Marian Martínez de Pancorbo. Directora del Banco de ADN de la UPV-EHU: Es muy probable que de aquí a un tiempo todos tengamos una ficha de nuestro genoma

2010-01-22

BEGIRISTAIN, Edurne

Gestionar las muestras de ADN y ponerlas al servicio de la comunidad científica es el principal objetivo del Banco de ADN de la Universidad del País Vasco (UPV). Su directora es Marian Martínez de Pancorbo, Catedrática de Biología Celular. Desde el 2005 su equipo estudia en el campus de Alava el diagnóstico precoz del cáncer y las enfermedades de Alzheimer y el Párkinson, entre otras líneas de investigación. Junto a ello, el Banco ofrece asesoría, diagnósticos y pruebas de paternidad a empresas, instituciones y particulares.

¿Qué finalidad tiene el Banco de ADN de la UPV?

La función de cualquier Banco de ADN es reunir una colección de muestras de ADN para que estén disponibles para los proyectos de investigación que necesiten utilizarlas. Supongamos un investigador que quiere trabajar en la enfermedad de Alzheimer, tiene dos opciones: una, ir reuniendo las muestras poco a poco, pero esto le puede llevar tres o cuatro años, y la otra, recurrir a un Banco de ADN que tenga las muestras. Y el Banco de ADN le puede proporcionar de una forma muy rápida 200, 300, ó 500 muestras. Esto se puede hacer no sólo en caso del Alzheimer, sino en cualquier línea de investigación. Lo cual quiere decir que un Banco de ADN acelera muchísimo cualquier proyecto de investigación que requiera muestras.

Por tanto, es muy amplio el campo de estudio al que se dedican...

El Banco lo que hace son las colecciones, y además de ser Banco, nosotros somos un equipo que hace diferentes servicios. Por ejemplo, hacemos pruebas de parentesco. Un grupo de investigación puede venir y solicitar que se le haga una secuencia para determinar una determinada mutación. Pero además de hacer las colecciones, trabajamos en diferentes líneas a las que prestamos apoyo: enfermedades neurodegenerativas, cáncer, parentesco, y luego en el área animal también hacemos identificaciones animales. También realizamos etmonología forense o determinación de organismos transgénicos. Es decir, trabajamos en varias áreas de investigación totalmente separadas. En todas esas áreas que nosotros conocemos un poco si hubiera proyectos afines, prestamos apoyo, y cuando alguien tiene un proyecto que no tiene nada que ver con éste, pero al cual podríamos dar respuesta y nos lo demanda, hacemos un estudio. Por ejemplo, si alguien quiere estudiar determinadas variantes en peces, nosotros hacemos una evaluación o asesoría, y si vemos que es posible le prestamos apoyo como servicio general de investigación.

¿A través del ADN podemos saber todo acerca de una persona?

Se puede saber la base. Nosotros inicialmente cuando nos formamos somos un poquito de ADN que nos da nuestro padre, y un poquito que nos da nuestra madre, dentro de una celulita. El programa de desarrollo está ahí, implícito, es decir, a partir de esa célula se va formando todo el organismo, y las instrucciones básicas están en esa célula, están en el ADN. Eso es como si fuera un inmenso libro de cocina, o una enciclopedia entera. En principio con eso podríamos llegar a preparar un lenguado menière estupendo, pero luego dependerá de si tenemos los utensilios de cocina o no para prepararlo. Lo que pasa es que si no tenemos la receta nunca prepararemos el lenguado meniére. Esto es, la instrucción básica esta en el ADN, pero luego esa instrucción hay que llevarla a cabo en forma de proteína. Y ahí el ambiente y los factores que nos rodean influyen para que se exprese el gen o para que no se exprese, que se exprese más o que se exprese menos. E incluso podemos también anular su expresión si vivimos muchos años, o cambiar ciertas expresiones, si por ejemplo tomamos ciertos fármacos, ciertas drogas de abuso etc. Es decir, que se puede tener una genética de base muy buena, pero luego también hay que procurar que se manifieste bien.

¿Se puede estudiar todo el genoma humano?

