Raúl Ibáñez. Vicepresidente segundo de la Real Sociedad Matemática Española: Las matemáticas son parte de la cultura, no se puede separar una cosa de la otra

2007-03-16

BREA, Unai

El baracaldés Raúl Ibáñez, profesor de la UPV-EHU para más señas, es desde octubre vicepresidente segundo de la Real Sociedad Matemática Española, a la que pertenece desde hace muchos años. Más concretamente, Ibáñez ostenta desde 1993 la presidencia de la Comisión de Divulgación en la citada entidad. De paso, se ocupa del portal www.divulgamat.net, uno de los instrumentos divulgativos que la comisión ha puesto en marcha en años recientes. Ibáñez organiza multitud de acciones —exposiciones, charlas...— con el fin de divulgar las matemáticas, algo que, como queda de manifiesto en su primera respuesta, considera totalmente necesario, por no decir imprescindible. De esa necesidad hemos partido en esta entrevista que también nos ha llevado, siquiera de refilón, a otros temas colaterales relacionados con la ciencia en general, y con las matemáticas en particular.

Una fácil para empezar: ¿Por qué hay que divulgar las matemáticas?

Por muchos motivos. Uno de ellos es esa sensación que existe en la sociedad, entre la gente, de que las matemáticas no tienen nada que ver con ellos. Teniendo en cuenta que las matemáticas son algo muy importante para nuestra sociedad, es obligado que la sociedad las reconozca y se dé cuenta de que hay que apostar por ellas. Las matemáticas son útiles casi en cualquier aspecto de nuestra vida cotidiana, y en todo desarrollo de una sociedad es imprescindible que se utilice. Mucho más en una sociedad tecnológica como la nuestra. En informática, economía, arquitectura, ingeniería, medicina, biología... Prácticamente en todos los aspectos de la vida, como la entendemos, hay matemáticas. Es que incluso en lingüística, en ciencias sociales, en estudio del comportamiento humano... se utilizan matemáticas. Por lo tanto, son imprescindibles para nuestro desarrolláramos como sociedad. Si no desarrollamos nuestras matemáticas, la sociedad se estancaría.

Sin embargo, eso no obliga a que todo el mundo sepa matemáticas. ¿O sí?

Esa es la otra cuestión importante, u otra de ellas al menos. Y es que para el desarrollo de las personas, las matemáticas son imprescindibles. Desde mi punto de vista, hay dos pilares en la formación de las personas: la lengua y las matemáticas. Sin la lengua, uno es analfabeto. Puede serlo del tipo clásico, es decir, lo que se entiende por analfabeto (que no sabe leer ni escribir) o puede ser un analfabeto funcional. Yo creo que ese es el problema que actualmente puede existir en mayor medida. Casi todo el mundo sabe leer y escribir, pero mucha gente no entiende bien lo que lee, y no es capaz de expresar bien lo que piensa. Igual pasa con las matemáticas, que es el otro pilar. Si alguien no tiene un conocimiento mínimo de matemáticas, no puede desarrollar una vida cotidiana normal y corriente. La gente se autoengaña y dice que sí, pero en el fondo es mentira, porque en nuestra vida hay un montón de decisiones que tomamos en base a números, un montón de situaciones en que tenemos que utilizar razonamientos matemáticos...

¿Podría ponernos un ejemplo?

Un ejemplo es que uno lee el periódico y muchas noticias no las acaba de entender del todo, si no entiende un poquito de probabilidad, de porcentajes, de simple aritmética... El otro día salió una noticia sobre que el gobierno inglés estaba preocupado porque la gente no entendía las rebajas. Ese tipo de cosas son ciertas. Vamos a pedir un presupuesto, o vamos al banco a pedir un crédito... En todo eso hay un razonamiento matemático, aunque sea muy sencillo, que si uno no entiende, no sabe de qué le están hablando. Por lo tanto, creo que para el desarrollo de las personas es imprescindible una buena enseñanza de las matemáticas. Esas dos serían las razones más importantes, pero creo que también hay que aprender por inquietud cultural. Nadie pregunta por qué hay que estar interesado en la música, en la pintura, en la filosofía, en la historia o en la literatura. Pues en la ciencia igual, es parte de la expresión humana.

