Mikel Atxaga. Periodista: Seguramente habré sido el primer periodista en euskara asalariado

2009-09-18

SALABERRIA, Urkiri

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

Recuerdo el día en que visitamos a Mikel Atxaga en su casa. Era mayo; y aquella tarde pasamos una hora larga charlando con él y con su esposa. Se le notaba cansado, pero a pesar de todo nos dedicó su tiempo y su fuerza. Han pasado semanas, es de noche y acabo de llegar a casa después de dar el último adiós a Mikel Atxaga. Las lágrimas se me escapan de los ojos sin pedirme permiso. Pocas veces he estado en un entierro de cuerpo presente, y a decir verdad, todavía estoy sobrecogida. En la iglesia San Miguel de Urnieta, Atxaga nos ha ofrecido sus últimos regalos; la misa de don Iñaki, las canciones de un pueblo cantando al unísono, los bertsos de Euzkitze... y el último adiós en silencio sentido y reverencial: el “Agur Jaunak”, interpretado al txistu y danbolin, era el único sonido de la iglesia, nítido y profundo... atravesando los corazones y las almas de los allí presentes. Orain, Bidegilea izatetik Argigilea izatera joan zatzaizkigu. Gero arte Atxaga Jauna, agur! Entrevistar a Mikel Atxaga es algo que no sucede todos los días. Es evidente que se trata del antecesor de cualquier periodista de hoy en día que trabaje en euskara, por lo que es un gran honor para nosotros, en nuestra calidad de periodistas euskaldunes, tener la oportunidad de departir con él.

La mirada de este urnietarra es profunda y penetrante, de acero azul. Recientemente ha sido publicado un libro dedicado a este “pionero de pioneros”, en el cual podemos encontrar tanto la biografía como la antología de las obras de Mikel Atxaga.

Nos recibe en su casa, junto con su mujer Mª Angeles Lizarralde, y enseguida nos encontramos inmersos en una agradable charla.

Conocedor del oficio de periodista, nos facilita la tarea y comenzamos con unas notas escritas que nos pasa él mismo, antes de entrar en materia. “Lo primero que quería contarte es que, cuando nosotros nos casamos, me negaron la secularización, y la víspera de la boda me dijeron que no podía casarme, pero a pesar de todo me casé...” Oír esa confesión provoca que mi curiosidad vaya en aumento. La mirada que se dirigen Mª Angeles Lizarralde y Mikel Atxaga cobra una fuerza notoria, especial. ¿Cuál es la historia que se guarda Mikel Atxaga en su interior?

Para poder entender la situación actual, ¿qué le parece si viajamos en el tiempo y retrocedemos a las fiestas de San Martín de 1942?

(Sonríe) En aquellos tiempos tendría yo unos diez años y veníamos de Amasa mi padre, mi hermano mayor Eduardo y yo. Veníamos en tren a casa y, de repente, mi padre le preguntó a mi hermano: ¿Tú que vas a ser de mayor? “Yo jesuita” le respondió. Luego me preguntó a mi: ¿Y tú? “Yo cura”. A Eduardo no le hizo caso y lo mandó a aprender carpintería y a mi me preparó para el seminario.

Entre hermanos y hermanas, ¿qué lugar ocupaba?

Yo era el quinto de ocho hermanos, o sea que estaba en el medio. Tenía tres hermanos y una hermana mayores que yo y luego vinieron otras tres hermanas, las dos últimas gemelas, pero una de ellas murió con dos años. Vivíamos en un caserío y aquellos eran años de hambre. De todas formas, yo soy republicano de nacimiento. Somos pocos los republicanos de nacimientos que estamos vivos. Sólo somos republicanos los nacidos entre 1931 y 1936, a partir de ahí son “franquistas” (ríe).

¿Y los anteriores?

De otra dictadura, la de Primo de Rivera. Vosotros seréis democráticos...

Es cierto... por algunos meses. Pero decíamos que usted es nacido en caserío...

Sí, y en aquella época no íbamos a la escuela hasta cumplir seis años, más o menos. Cuando yo empecé en la escuela ya había pasado la guerra y estábamos en la dictadura. Yo no sabía ni una palabra de castellano. Mi maestro era de Andoain y se llamaba Jainkoa (Dios en euskara)? Por eso, yo siempre he dicho que fui escolarizado por Dios. Seguramente era euskaldun, pero en aquella época no se podía decir ni media palabra en euskara. Me acuerdo que empezábamos: “M, A, Ma; M, E, me...” o, en matemáticas, “dos por uno, dos; dos por dos, cuatro; dos por tres...”. En clase estábamos juntos los mayores y los pequeños y muchas veces los mayores les enseñaban a los pequeños. De aquella época me acuerdo de un libro que tenía mi madre de la época de la república...

