Jose Luis Lizundia Askondo. Académico de la lengua vasca: Si no somos capaces de construir una nación cultural, la nación política fracasará

2011-04-15

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

En todas las culturas existen instituciones y personas estrechamente ligadas entre sí, de tal forma que, muchas veces, no sabemos dónde termina la una y dónde empieza la otra. Así, unida al nombre de Jose Luis Lizundia nos aparece la imagen de Euskaltzaindia-Real Academia de la Lengua Vasca, ya que Lizundia y Euskaltzaindia han caminado juntos desde hace medio sigo. Pero la sombra de Jose Luis Lizundia es más alargada, pues ha sido testigo directo de la reciente trayectoria cultural, social y política de Euskal Herria.

Un abadiñoarra como usted, nacido en Pamplona. ¿Cómo es posible?

Durante la guerra mi madre trabajaba en Pamplona, en el restaurante Loza, y ahí nací un poco antes de terminar la guerra. Esa es la razón.

Y posteriormente su vida queda ligada a Abadiño para siempre...

He vivido en Abadiño durante treinta y nueve años y después me he mudado a Durango, que es donde vivo ahora. En un sentido amplio, mi territorio histórico es el Duranguesado, más que Bizkaia, seguramente porque no soy nada provincialista.

Hablemos un poco sobre su infancia...

Recuerdo el barrio de Matiena, que me deparó una infancia muy feliz. Estudié en la escuela del pueblo, donde los maestros por lo general eran falangistas y enemigos del euskara. A mi me tocó un franquista-carlista navarro, Juan Bautista Azpiroz, natural de Etxarri, en el valle de Larraun. Nos hablaba en castellano, pero no nos castigaba a los niños por hablar entre nosotros en euskara. Él también era euskaldun. Recuerdo que cuando nos iba a pegar con la regla en los dedos nos decía: “jarri behatzak” (“pon los dedos”), cuando en nuestro dialecto “behatzak” son los dedos de los pies.

Con nueve años fui a los maristas de Durango y, posteriormente, cursé estudios de comercio, aunque no pude terminarlos, ya que antes de cumplir los dieciséis tuve que empezar a trabajar.

Es ciertamente curioso su perfil comercial, ya que su trayectoria profesional está ligada al derecho y a la lengua...

Un catedrático universitario me dijo hace tiempo que sabía más de derecho público que muchos abogados. Y es cierto. Yo nací en una casa pobre y, como tenía que trabajar, la opción más cercana para mi era la del comercio. Y me vinieron muy bien esos estudios. Por ejemplo, para ser subsecretario de Euskaltzaindia nos presentamos dos candidatos: Gabriel Aresti y yo, en mi caso propuesto por Juan San Martin. Gabriel y yo teníamos los mismos estudios. Y Aresti me envió una carta para decirme que renunciaba al puesto, porque creía que yo era más adecuado. He tenido que educarme como autodidacta y he dirigido mis estudios hacia objetivos institucionales.

Efectivamente, en su curriculum anterior a Euskaltzaindia figura que fue secretario municipal...

Fui secretario municipal en Garai (Bizkaia) y, posteriormente, en la agrupación Mañaria-Izurtza durante tres años y medio. Sobre esto, he de decir que para ser secretario municipal en ayuntamientos de menos de quinientos habitantes no era necesario pertenecer al cuerpo de secretarios del Estado. Eso sí, hice los correspondientes exámenes para pertenecer a ese cuerpo, pero después de aprobar dos de ellos, en el tercero me echaron para atrás. Según supe posteriormente, mi ficha policial debió ser la razón de que se me cerraran las puertas al cuerpo de secretarios del Estado.

Parece que la ficha policial vendría motivada por ser militante de la cultura vasca. ¿Cuándo surge en Vd. conciencia en favor del euskara?

El euskara era mi lengua madre y leía muchos libros. Así fue como desarrollé mi conciencia respecto a la lengua de la nacionalidad vasca. Fui, además, qien organizó las primeras clases de euskara después de la guerra en la zona de Durango, en 1963. Las impartía en la denominada “escuela dominical”, bajo el auspicio de la parroquia da Santa Ana. Por otra parte, como también colaboraba en Zeruko Argia, conocí a Ricardo Arregi y me correspondió a mi la responsabilidad de extender la alfabetización en Bizkaia.

