ikerbasque, adscrito a la Universidad del País Vasco (Departamento de Sociología II) y Catedrático de Universidad en excedencia del Instituto de Filosofía del CSIC. Sus principales campos de investigación son la filosofía de la ciencia y la tecnología; la ética de la Ciencia; el estudio de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Principales libros publicados en los últimos años: Telépolis (Barcelona, Destino, 1994); Cosmopolitas Domésticos (Barcelona, Anagrama, 1995); Los Señores del Aire: Telépolis y el Tercer Entorno (Barcelona, Destino, 1999); Introducción a la Metodología de la Ciencia: la Filosofía de la Ciencia en el siglo XX (Madrid, Cátedra, 1999); Ciencia y Valores (Barcelona, Destino, 2002); La revolución tecnocientífica (Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2003), Gobernar los riesgos: Ciencia y valores en la sociedad del riesgo (edición en colaboración con J. L. Luján, Madrid, OEI-Biblioteca Nueva, 2004) y Ciencia del bien y el mal (Barcelona, Herder, 2007). Es miembro de la International Academy of the Philosophy of Science y Vicepresidente de la Sociedad Española Leibniz. Obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo 1995, el Premio Euskadi de Investigación 1997 en Humanidades y Ciencias Sociales y el Premio Nacional de Ensayo 2000 (otorgado por el Ministerio de Cultura por su obra Los Señores del Aire). Fuente: Jakiunde
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