El genoma humano tiene 3.300 millones de pares de bases, vamos a suponer que son 3.300 millones de kilómetros de autopista. Y le pasa lo que a cualquier autopista, cuando vamos por ella no todo el rato es una ciudad y otra, sino que hay una ciudad, un tramo, otra ciudad, etc.. Cada una de esas ciudades es un gen, pero está una ciudad y dentro de unos cientos de kilómetros hay otra, y entre medio hay carretera, hay genoma. El genoma que se expresa son esos genes, esas ciudades, y el resto, lo que queda entre ciudad y ciudad, es genoma que no se expresa, que lo tenemos ahí, que lo hemos acumulado a lo largo de la evolución, y que también tiene algunas otras funciones, pero que básicamente no se expresa. Entonces, ¿qué es lo que estudiamos? Depende. Si queremos ver una enfermedad, estudiaremos la ciudad donde está el gen a ver que características tiene, pero si queremos identificar a una persona no necesitamos saber si tiene un gen u otro, o tiene un riesgo de padecer una enfermedad, iremos a la región no codificante, que es la que no se expresa, y de ahí conseguiremos la información para saber si es una persona u otra. Todo depende de que lo utilicemos en genética forense, en genética aplicada a las enfermedades, o bien que lo utilicemos para caracterizar poblaciones, etc.

¿Existe algún tipo de convenio que determina que regiones del genoma humano se pueden estudiar y cuales no?

En estos momentos lo que mejor controla la investigación que se puede hacer es la Ley de Investigación biomédica de julio 2007, muy reciente, y que todavía se va a desarrollar más. Y ahí está el marco, el limite groso modo de lo que se debe estudiar y lo que no. Si tuviéramos que hacer una elección de que es lo que se puede estudiar y lo que no, sería de sentido común: primero, que sea pertinente, por ejemplo, si tengo riesgo de tener tumores de mama, no tiene sentido que me estudien genes relacionados con la esquizofrenia. Segundo, que haya permiso para hacerlo. Cuando es una cuestión genética de una enfermedad, el médico asesorado por los grupos de consejo genético, va a decidir si es pertinente estudiarlo o no. Entonces se pide permiso a la persona. Siempre tiene que haber el consentimiento informado. En el caso de una persona incapacitada el responsable legal es el que dará el permiso. También hay algunos consentimientos que se otorgan por necesidad de diagnóstico, o por prescripción médica. Practicamente se puede estudiar cualquier región del genoma, pero con esta característica, tiene que haber el consentimiento expreso para el estudio de esa región. Hay que recordar que la ley da una opción que es interesante en el caso de la investigación. En ese supuesto, se puede anonimizar, es decir, que no haya datos personales asociados. Por ejemplo, una colección de 200 pacientes con Alzheimer en la que esas personas dieron su consentimiento para que se realizasen investigaciones con su ADN. Lo que se hace luego es separar el nombre de la referencia en el banco. Así, nosotros tendríamos 200 ADNs para estudiar, pero no las podremos asociar con ninguna persona en concreto, porque son anónimos.

La investigación sobre el genoma humano es un mundo en el que aún está todo por descubrir. ¿Se puede decir que el ADN es la gran panacea de nuestro tiempo?

Sí, es así. Ahora sabemos cómo es el genoma, pero todavía estamos preguntándonos si tenemos 20 o 25.000 genes. ¡Y eso que lo conocemos! Lo que pasa es que cada gen tiene diferentes formas de procesar la información, y es un mundo mucho más complejo de lo que parece a priori. Es como si cada persona tuviera una biblioteca con todas las instrucciones y la célula sabe como utilizarlas, pero nosotros no sabemos aún como lo utiliza.

¿Podrá llegar el momento en el que sabremos al nacer qué enfermedades va a tener una persona a lo largo de su vida, si se podrán prevenir o si se podrá modificar el genoma para evitarlo?

Sí, eso es lo que se persigue. Aunque la base está en el genoma, el genoma no determina absolutamente todo, es decir, dependerá luego de que ese recién nacido tenga unos hábitos u otros. Pero la base, es decir, el saber si tiene una predisposición a la diabetes, o a la obesidad, o a cierto tipo de tumor, eso sí se podrá saber. Pero hay que tener en cuenta que siempre va a ser una probabilidad de desarrollar una u otra enfermedad. Y de igual manera, se sabe ya que determinadas posiciones del genoma indican una mejor o peor respuesta a un fármaco, con lo cual es conveniente tratar a una persona con un fármaco u otro. En realidad sería algo así como la capacidad predictiva a partir del conocimiento del genoma. Pero todavía se está empezando. Se dice que es muy probable que de aquí a un tiempo todos tengamos nuestra ficha de nuestro genoma, y que cuando tengamos un problema de salud podremos ir con nuestra ficha del genoma al médico para saber por dónde orientarnos. Es eso lo que se está investigando ahora.