Para aquel entonces ya conocería Euskaltzaindia, que marcaría una parte importante en su vida...

Mi primera relación con Euskaltzaindia la tuve en 1962, en un congreso organizado en Donostia. Envié una carta y una solicitud sobre la unificación de los nombres de los meses, que parece que provocó un gran alboroto. A raíz de aquello tuve mucha relación con Euskaltzaindia, por medio de la alfabetización, porque conocía a San Martin y porque fui uno de los fundadores de la Feria del Libro y Disco Vascos de Durango.

Se inició profesionalmente en Euskaltzaindia en 1969. ¿Cómo fue?

Alfonso Irigoyen dejó el cargo de subsecretario, ya que marchó a Salamanca a continuar con sus estudios. En febrero de 1969, Euskaltzaindia aprobó mi nombramiento como subsecretario, en la reunión celebrada en Baiona. Como por aquel entonces trabajaba de secretario de Mañaria-Izurtza, durante dos años tuve que compaginar ambas tareas.

¿Cómo era Euskaltzaindia cuando usted ingresó?

Yo era el único trabajador cualificado. Tenía dos secretarias, una en Bilbao y otra en Donostia. No había ni medios ni dinero. La tarea de buscar recursos económicos debía desempeñarla uno mismo, es decir, yo mismo, y tengo que confesar que tuve un gran colaboración con Eusebio Erkiaga, que por aquel entonces era tesorero de Euskaltzaindia. También la dirección de entonces, que estaba presidida por Manuel Lekuona, estuvo conmigo desde el primer momento. Poco después, en 1970, nombraron presidente de la Academia a Luis Villasante, con el que pude trabajar mucho más, pues Villasante me encomendó la tarea de reorganizar y reestructurar Euskaltzaindia. Y no podría haber llevado a cabo esa tarea si no hubiera tenido todas las facilidades de los académicos: el mismo Villasante, Haritschelar, San Martin, Satrustegi....

Fue una apuesta notable la que hizo al comenzar en la Academia, que le dio la oportunidad de desempeñar una labor pionera. Desde entonces, mucho han cambiado las cosas ¿no?

Al principio cobraba un sueldo miserable, sin Seguridad Social, pero poco a poco la actividad cultural vasca fue cobrando fuerza en la década de los setenta —el movimiento de alfabetización, el de las ikastolas, la canción vasca, la edición de libros, etc.— y se pudo iniciar un proceso de institucionalización, sobre todo después de la muerte de Franco. Yo soy un gran admirador de catalanismo político y cultural y seguí el camino de Prat de la Ribera en “La política del posibilismo”. Tuve claro desde el principio, antes del nacimiento de las instituciones autonómicas, que esa nueva institucionalización ofrecería muchas oportunidades.

¡Cuántos kilómetros, cuántas reuniones, cuántas personas...!

¡Gente de toda Euskal Herria y de todos los colores! Euskal Herria no es de un solo partido, es muy plural. De territorio histórico en territorio histórico y de comarca en comarca, hay grandes diferencias sociales. Yo conozco todos los pueblos de la Comunidad Autónoma Vasca, la mayoría de los de Navarra y casi todos los de Iparralde. En Euskaltzaindia me esforcé por extender la institución a la totalidad de Euskal Herria. Teníamos que huir del centralismo de Bilbao o Donostia y, para eso, había que acercar Euskaltzaindia a la sociedad.

Además de ser trabajador en nómina de Euskaltzaindia, con el transcurrir de los años le eligieron también académico, pasando a ocupar el lugar que dejó Jose Maria Satrustegi. Una gran responsabilidad, ¿no es así?