Pero quizá dentro de la ciencia las matemáticas interesan menos que otras disciplinas...

No mucho menos. El problema es generalizado, aunque en matemáticas se agrava. El problema es que las matemáticas tienen esa imagen negativa procedente de la escuela. La gente ya no sólo no se preocupa desde el punto de vista de la inquietud cultural, sino que incluso rechaza cualquier contacto con las matemáticas. Esa es otra de las causas por las que hacemos divulgación: para que la gente se familiarice con ellas, empiece a entenderlas, a apreciarlas, y no se conviertan en un tabú. Todos sabemos que hay comportamientos típicos, como decir “ay, yo soy de letras, no quiero saber nada de matemáticas”. O le haces a alguien un razonamiento sobre números, y dice “¡ay, yo no entiendo!”. Ni siquiera intentan entender.

¿A qué se debe eso?

A que hay un bloqueo personal sobre ese tema. Y hay que intentar que ese tipo de actitudes no existan, porque es beneficioso para la persona y para la sociedad. Las matemáticas son parte de la cultura, no se puede separar una cosa de la otra. Si uno elimina las matemáticas de la cultura, no entiende el desarrollo cultural. La gente dice: “bah, eso es mentira”. Yo siempre pongo el mismo ejemplo: los cubistas. Dentro del cubismo hay una gran preocupación por las matemáticas. Tiene que ver con la cuarta dimensión, la idea del espacio... Luego, las tendencias del siglo XX —futurismo, surrealismo...— heredaron toda esa preocupación. Sin embargo, hasta el año 1970, prácticamente, todos los críticos de arte obviaron esa relación entre cubismo y matemáticas. Hacían un montón de comentarios sobre el arte cubista, acertados muchos de ellos, y seguramente todos correctos, pero olvidaban una de las piezas del puzzle, y sin esa pieza no se puede entender el puzzle.

¿A su juicio, por qué se crea ese rechazo durante la época escolar?

En primer lugar, debo aclarar que yo no soy un experto en esa materia. Suelo reflexionar un poco desde mi ignorancia, pero también desde mi vivencia. Y creo que hay varias causas. Una es que las matemáticas tienen un lenguaje propio. ¿Por qué se utiliza? Porque cuando uno quiere modelizar cualquier situación de la vida, necesita algo que sirva para todo. Ese lenguaje propio, y distinto, es uno de los motivos por los que a la gente se le hacen difíciles las matemáticas; tienen que cambiar de lenguaje. Esa es una primera dificultad.

O sea, ¿que el lenguaje de las matemáticas es un lenguaje difícil?

Es un lenguaje distinto. Y seguramente difícil también. Eso, en la etapa escolar, es muy complicado de asumir. Además de un punto de abstracción. De hecho, en la enseñanza de los niños hay un proceso de abstracción muy importante, que normalmente se asocia con cosas de matemáticas: la geometría, los números, etc. El problema es que las matemáticas siguen siendo un proceso de abstracción muy importante. Y además, una de las cosas por las que se hacen difíciles es porque no se sigue esto que voy a decir ahora: que las matemáticas están en la creación del proceso de pensamiento en los niños. Es decir, cómo se piensa, cómo se desarrolla el pensamiento, tiene mucho que ver con enseñar las matemáticas bien. Y el problema es que si no se enseñan bien, ese proceso de pensamiento tampoco se crea bien. Yo creo, y ahora vamos al tercer punto, que no siempre se han enseñado bien las matemáticas.

¿Ahora sí?

No digo que ahora sí, digamos que no siempre se han enseñado bien. Hay muy buenos profesores, pero a veces las matemáticas son difíciles de enseñar, y no se ha facilitado que eso que es difícil se pueda enseñar bien. A veces, por ejemplo, no ha contribuido nada en la educación lo que se ha llamado la matemática moderna, ese proceso de hiperabstracción. Tampoco ha contribuido que, muchas veces, quien enseña matemáticas no tiene conocimientos de matemáticas, porque tiene otra titulación, incluso de disciplinas no científicas. No quiero mencionar casos concretos por no ser políticamente incorrecto, pero a veces da clase gente que simplemente pasaba por allí. Otra dificultad, que quizá es más acuciante ahora que en otros momentos, es esa filosofía de que el esfuerzo no es importante. No, no, en matemáticas hay que trabajar, eso de que con motivar vale y lo demás le llega al alumno por inspiración divina... no. Hay que trabajar, en otras asignaturas creo que también, pero en matemáticas desde luego. El esfuerzo es muy importante, y estamos en una sociedad en la que se tiende a minimizar esa importancia.

