Nestor Basterretxea. Escultor: He tratado de ser un hombre culto en lo que me atraía

2010-06-04

VELEZ DE MENDIZABAL AZKARRAGA, Josemari

Se ha dicho de él: “Nestor ha llorado con el País Vasco, y se ha alegrado con el pueblo vasco, ha compartido la alegría de un país que avanza y que se moderniza y ha compartido también el sufrimiento en la búsqueda, en la necesidad de buscar la paz”. Basterretxea es militante artístico y militante vasco.

Ya su nombre, Nestor, revela rebeldía... en un pueblo natal como el suyo, Bermeo, donde seguro que no se estilaban tales concesiones al nomenclátor...

La razón de mi nombre significa el no sometimiento a una dictadura. Nací en 1924, gobernando Primo de Rivera, y estaban prohibidos los nombres autóctonos. Mi padre era diputado del PNV en las Cortes españolas, y su idea era la de bautizarme con nombre vasco. Pero al no poderlo hacer eligieron Nestor, no sé si por el personaje de la Iliada, o por un abogado romano mártir que encontró en el santoral...

De 1.924 a 1.936 en Bermeo... y entonces comienza su periplo...

En Bermeo estuve hasta la guerra civil. Costó mucho que nos enteráramos que había estallado una guerra. Recuerdo que cuando bombardearon Otxandio, con más de cincuenta fallecidos, los bermeanos aún nos preguntábamos “¿pero, por qué?” Pronto se dio el bando de que las mujeres y los niños saliéramos de Bermeo, y nos fuimos a San Juan de Luz.

Y comienza entonces el Nestor errante...

He sido un errante forzado. La verdad absurda y horrorosa de la guerra es la causante de ello. Pasamos a Paris, donde mi padre trabajó en la delegación vasca de aquella ciudad. Y llegamos cuando se había inaugurado la Exposición Universal de 1937. La España republicana tenía su stand, que contrastaba enormemente con lo que contenía, que eran películas de guerra, de refugiados etc. por el efecto de la guerra que se estaba viviendo en la península. Yo tenía 14 años pero ya me di cuenta de la realidad aquella, con una escenografía maravillosa y un tremendo dolor como contenido.

Se bombardeó Gernika y los encargados del pabellón creyeron que se debía hacer un mural, a poder ser por un artista vasco. Mi paisano Jose Mari Ucelay, comisario en aquella exposición del área vasca, corrió hacia Aurelio Arteta, que se encontraba en Biarritz, le expuso la idea... y Arteta declinó la invitación, ya que estaba a punto de embarcar para México. Ante la negativa de Arteta, no hubo duda de que fuera Picasso quien lo hiciera.

De Europa al otro lado del océano...

Estando en Paris se declara la guerra mundial. Estaba estudiando el bachiller. Salimos con mi abuela hacia el sur, quedándose mis padres en la capital. Llegamos a Marsella. Allí se había contratado el famoso barco Alsina, y entre los que esperaban que zarpara se encontraba Alcalá Zamora. Pero la Gestapo ya funcionaba con total impunidad, y el cuñado de Franco, Serrano Súñer, hacía las veces de delator, acusando a los que creía oportuno. En aquel momento fue arrestado, ya a bordo del barco, Rafael Picavea, que había sido promotor y director del periódico El Pueblo Vasco.

Nos metieron en la bodega de proa los hombres y de popa las mujeres. Llegamos a Dakar, donde nos retuvieron durante cuatro meses. Para no aburrirnos, cada quince días en la proa organizábamos un festival, con un violinista judío, un ballet ruso, y los vascos con nuestro orfeón. Era un espectáculo increíble, en la noche de la bahía de Dakar. Un buen día salimos de allí... hacia Casablanca, donde estuvimos otros dos meses, para luego meternos en otro barco —el Quanza— fletado por Indalecio Prieto para México. Tengo que decir que yo aproveché mucho aquel viaje, porque me dediqué a dibujar. Por fin llegamos a México, donde bajaron la mayoría de los vascos, alrededor de cuatrocientos. Nuestro destino era Buenos Aires, previa escala en La Habana. Para cuando pisamos tierra argentina había transcurrido un año y medio desde nuestra salida de Marsella. Yo llegué con diecinueve años. Nos encontramos a los días con un medico donostiarra, Doctor José Bago quien —conociendo mis habilidades para el dibujo— me ofreció trabajo en una agencia de publicidad de la multinacional Nestlé.