Según el reglamento de Euskaltzaindia, mientras seas trabajador de la institución no puedes ser académico. Sucedió que, poco después de jubilarme yo, murió Jose Mari Satrustegi, hace siete años. Entonces, el presidente de la Academia, Jean Haritschelar, el vicepresidente Juan Mari Lekuona y el tesorero Jose Antonio Arana Martija me presentaron como candidato para académico de número. Fui elegido el 27 de junio de 2003. Posteriormente, a consecuencia de la enfermedad de Arana Martija, me nombraron tesorero de la institución.

Euskaltzaindia es una institución para toda Euskal Herria, como lo es Eusko Ikaskuntza. Estaba claro, por tanto, que había que estructurar la institución a todos los niveles, teniendo en cuenta a la totalidad de territorios vascos, tanto en lo que respecta a la gramática, como en lo concerniente a la onomástica y en todos los demás terrenos. Euskaltzaindia debía atraer también expertos universitarios para trabajar en común y avanzar directos en el camino de la normalización y normativización lingüística. Y en ese sentido hemos hecho un trabajo extraordinario.

Hemos de hablar también de la situación del euskara. Olvídese por un momento de que es usted académico y dígame, como euskaldun, ¿cómo ve nuestra lengua?

Con preocupación. El euskara es una lengua minoritaria y minorizada. Por lo tanto, no podemos andar con desafíos. Y en ese sentido me parece que los euskaldunes, por esa afición nuestra por las apuestas y los desafíos, no medimos convenientemente nuestras fuerzas. Tenemos a ambos lados dos estados poderosos, con unas lenguas también poderosas que están por encima de la nuestra.

El euskara y la actividad cultural vasca han dado pasos muy importantes, pero en política muchas cosas no se han hecho bien, y eso, a veces, ha perjudicado al mundo del euskara. La utopía es necesaria pero nos falta realismo político y cultural. Desde ese punto de vista, diría que no se ha aprovechado adecuadamente la oficialidad de la lengua en la Comunidad Autónoma Vasca. En Navarra e Iparralde, la situación es peor. Y hay que decir, además, que el euskara no ha podido superar los males que ha sufrido provenientes de las diversas ideologías políticas. Sin embargo, veo fuerte al mundo del euskara.

Ha mencionado la oficialidad de la lengua y usted fue uno de los autores del artículo sexto del Estatuto de Gernika, que recoge, precisamente, la oficialidad del euskara. Eso quiere decir que también fue político durante una época y que, además, vivió momentos históricos. Fue nombrado secretario segundo del Parlamento Vasco durante la primera legislatura... ¿Qué le llevó al mundo de la política?

Por un lado, creía, y aún hoy creo, en la necesidad de una política homologada en Europa y entre nosotros, por supuesto con partidos políticos. Otra cosa es en qué se han convertido los partidos. Por eso, en las elecciones generales de 1977 fui en las listas de Euskadiko Ezkerra y en 1979 fui elegido por el Duranguesado para las Juntas Generales. En 1980 me eligieron para el Parlamento Vasco y fui secretario segundo y vicepresidente de la Comisión de Educación y Cultura, siendo presidente Alberto Ansola, del PNV, y secretario Joaquin Aginaga, de UCD. Trabajé sobre todo en la preparación de la Ley del Euskara, así como en la Ley de la Radio y Televisión Vascas y en la de Territorios Históricos, denominada LTH.

Creo que la sociedad vasca —incluyendo la política— ha sido bastante integrista y aún hoy lo sigue siendo, y en mis tareas parlamentarias no siempre se podía acertar. Como dijo una vez Jean Haritschelar, nosotros somos muy españoles, aunque no lo creamos. El integrismo llevado a la política se convierte en un mundo dogmático, y es ahí donde debemos buscar la razón del fracaso de nuestra política.

De cualquier modo, yo estoy contento porque pudimos establecer unos pilares. Por ejemplo, entre PNV y EE pactamos al 100% la Ley del Euskara, con el PSOE al 70% y con la UCD también fuimos de la mano en algunos aspectos. Desgraciadamente, HB no participaba en el Parlamento, lo cual fue un error histórico. En consecuencia, pudimos sacar adelante una Ley que ni en sueños podríamos haber imaginado. Hoy en día eso no sería posible, por el neocentralismo existente en Madrid y en los territorios monolingües en contra del euskara, el catalán y el gallego.