¿De qué iba?

Era una antología poética. Y para leer siempre escogía la parte escrita en euskara, porque aquello era yo, no sabía qué decía, pero aquello era euskara, era mi idioma y era yo. La verdad es que en la escuela nos enseñaban muy poco, las letras, los números, cuatro operaciones... Además, cuando salíamos de la escuela siempre hablábamos en euskara.

Justo lo contrario de lo que ocurre ahora...

Sí, nosotros al revés. En aquella época, los hijos de los emigrantes hablaban muy bien en castellano, pero nosotros no sabíamos. Te contaba antes que yo era el quinto hermano y mi padre estaba preocupado por lo que íbamos a ser de mayores...

Y le respondió que quería ser cura. ¿Cómo fue la preparación para el seminario?

Pues me trajeron a Miraconcha, donde unas monjas tenían un preceptorio para preparar a los seminaristas, y ahí ya tuve que aprender algo de castellano, porque ¡lo necesitaba urgentemente!

¿Con cuántos años fue?

Con doce. Era por San Miguel (las fiestas de Urnieta son en San Miguel). Me acuerdo que el siguiente domingo, día de la Virgen, al anochecer, cogí la maleta, mi padre se echó el colchón a las espalda y vinimos en tren a San Sebastián, y de la estación a Miraconcha. En aquella época no era como ahora, y el ver aquellas viejas paredes, farolas de gas, me dio un susto terrible. Y porque no sabía cómo volver a la estación, si no me hubiera vuelto a casa directamente. Entonces me quedé ahí, estudié y llegué a ser cura. La verdad es que una vez dentro estás a gusto, haces amigos, aprendes... Nunca pensé que lo terminaría dejando. Siendo cura estuve once años en un pueblo y un buen día me pidieron que fuera a Usurbil. Al principio no sabía qué hacer, pero luego me animé.

¿Cómo eran los curas de pueblo de entonces?

Pues el que había en Usurbil era bastante carca y yo tenía cierta “mala” fama, ya sabes, vasquista, luchador... Además era para cubrir la baja de un cura que tenía que hacer la mili. Mi nombramiento fue bastante discutido y, al final, fui nombrado de esta manera: “Mientras dure la ausencia forzosa de D. Luis Urcelay”. Cuando llegué no conocía a nadie y había un ambiente bastante raro. Estuve ahí y el otro cura, cuando terminó la mili, no volvió. Se quedó en Madrid. Al final, con el ambiente que había y a cuenta de un homenaje que había que hacer a unos párrocos, me llevé una gran decepción y dejé la parroquia.

¿En qué año?

En 1972.

¿Qué fue aquello tan duro?

En primer lugar, que los curas vivieran de la religión, sin más. Y en la época del franquismo los curas cobraban su sueldo del Estado. Para entonces, en Francia ya existían los “curas trabajadores”. Aquí, en la Iglesia está muy bien visto el trabajo en la investigación o en la enseñanza, pero no se aceptaba que los curas trabajaran en talleres o en trabajos “manuales”. Tuve una gran pelea con aquello, porque yo creo que un cura puede ser médico, abogado, tornero o barrendero, y luego, en sus horas libres, dedicarse a sus tareas eclesiásticas. Además, si tienes que llevar adelante un grupo de cristianos, ¿qué sentido tiene pasarte toda la vida en una cueva haciendo exámenes? Para eso no tienes por qué ser cura, ¿no? Y en segundo lugar, no entiendo por qué los curas tienen que ser solteros y por qué no pueden ser curas las mujeres, los homosexuales... Los curas no se pueden casar y, además, se les exige ser célibes toda la vida. ¡Dile eso a un joven! ¿Quién va a querer ser cura? En la Iglesia, según el rito latino los curas se pueden casar, pero según el rito de Roma no. En su momento decidí ser cura y célibe. Luego decidí casarme y dejar de ser cura.

Entonces, al dejarlo...