¿Qué tal recibe el gran público sus esfuerzos por divulgar las matemáticas?

Muchas veces para sorpresa nuestra, muy bien. Cuantitativamente y cualitativamente. Esa idea de “bestia negra” hace que cuando a mí se me ocurre hacer una acción divulgativa, y voy a pedirle a una empresa que colabore con nosotros, normalmente hay un cierto rechazo. “Matemáticas, esto no le va a interesar a nadie...”. Vas a un museo, y lo mismo: planteas tu idea y normalmente la reacción es negativa. Cuando te escuchan y no te rechazan de inicio, empiezan a ver que la cosa puede tener cierto interés, pero cuando ven el desarrollo, se quedan con las ganas de haber hecho mucho más. Eso es fruto de esa mala prensa que tenemos. A mí lo que me toca es convencerles al principio de que eso va a ser un éxito. Y no hablo por hablar. Voy a los datos: la página de Divulgamat empezó su andadura a finales del 2004, y ahora mismo hemos tenido varios meses con más de 7000 entradas diarias. Es increíble, pero es cierto, y entra gente de todo tipo. Eso quiere decir que hay mucha gente interesada en las matemáticas. Hemos organizado una exposición en Madrid durante dos meses y medio. Las dos o tres primeras semanas hubo colas en la calle de hasta hora y media. Más de 40.000 personas la han visitado. El problema es que la gente, inicialmente, no es consciente de ese interés, y a la gente de la calle le tienes que mostrar bien las cosas, decírselas en el nivel adecuado a cada contexto, y explicar bien en qué consisten. Y normalmente funciona. Yo por ejemplo, tengo un pequeño espacio en una emisora de radio, y para sorpresa nuestra en cierta medida, ha sido un éxito. También he ido hace poco, aunque no es muy usual, a dar una conferencia a un instituto, explicando la utilidad de las matemáticas.

¿Y qué tal le fue?

Creo que, en términos generales, estuvo bien, teniendo en cuenta que los oyentes eran más de 200 alumnos de 3º y 4º de ESO. El caso es que creo que es una obligación del gobierno y de los centros escolares el que en esos centros se desarrolle una divulgación para los estudiantes. Y además, es una obligación de los propios científicos, de las instituciones y de la sociedad en general, que también haya divulgación en diferentes medios, y eso es lo que poco a poco irá haciendo ver a la gente la utilidad, la necesidad, la implicación cultural de las matemáticas. Los programas que nosotros hacemos son escasos, pero la gente lo va descubriendo. Una muestra de ello es que cada vez hay mayor interés por las matemáticas, cada vez se publican más libros de divulgación matemática, cada vez se hacen más acciones divulgativas, cada vez tengo menos problemas cuando planteo una acción...

Entonces, el rechazo del que hemos partido como premisa...

Sigue existiendo, ¡eh! Vamos avanzando, pero eso significa una labor muy dura. En la ciencia en general hay un problema muy grande que tiene un poco que ver con lo que estamos hablando: Europa se está quedando sin científicos. Europa es una potencia científica, tiene un montón de programas científicos, y sin embargo se está quedando sin ellos. Por ejemplo, la Agencia Espacial Europea tiene muchos programas, muchos de ellos con las subvenciones, los aspectos económicos... resueltos, y son programas de cara al 2020 o 2030, pero no tenemos a los científicos que tienen que desarrollar esos proyectos.

¿Porque no surgen de las universidades o porque se van?

Fundamentalmente, porque la vocación científica está empezando a disminuir desde secundaria. En ciencia en general, no sólo en matemáticas. Eso provoca que vaya menos gente a la universidad, que en la universidad se decanten menos por las ciencias, y que al final salgan menos científicos. Resulta que es un trabajo que va a tener salida segura y sin embargo, la gente no lo estudia.