Ha reconocido que ve fuerte al mundo del euskara. Por otra parte, está claro que hemos retrocedido en nuestros planteamientos, al menos con respecto al Estado. Y estoy de acuerdo con usted en que, hoy en día, resultaría imposible la Ley del Euskara. También ha mencionado el fracaso de la política...

Parece que fue Churchill el que dijo eso de que cada país tiene el gobierno que se merece. En lo que respecta a la sociedad vasca, todos los partidos políticos —sean abertzales y euskaltzales o no— han hecho deméritos y son responsables de ese fracaso. Euskadiko Ezkerra también fue uno de los artífices de ese fracaso, por sus propios deméritos. Y ni qué decir tiene el PNV, que ha sido la principal fuerza política durante muchos años. Y, por supuesto, los partidos estatalistas. No sé si se darán cuenta de que han tenido una magnífica oportunidad de que las nacionalidades del Reino de España se sientan de algún modo cómodas, dentro de un estado de tipo federal. Esas nacionalidades son los vascos, los catalanes y los gallegos, y los partidos estatalistas han fracasado en eso. Quiero remarcar que el PSOE tiene una hipoteca, ya que aunque su órgano de gobierno se denomine comité federal, esa autoridad de federal no tiene nada. El principal partido de derechas, el PP, sigue con los mismos males de siempre, incapaz de dar hombres y mujeres como Julio Urkijo y, en cambio, creando neofalangistas.

Ha mencionado anteriormente su conciencia respecto a la lengua de la nacionalidad. En su discurso de investidura como académico de número también utilizó el concepto “nacionalidad”...

Pocos utilizamos el concepto de construcción nacional. Cuando hablamos de “pueblo”... ¿a qué nos referimos? El pueblo, generalmente, tiene el sentido de “terra”, “land”, “país”, y no de “población”. Y yo uso el término Euskal Herria como nación en sentido cultural e histórico. Otra cosa es cómo se materializa eso políticamente: con tres territorios, con cuatro, con siete; en un estado, en dos... No pueden quemarse etapas, como si no tuviéramos poderosos estados centralistas al lado. ¿Hemos de esperar hasta que las Encartaciones y Zuberoa formen parte de un mismo estado para tener una sola Ley del Euskara? Yo, cuando estoy en Lanestosa o en Maule, tengo claro que estoy en la misma nación. Habrá que ver cómo se formula políticamente a largo plazo esa nacionalidad. Quiero recordar que el Estatuto de Gernika recoge el concepto de nacionalidad. Y lo mismo se les reconoce a Cataluña y a Galicia. Decía Castelao en su época que el Estado español estaba formado por cuatro nacionalidades y que las cuatro estaban relacionadas con su idioma. Por lo tanto, yo utilizo el concepto de nacionalidad en ese sentido, en el que proporciona el idioma, ya que considero que la cultura debe ir antes que la política. Y si no somos capaces de construir una nación cultural, la nación política fracasará.

Hemos comentado muchas veces que las palabras suelen perder su valor, como ha sucedido en nuestro caso con las palabras “abertzale”, “Euskal Herria”, etc. ... ¿A qué atribuye esa pérdida?

Es fácil decir que la culpa la tiene el centralismo de Madrid. Tienen mérito porque han sabido levar las aguas a su molino. Pero los deméritos los tenemos nosotros aquí. Y el principal es el de ETA, que no supo dejar la lucha armada cuando debía haberlo hecho, esto es, en 1978. Y no olvido que ETA impidió durante muchos años a la izquierda abertzale tradicional hacer política homologada, dejándola fuera de sistema. Y eso ha sido un enorme obstáculo que ha obrado en perjuicio de todos.

No desapareció en el momento que parece que debía haber desaparecido, pero ahora parece que estamos en otro momento decisivo y que podemos esperar algo...