Para entonces ya tenía trabajo en Zeruko Argia y podía vivir de él. Pero de repente me di cuenta de que aquellos días en los que durante tantos años anduve ocupado, los domingos, los tenía libres, y sentí un gran vacío. Se casó dos veces con la misma mujer

Nos casamos en Ayete. Era un 14 de abril, Aberri Eguna, día de la República y día de Pascua. El cura de allí era don Jacinto y ya sabía que yo no tenía permiso de secularización. Entonces me dijo que tendríamos que casarnos de nuevo y le respondí lo siguiente: "De acuerdo, estoy dispuesto a casarme de nuevo, pero el siguiente banquete lo pagas tú” (ríe). Sobre ese tema, al final el obispo Setien me dijo: “Oye, Mikel, ese asunto hay que arreglarlo”. Entonces hicimos una cena en casa. En aquellos tiempos no existían bodas civiles y para estar legalmente casados había que casarse por la Iglesia... (en ese momento Mª Angeles nos cuenta riendo: Vivimos unos años en “pecado”. Responde Mikel: Pero nadie nos denunció...)

¿Cómo que nadie les denunció? ¿Pero se podía denunciar o qué?

¡Pues claro! Algunos curas denunciaban lo que se conocía por “boda sacrílega”. Sin embargo, nosotros de sentimiento y de corazón estábamos casados, con permiso de secularización o sin él. Pero Setien nos prestó una gran ayuda para poder tener los papeles en regla y en 1975, con el permiso recibido, celebramos en casa nuestra segunda boda...

–Sí, el día en que murió Franco (añade Mª Angeles)–. Nos dijeron que no saliéramos ese día a la calle y yo le dije a Setien: “Más seguro que en mi casa no vas a estar en ningún sitio”. Y eso hicimos. Una comida en casa y Setien nos dijo: “Tómala como esposa”, “Tómalo como marido”. Firmamos los papeles y listo.

La verdad es que, para un joven de ahora, son asombrosas las cosas que podían ocurrir hace 35 años...

Sí, son cosas duras. Pero teníamos muy buenos amigos. Por ejemplo, a mi Setien me ayudó mucho (emocionado). Yo fui cura y lo dejé, y Setien siempre respetó mis decisiones y, además, me ayudó a solucionar los problemas surgidos a raíz de esas decisiones.

¿Cómo se conocieron usted y Mª Angeles?

Nos conocimos en Aizarna. Ella era de Aizarna y en aquella época era una muchacha. Su madre era viuda y trabajaba en la casa del párroco. Al principio yo vivía con una hermana, peo ella se casó y me quedé solo. Entonces empecé a ir a comer los domingos a la casa parroquial. Ahí nos conocimos. Luego, estando yo en Usurbil, ella vino a Lasarte a trabajar de maestra en la ikastola que se había abierto recientemente. A mi me pidieron ayuda para impulsar la ikastola y fue entonces cuando se produjo el reencuentro.

¿Cómo se tomó la familia que dejara se ser cura?

Fue un gran golpe tanto para la familia como para mi. Hay que tener en cuenta que yo siempre me había ocupado de los temas de la parroquia: sermones, misa, bautizos, confesiones... Era la época del Concilio y se propugnaba una Iglesia más pobre y más libre... pero yo no le veía aptitud para eso.

Anteriormente he mencionados cuáles fueron las razones para dejarlo. La verdad es que para mi madre y para algunas de mis hermanas fue algo muy duro, porque les hacía una gran ilusión tener un cura en casa, era un gran prestigio. Tener un cura en la familia era señal de categoría y, además, después de dejarlo, venían las habladurías de la gente, los chismes. Aunque se entienda que alguien tome esa decisión, los rumores de la gente siempre terminan condicionando mucho. La forma de pensar de aquella época...

Antes las decisiones se tomaban para toda la vida, el mismo trabajo te duraba toda la vida, el matrimonio era para siempre, los trajes duraban toda la vida (ríe) y por eso muchos no entendieron mi decisión de casarme. Pero otros muchos sí la entendieron y, además de respetarme, me ayudaron. La gente de la ikastola, otros curas... Había buena gente.

¿Se ha perdido en nuestra sociedad esa tendencia a ayudarse entre la gente?

Antes nos movíamos de otra manera. Los grupos eran muy importantes y la gente era más comprometida, se hacían muchas reuniones en las casas para cenar, para charlar y para andar. Se hacían muchas excursiones y surgían muchas relaciones con profesores, con padres. Por mi parte, la gente de Usurbil no se escandalizó en absoluto y vinieron a la boda y nos hicieron regalos. La verdad es que teníamos un grupo muy abierto. Nunca he sido partidario de los grupos cerrados.

¿Cómo ve a la juventud actual?