¿Qué hacer?

En este momento, por ejemplo, la Agencia Espacial Europea ha hecho varias cosas. Bueno, la ciencia europea, en general, está haciendo varias cosas. La primera es plantearse que quizá haya que contratar a indios, porque en la India —como en otros lugares— hay mucha gente que está haciendo ciencia. En segundo lugar, intentar hacer programas que muestren a los estudiantes de secundaria la importancia de la ciencia y la diversión que puede proporcionar hacer ciencia. Nosotros participamos en un programa que se llama Ciencia en Acción, que está destinado a los profesores, para que luego ellos a su vez motiven a los alumnos.

Las matemáticas no tienen todavía buena prensa. ¿Y ustedes los matemáticos?

En efecto, normalmente se nos ve como locos, estrafalarios, fuera de la sociedad... pero en el fondo la gente crea esa imagen para no preocuparse, para mantenernos al margen. Si yo voy por la calle y pregunto a la gente qué hace un matemático, nadie lo sabe. Con la divulgación también queremos enseñarle a la gente que un matemático puede trabajar en el metro de Bilbao, en un banco, en bolsa, en una empresa que hace aviones... Un matemático puede trabajar en multitud de trabajos que son necesarios. Y a veces no se utilizan matemáticos en esos trabajos porque no se es consciente de que, haciéndolo, se resolverían buena parte de los problemas. También eso es una parte importante de la divulgación: que los empresarios, los gobiernos, los políticos... sean conscientes de que a veces, poniendo un matemático en diferentes empresas, en diferentes proyectos, se pueden resolver problemas que de otra forma no se pueden resolver.

Volviendo al tema de la imagen de los matemáticos... Sí, esa imagen es la barrera que quieren poner. Y es que si admitiéramos que las matemáticas son interesantes y que los matemáticos son gente normal, quizá el problema seria nuestro. Y es más fácil decir que el problema es del matemático y de las matemáticas. Dijo en su momento un alto cargo político: yo he llegado a donde he llegado sin saber más que las cuatro reglas. Si en la sociedad su utilizaran sólo las cuatro reglas, tendríamos una sociedad cavernícola. Quizá feliz, pero cavernícola. Hay algo que nos pasa a todos los matemáticos: nos presentan como tales y la gente pega un bote y dice: “¿de verdad?”, con tono de sorpresa. Aún no te han conocido, y ya empiezan a hacerse sus cábalas. Pero normalmente nadie se presenta como matemático. Yo tengo compañeros en la plaza, que son los padres de los compañeros y compañeras de mi hijo, y allí nos conocemos como padres. A posteriori se enteran de que eres matemático, y normalmente la reacción es: “Ah, pues no se te nota, eres normal”. Claro, porque los matemáticos somos gente normal. Otro de los tópicos es que somos gente fuera de la sociedad, que no nos implicamos en los problemas sociales, que vivimos en nuestro mundo. Hombre, eso es cierto no sólo en los matemáticos, sino en casi todos los que tienen un trabajo que les abstrae mucho, pero no es cierto que no nos impliquemos. A lo largo de la historia hay muchos casos de matemáticos que se ha implicado en problemas sociales. Yo suelo poner un ejemplo muy bonito, que en estos tiempos que corren queda muy bien: Condorcet, en la Revolución Francesa, hizo un alegato en la Asamblea Nacional pidiendo el voto para la mujer. Obviamente no le hicieron caso. Pero es un ejemplo de la implicación de un matemático en la sociedad. De hecho, muchos de los implicados en la Revolución Francesa eran matemáticos y científicos. Condorcet no es un caso aislado. Raúl Ibáñez Torres (Barakaldo, 1968)

Raúl Ibáñez cursó los tres primeros años de la carrera de Matemáticas en la UPV-EHU, aunque luego continuó sus estudios en Salamanca, donde obtuvo finalmente la licenciatura. Volvió a la UPV-EHU para doctorarse, y desde 1992 es profesor en dicha universidad. Preside desde 1993 la Comisión de Divulgación de la Real Sociedad Matemática Española, y desde octubre de 2006 es vicepresidente segundo de dicha entidad.
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