Desde el 2005 su equipo estudia en el campus de Alava enfermedades como el Alzheimer y el Párkinson. ¿Por qué vías se está avanzando?

Hay dos grandes tipos dentro del Alzheimer y el Párkinson. Por un lado están los casos de Alzheimer en la familia que se trasmiten hereditariamente, que son muy numerosos, y luego están los casos de Alzheimer que aparecen esporádicamente en las familias. El más numeroso es el que aparece esporádicamente, y por tanto no son claramente hereditarios. Y con el Párkinson pasa lo mismo. Nosotros en Alzheimer estudiamos a los que aparecen esporádicamente, mientras que en el Párkinson estudiamos los familiares. En el Alzheimer esporádico, acabamos de participar con un equipo francés que lideró a varios equipos en Europa, y hemos encontrado varios genes de mucho interés. Lo que estamos investigando ahora es si estos genes que están tan relacionados con la enfermedad de Alzheimer nos permitirían en etapas muy tempranas llegar a ver que verdaderamente esas personas tienen un riesgo muy alto de desarrollar la enfermedad, con lo cual se podría empezar a tratar muy tempranamente. Eso es lo que estamos buscando ahora, es decir, el diagnóstico lo más precoz posible. Porque el Alzheimer de momento no se puede curar, pero si se retrasa, se gana mucho. En el caso de un niño de 3 años por mucho que se le retrase una enfermedad no ganaría mucho, pero en una persona de 60 o 70 años, si se le retrasase 10 o 15 años, ganaría muchísimo. Por tanto, en el Alzheimer aunque no se pueda de momento curar lo que buscamos es tratar de diagnosticarlo muy tempranamente, para establecer diversas terapias, no solo farmacológicas, sino también de tipo psicológico muy importantes. Por otro lado, la idea es que en la medida en que vamos conociendo genes, vamos comprendiendo rutas, y así ahondamos en el conocimiento de una enfermedad; y como consecuencia de eso, puede ser que consigamos comprenderla mejor. Necesitamos que se nos encienda una bombillita por algún lado, y aunque parece que ya se están encendiendo algunas, todavía es pronto.

En Párkinson, sin embargo, es al revés, como trabajamos en enfermedades hereditarias de Párkinson, se trata de detectar si un individuo tiene el gen afectado o no. Y si está afectado está claro que tienes el diagnóstico.

¿Qué probabilidades hay de que se puedan controlar estas enfermedades?

No tanto controlarlas, sino retrasarlas. Nosotros lo que aportamos es el conocimiento, o bien si hay un riesgo alto de que se produzca, para que se empiece a tratar, y ayudar en el diagnóstico. El campo que estudia nuevos medicamentos es otro, es el campo de la farmacogenómica. Pero ese no es nuestro campo, porque necesitaríamos diferentes inversiones y estrategias.

Estos estudios los están haciendo de manera conjunta con instituciones de otros países. Por ejemplo, desde Francia les han mandado una colección de 300 muestras anónimas y las están estudiando, ¿no es así?

Sí, a ese proyecto le llamamos el proyecto Sarkozy porque fue aprobado en Francia con la firma del presidente. Este proyecto empezó hace dos años, y en abril de este año obtuvimos los resultados más importantes. Se presentó a la comunidad científica, y apareció publicado en septiembre on-line y en octubre en papel. El proyecto es un esfuerzo integrado, es decir, lo lidera Francia, pero estamos varios países europeos implicados. Por ejemplo, desde Marsella nos ha escrito un grupo para decirnos que tienen unos genes que podrían ser de interés. Tal vez no consigamos nada, pero si lo consiguiésemos, sería una gran ventaja para las personas que están metidas en el estudio, y también para los pacientes en general.

En el banco de ADN también realizan pruebas de parentesco. ¿Cuántas personas recurren anualmente al Banco de ADN para someterse a este tipo de pruebas?