Ha llegado a Buenos Aires y en el camino casi se ha licenciado en Bellas Artes... ¿Se puede decir que es esa ciudad la que marca el comienzo de su vida artística?

Sí, Buenos Aires es el punto de partida de mi trayectoria artística. Por razones varias, en la agencia me ofrecieron la oportunidad de trabajar sólo por la mañana, por lo que las tardes podía utilizarlas para pintar. Y me dieron un premio, en el Salón Nacional, al artista extranjero. Y gané una beca para artistas noveles.

¿Es de entonces su relación con Saski Naski?

Sí. Luis Mujika y el Padre Madina fueron los animadores de aquel movimiento que había nacido en Gipuzkoa, antes de la guerra. Yo participaba como decorador, como dantzari, un poco de todo. En el Centro Vasco Laurak Bat de Buenos Aires había un ambiente extraordinario. Recorrimos Argentina con nuestro espectáculo.

Argentina le propició un matrimonio, y una luna de miel en el Pais Vasco...

Así fue. Yo vine como turista, en 1.952, con un visado para un mes, y ya me avisaron de que no debía permanecer ni un minuto más, porque me obligarían a realizar el servicio militar. Al llegar aquí, lo primero que hice fue visitar a Oteiza, a quien ya conocía, y ahí me lié. Oteiza ya había ganado el concurso de Aranzazu... y me animó a quedarme. Yo estaba influenciado por el muralismo figurativo mexicano, fundamentalmente por Clemente Orozco, y Oteiza argumentaba que mi estilo le iría muy bien a la cripta del Santuario. Total que me quedo, gano el concurso... pero me llevan a Africa, para hacer la mili. Nueve meses estuve en el ejército. Aproveché para seguir dibujando. Volví a Aranzazu... y sufrí el descalabro de que me borraran once murales... pero prefiero no seguir por ahí, por razón de la especie de armisticio que he firmado con los franciscanos.

Se marchan Jorge Oteiza y Vd. de Aranzazu; los dos toman primero para Irún, luego él para Navarra y Basterretxea para Hondarribia...

Esta casa en la que estamos la conseguí yo para Jorge, pero no quiso venir. Yo no le quería perder, porque aunque era un hombre ciertamente contradictorio y a veces molesto, para mí era un privilegio ser amigo del mejor artista que ha habido en este Pueblo nuestro. El arte es una creación, una invención, y ahí estaba Oteiza.

En cierta ocasión le pregunté a Vd. ¿Cómo está Jorge? Y me respondió ¿A qué hora?...

¡Era así! Una mañana vino a casa y mientras desayunábamos me dijo que ya estaba bien de considerarlo como un genio... A las siete de la tarde había preparado una especie de calendario, con Goya, Cezanne, Picasso, Oteiza... Por lo tanto, era imprevisible. Cuando se ponía en plan insultante era excesivo. Pero al momento podía ser de una bondad tremenda. Resultaba ciertamente inaprensible, incluso con los más allegados.

Es sabido que se considera Vd. pintor, escultor, diseñador, cineasta... ¿Con cuál nos quedamos?

Todo eso nació porque yo no pude de ningún modo estudiar arquitectura. Dos guerras fueron mucho en mi vida, y por eso traté de ser un hombre culto en lo que me atraía. Y de ahí que me hayan interesado todas esas disciplinas.

¿De dónde viene su relación como artista con el euskera?

Caí en la cuenta de que el euskera era un elemento exento de imágenes. Las lenguas y las imágenes, a menudo, salen potenciándose mutuamente. El pueblo nace cuando hay un idioma, y yo pretendí llenar esa especie de agujero negro existente entre el euskera y el arte. Me fijé en lo que había recogido José Miguel Barandiaran en torno a la mitología, y él mismo me animó a traducir esas creencias en un cuerpo físico determinado. Creé dieciocho imágenes, plasmándolas tal como iban mostrándose en mi interior. Eso ha sido la columna vertebral en mi obra. Se trata de la serie Cosmogónica Vasca. Tangencialmente han salido otras obras, como las Eguzki Loreak.

Algún crítico ha dicho de su obra que tiene un carácter llamativamente primitivo...

Creo que sí. Me ha atraído lo primitivo. Por indicación de Oteiza hice una película sobre el arte de los indios en San Agustín (Colombia). Me interesaba su arte naciente. En lo realizado por mí en torno al euskera está el arranque de un pensamiento colectivo. Me alimenta lo vasco.

Acto de entrega del premio Eusko Ikaskuntza - Caja Laboral a Nestor Basterretxea, 2005.

Foto: Alberto Martiñena.