Nuestras hijas han sido muy sociables. (Añade Mª Angeles) En nuestra casa siempre han entrado los amigos con suma facilidad. Sin embargo, los jóvenes de ahora vienen muy distintos. Nosotros vivíamos con la preocupación de perder el euskara, pero hoy en día no existe esa preocupación, parece como si estuviéramos aletargados... La creación de un periódico para euskaldunes

“Antes de la guerra ya existía un periodismo en euskara, por ejemplo el que practicaba el donostiarra Joseba Zubimendi, el pionero con el que estamos trabajando ahora. Escribía una hoja en euskara en el Pueblo Vasco y los campeonatos de bertsolaris de 1935 y 1936 los cubrió él, tanto la información como los versos, y gracias a él sabemos cómo fueron esos campeonatos... Pero a nosotros no nos llegaba nada, era la época de la dictadura y todas esas cosas estaban ocultas. Hay que decir que ya en aquella época, antes de la guerra, Lizardi, Zubimendi, Nemesio Etxaniz y otros muchos estaban ya proclamando la necesidad de un periódico en euskara, y ya en la guerra surge el periódico denominado “Eguna”. Pero he de decir una vez más que para nosotros todo eso se mantuvo oculto.

Y sin conocer lo que había habido anteriormente, yo siempre impulsé la creación de un periódico en euskara, escribiendo y escribiendo acerca de ello. Y hace casi treinta años, José Ramón Beloki se puso al frente de un grupo de trabajo para analizar ese tema y presentarlo al Gobierno Vasco. En ese grupo de trabajo se analizaron bastantes temas, el euskara batua y los dialectos, quiénes, sobre qué, qué secciones... Analizó muchas cuestiones Joxerra Beloki. Por ejemplo, entre los periodistas muy pocos éramos capaces de hablar y escribir en euskara. Hay que pensar que veníamos de la dictadura y en una dictadura no era fácil aprender periodismo si no eras colaborador del sistema, ¡y ya no digo nada de aprender en euskara! Hoy en día todo ha cambiado y es mucho más fácil encontrar periodistas que trabajen en euskara. Eso sí, te diré que, seguramente, yo habré sido el primer periodista en euskara asalariado”.

Referencia del libro:

“Mikel Atxaga, bidegilea” - Elixabete Garmendia

ISBN: 978-84-457-2930-4 Mikel Atxaga (Urnieta, 1932) Mikel Atxaga, periodista, traductor y miembro correspondiente de la Academia de la Lengua Vasca, falleció el pasado 10 de septiembre, a la edad de 77 años. Mikel Atxaga Fernández nació en Urnieta, el 25 de agosto de 1932. Fue pionero del periodismo vasco y desde 1971 trabajó en la revista Zeruko Argia, entre otros medios. El 27 de junio de 1975 fue nombrado miembro correspondiente de la Academia de la Lengua Vasca. Sus primeros estudios los cursó en el seminario de Saturraran. Posteriormente estudió Filología y Teología en Vitoria y en San Sebastián, y culminó su formación en latín. Ofició su primera misa en Lourdes, en 1958, y ejerció el sacerdocio en Aizarna, durante 11 años, y en Usurbil. En 1974 abandonó el clero y se dedicó de lleno a la labor periodística. Además de Zeruko Argia, fue colaborador de las revistas Jakin y Aurrera. También trabajó en el diario Eguna y, en 1977, a solicitud del difunto Martín Ugalde, empezó a trabajar en el diario Deia, donde continuó su labor periodística hasta 2007. Durante los últimos 10 años, Mikel Atxaga ha sido el coordinador y director de la colección Bidegileak, publicada por el Gobierno Vasco. Fue también miembro del Consejo Asesor del Euskara, cofundador de las ikastolas Landaberri de Lasarte y Udarregi de Usurbil y miembro de la ikastola Ikasbide de San Sebastián. En 1998 fue galardonado por el Ayuntamiento de Andoain con el premio de periodismo Rikardo Arregi. En 2009, recibió el Premio al Mérito Argia. Fue homenajeado el 1 de abril de 2009 en el palacio Miramar de San Sebastián. En ese mismo acto, se presentó el libro Mikel Atxaga bidegilea, escrito por la periodista Elixabete Garmendia. Principales obras publicadas: . Gaztetxo, 1963 . Ezkontza bidean, 1966 . Ohiturak . Mundua, guztioi erakutsia. Traducción. 1969 . Komunikabideen beharra. 1977 . Deiadarrak. 1993 (Recopilación de artículos publicados en Deia) . EAJ eta euskara (Cien años de camino tortuoso) . Gerra aurreko eta ondoko euskalgintza . Gure Urnieta . Xalbador (Colección Bidegileak) . Euskal emakume idazleak (Bidegileak) . Sabino Arana (Bidegileak) . Jaime Kerexeta (Bidegileak) . Traducciones: Un número del cómic Tintin y Euskal Herriko Atlasa (en colaboración).
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