Yo creo que es hora de legalizar Sortu. Pero también es hora de que ese entorno haga política homologada, con el mismo modus operandi que cualquier otro partido democrático. Y me parece que todavía no han aprendido eso. Sortu puede ser el último tren para ese mundo. Pero es un tren que llega con retraso. ¿Qué ha ocurrido mientras tanto? Entre 1978 y 1981, el golpe de Tejero; luego la LOAPA —de la que, por cierto, me posicioné en contra en tres de las cuatro reuniones: las de Barcelona, Bilbao y Sevilla—; España entra en Europa; entra en la OTAN, lo cual tiene mucha importancia desde un punto de vista geopolítico. Quiero decir que el Estado se ha ido fortaleciendo y, en cambio, la Comunidad Autónoma Vasca debilitando. Podría estar de acuerdo con algunas ideas del mundo de la izquierda abertzale, pero no coinciden con mi estrategia política. En la izquierda abertzale tradicional hay gente de una gran riqueza desde el punto de vista cultural, pero no tanto desde el punto de vista político. Con ese maximalismo estéril que predican no se dan cuenta de que el mundo ha cambiado, de que la Unión Soviética ha caído y de que el Reino de España, además de estar reconocido, tiene una gran fuerza en Europa. Nosotros nos hemos debilitado, porque no supimos aprovechar la debilidad del Estado cuando España todavía no sabía cómo salir de las ruinas del franquismo.

Dejando a un lado la política y para ir terminando esta entrevista de hoy, le querría preguntar sobre tres personas que han estado próximas a usted en su vida, únicamente por recordar a los que ya no están con nosotros. En primer lugar, Gabriel Aresti...

Una persona mal conocida en el mundo del euskara. Fue un pionero pero, fuera de la literatura, en el terreno lingüístico, no se conoce su valor histórico.

Juan San Martin...

Ha sido un “todoterreno” que ha trabajado mucho en diferentes ámbitos.

Luis Villasante...

Muchos lo consideraban un humilde fraile, que es lo que era. Pero entre sus virtudes tenía, especialmente, un sentido institucional. El euskara le debe mucho.

Por último, ¿qué le pide Jose Luis Lizundia a la vida?

Me estoy retirando de mis tareas poco a poco y me gustaría preparar una historia de la Academia y, en general, del mundo del euskara. Jose Luis Lizundia Askondo (Pamplona, 1938) Jose Luis Lizundia Askondo nació en Pamplona, el 9 de abril de 1938. Hizo el bachiller en los institutos de Pamplona y Bilbao y cursó estudios de Comercio. Ha sido técnico de la Administración Local y secretario municipal. También ha sido subsecretario de Euskaltzaindia, desde 1969 hasta que se jubiló en 2003, y subsecretario gerente de 1995 a 2003.En la época de Luis Villasante se decidió organizar la actividad de Euskaltzaindia por comisiones y la influencia de Jose Luis Lizundia fue decisiva en ese aspecto. Posteriormente, participó directamente en la adaptación del reglamento interno para adecuar el funcionamiento interno de la institución.Ha tenido responsabilidades organizativas desde la reunión de 1968 en Arantzazu en todos los congresos, jornadas y debates internos de la Academia. Siendo vicesecretario, dio un gran impulso a la cooperación con distintos ayuntamientos y administraciones.El 25 de noviembre de 1966 fue nombrado miembro correspondiente de la Academia y el 27 de junio de 2003 académico de número. El 30 de enero de 2004 fue nombrado también tesorero, ocupando el cargo que había dejado vacante Jose Antonio Arana Martija, el cual había presentado su dimisión en diciembre por motivos de salud.Fue fundador de la Sociedad Gerediaga y subdirector de la revista Gerediaga. También participó en la creación de la Feria del Libro y el Disco Vascos de Durango. Fue miembro del Consejo de Redacción y, por un tiempo, subdirector de la revista Anaitasuna.Ha colaborado profusamente en periódicos y revistas escribiendo en euskara y castellano sobre geografía, historia, euskara, cultura en general y política. También ha pronunciado conferencias, especialmente sobre geografía, toponimia, historia y euskara, además de temas políticos.Fuente: Euskaltzaindia
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