Si habláramos de cine... está su producción como punta de lanza de lo que luego se ha venido a denominar cine vasco.

En aquella época no hacía nadie nada. Conocía a Fernando Larruquert, coincidíamos por nuestro interés por la pelota y el cine, y formamos Frontera Films. E hicimos la película Pelotari. Tuvimos la suerte de ganar el Premio Nacional. Con aquel galardón nos animamos a dar otro paso. Y vino Ama Lur. Llegamos a tener once horas de producción, que una vez montada la película el Gobierno central ordenó destruir. La censura funcionaba en todo su esplendor. No podían entender que el bertsolari de Iparralde Xalbador tratara de hermanos a sus contrincantes del sur. Y me hicieron cambiar las imágenes que yo había elegido para el Árbol de Gernika, obligándome a que apareciera robusto y florido.

Una de sus más nombradas escultura es la Paloma de la Paz, erigida en Donostia en 1988. Rafael Alberti escribió hace muchos años aquel poema donde anunciaba “Se equivocó la paloma...” ¿No nos habremos equivocado nosotros?

La paloma no se equivocó, sino los hombres. Nos hemos equivocado pero es imprescindible creer en la paz, en la justicia... Aunque en este mundo uno termina negándolo todo. La idea de Dios, de que permita tanto dolor en el mundo... Yo estoy muy desengañado. Es un tema que me entristece profundamente y me aleja de todo lo sagrado.

No quisiera terminar esta conversación en tono negativo... Es militante vasco y militante artístico... ¿Qué le gustaría terminar?

Me gustaría no terminar. La muerte me espanta. Yo he llegado a crear un segundo Nestor, que es el malo, y cuando estoy decaído le echo en cara que me haga imaginarme cosas malas. Y tengo que confesar que estoy asustado del cuerpo que está tomando ese Nestor... Pero bueno, quisiera ir trabajando poco a poco y antes de morir quisiera dejar una Euskadi más profundamente viva. Nestor Basterretxea (Bermeo, 1924) Nestor Basterretxea Arzadun es bizkaitarra; nacido el 6 de mayo de 1924 en Bermeo. Conocido nacionalmente como escultor, pintor, diseñador y director de cine, es también el creador del logotipo del premio ENE que otorga Eusko Ikaskuntza. Vivió en Bermeo hasta los 12 años, precisamente hasta que la Guerra Civil los exiliara. Así, en 1936 la familia huyó a Iparralde y luego a Paris. Allí comenzó por primera vez a pintar y a dibujar, pero otra guerra, en este caso la Segunda Guerra Mundial, puso fin a esa época y en 1942 tuvieron que embarcarse en el Alsina y cruzar el Atlántico hasta Argentina, donde se establecieron durante los siguientes 11 años. El dramatismo de las obras del artista mexicano José Clemente Orozco tuvo influencia en Basterretxea. Otro maestro de aquellos primeros años fue Emilio Pettoruti. Le otorgaron la beca Altamira para jóvenes, así como otro premio para extranjeros en 1949. En la década de los 50 se casó y volvió a su patria. Animado por Oteiza se presentó al concurso para realizar los murales de la cripta de la basílica de Arantzazu y ganó. Pero aquel proyecto no tuvo buen final y tras un año de dedicación, tuvo que abandonar el trabajo. Su nombre era más que conocido para entonces y durante los años 50 participó en abundantes exposiciones por Europa y América. Ejemplo de esa fama es que fue elegido para la Bienal de Venecia. Entre otras actividades, en 1957, Basterretxea creó el grupo 57 centrado en el arte experimental, así como participó en el grupo Gaur. Un año más tarde se trasladó a Irun y comenzó a trabajar la escultura. Dio un paso más en 1964 al crear, junto a Fernando Larruquet, la productora Frontera Films. Realizaron varios trabajos, entre otros, Pelotari o Ama Lur, este último estrenado den el Festival Internacional de Cine de San Sebastian fuera de concurso. Basterretxea ganó la II Bienal de Escultura de San Sebastián en 1971. Al año siguiente pasa a vivir a Hondarribia y en 1973 presenta en el Museo de Bellas Artes de Bilbao la serie Cosmogónica, un trabajo realizado con 18 piezas de madera sobre la mitología vasca. Nestor asterretxea es, asimismo, autor del logotipo del Parlamento Vasco. Hijo predilecto del Ayuntamiento de Bermeo desde 2002 y ganador del premio Eusko Ikaskuntza – Caja Laboral a toda su trayectoria profesional en 2005.
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