Haremos unas 50 pruebas al año, pero hay muchas más que las que hacemos nosotros. Lo que pasa es que a nosotros se nos conoce como una institución, y la privacidad de las personas a veces impide que se acuda a una institución a hacer ese tipo de pruebas. Hay gente que se anima a venir, pero hay otros que no quieren quedar expuestos a tener que ir a un sitio público. Y en otros casos, nos las encarga el juzgado. Pero nosotros en ambos casos trabajamos con el mismo rigor, y eso es una garantía muy alta para cualquiera que se someta a la prueba.

También hacen pruebas criminalísticas. ¿Quién suele recurrir a hacer este tipo de pruebas? ¿La policía?

No. Hasta ahora los médicos forenses enviaban todas las muestras al Instituto Nacional de Toxicología. Ahora eso va a cambiar y se van a crear los Institutos de Medicina Legal, y siempre y cuando tengan laboratorio de genética forense, podrán hacer esas pruebas. En el País Vasco no hay todavía ninguno, pero puede ser que en breve se instaure uno de estos. Por otro lado, la policía cuando recoge pruebas puede ser que las analicen directamente en sus laboratorios. Por tanto, el Banco de ADN lo que hace es la contra-pericia. En cualquier prueba las personas tienen derecho a solicitar una contra-prueba, y a nosotros nos suele llegar ese tipo de solicitudes. Salvo en algunos casos especiales en los que nuestro laboratorio hace algunas pruebas que no se hacen en otros, como por ejemplo, la identificación genética de especies, o la identificación de un determinado animal. En esos casos especiales intervenimos nosotros, porque el juzgado o la Audiencia nos envía un oficio. Pero sino, nosotros hacemos contra-pericias.

¿Cuánta gente trabaja con usted en el Banco de ADN de la UPV?

En este momento el equipo lo formamos 20 personas entre doctores y licenciados que están haciendo investigaciones. Junto con este equipo tenemos 23 alumnos haciendo un máster en análisis forense. Ese trabajo lo tienen que hacer en un laboratorio, y por ejemplo aquí hay un total de 7 personas aprendiendo y haciendo su tesina, y a la vez contribuyendo a los trabajos de investigación, nunca a los de servicio. Todo ese trabajo lo considero muy positivo.

¿Cree, por tanto, que la UPV está viva, que hay mucho interés ciéntifico?

Sí, mucho. Hay cien veces más de interés que de posibilidad de poder aprovechar todo ese potencial. Hay mucha gente que es buenísima, pero no tiene posibilidad de quedarse, porque el número de contratos es limitado, etc. De momento vamos teniendo suerte, porque cada uno va encontrando su hueco. Pero a mi me da mucha pena que teniendo tanta gente tan fantástica como tenemos no continúen aquí. Mientras estén aquí, eso sí, tienen muy buen equipamiento y muy buenas posibilidades de hacer cosas de mucho interés.

¿Cree importante la implicación de la sociedad en la investigación científica? ¿Estamos los ciudadanos suficientemente alfabetizados?

Muchas veces no basta con querer trasmitir, hay que querer escuchar. Ese es el problema que tenemos: hemos creado muchas herramientas valiosísimas para trasmitir, pero también necesitamos que quieran escucharnos. Antes no se oía lo de alfabetizar a la sociedad en la ciencia, y ahora sí. Algo es algo. Marian Martínez de Pancorbo (Bilbao, 1953) Marian Martínez de Pancorbo es Catedrática de Biología Celular de la UPV y directora del Banco de ADN de la UPV. Desde hace cuatro años su equipo estudia en el campus de Alava el diagnóstico precoz del cáncer oral, hepático y de mama. Trabaja también con muestras de enfermos de Alzheimer y Parkinson. En el área de farmacogenética pretende descubrir que características genéticas favorecen la aparición de una determinada enfermedad. Realizan pruebas de paternidad a petición de jueces y particulares. Analizan alimentos para comprobar si contienen los ingredientes indicados en la etiqueta. Colaboran en casos penales. Participan en proyectos de recuperación de la memoria histórica analizando los huesos de fosas comunes de la Guerra Civil. Trabajan en el campo de la arqueogenética donde gracias al estudio de huesos de hasta 4.000 años de antigüedad tratan de desvelar la evolución de la población del Cantábrico. Disponen de colecciones de ADN de personas centenarias y de miembros de la diáspora vasca y sus descendientes, e incluso de animales de compañía. Y todo eso lo hacen a través del estudio del ADN.
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