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Jabier Retegi / Profesor universitario y consultor industrial

20/04/2016

Jabier Retegi / Profesor universitario y consultor industrial

Las preguntas, con su inocencia y su abierta voluntad de conocer, incluyen dentro de sí mucha información sobre la manera en la que vemos las cosas. Preguntamos sobre ciertas cosas y no sobre otras. Las palabras utilizadas nos proyectan sin darnos cuenta hacia ideas y percepciones de la realidad vinculadas a una forma de ver el mundo. De entre todas las posibles formas de componer una pregunta elegimos una, la más natural a nuestro entender, la más adecuada para el que debe contestar o en algunos casos, la que mejor orienta la respuesta a nuestros intereses. En relación a la pregunta planteada, situar las humanidades y las ciencias o sus culturas asociadas una al par de la otra y hacer referencia a la separación existente entre ellas es probablemente de forma involuntaria presentar la realidad de una forma un tanto distorsionada. No están al mismo nivel. No solo hace falta unirlas sino también equilibrarlas. El peso que las ciencias tienen en la actualidad medido en presencia en la sociedad, en interés de las naciones en general, en las políticas públicas, en los medios de comunicación es netamente superior al de las humanidades. Probablemente, en los dos últimos siglos, la ciencia y la tecnología han tomado un peso enorme arrastradas por el progreso económico que han generado y que lejos de mitigarse se ve incrementado de forma acelerada. Y entre ellas la economía y las finanzas, que en los últimos años han alcanzado un omnipresente grado de protagonismo pasando de ser explicadores de lo que sucedía en la economía real a actores creadores de dinámicas virtuales paralelas no siempre eficaces ni bienintencionadas en aras del bien común. Como ejemplo, señalaré el informe presentado en el Foro de Davos celebrado en 2015 y organizado por el Foro Económico Mundial titulado "New Vision for Education. UnlockingthePotential of Technology". Creo que el título es suficientemente significativo. En él se presenta una asociación prácticamente biunívoca entre el estudiante de hoy y el trabajador del futuro. No merece la pena en este texto extenderse sobre la capacidad de Foros como el de Davos de influir en las políticas de los distintos países. Es justo también decir que en el informe "TheFuture of Jobs. Employment, Skills and Workforce Strategy for the Fourth Industrial Revolution" presentado en el Foro de Davos del 2016 aparecen párrafos tan sugerentes como "Repensar los sistemas de educación: La mayoría de los sistemas de educación a todos los niveles proveen una educación fragmentada y continúa con prácticas del siglo XX que están dificultando el avance en las cuestiones relacionadas con el talento actual y el mercado de trabajo. Entre las herencias que pesan sobre los sistemas de educación formales en el mundo están la dicotomía entre las Humanidades y las Ciencias y la formación pura y aplicada, por una parte, y el prestigio asociado a las formas de formación certificadas por las instituciones de servicios en lugar del contenido real del aprendizaje por otra parte. Las empresas deberían trabajar en fuerte relación con gobiernos, proveedores de educación y otros para imaginar lo que podría ser un verdadero curriculum para el siglo XXI". Podríamos profundizar largamente en el párrafo y nos ofrecería numerosas lecturas de distinta orientación e interpretación. Sería absurdo negar que una de las funciones principales del sistema educativo es capacitar a las personas para integrarse en el mundo laboral y ser capaces de desarrollar una vida digna que en muchos casos pasa por el trabajo en una compañía. Pero, ¿sólo para eso? Reducir la preparación de una persona a su ámbito laboral es cuando menos limitativo. Las personas fuera del ámbito laboral también tienen que tomar decisiones, tienen que relacionarse, tienen que convivir y tienen que vivir. Tienen que transmitir a sus descendientes su cultura y su historia. Tienen que aprender del pasado para tratar de no cometer los mismos errores en el presente o en el futuro. Tienen que emocionarse con un buen libro, una pintura, una pieza de teatro o con la música. Tienen que ser capaces de establecer objetivos comunes con otras personas, de negociar, de realizar tareas sin la más mínima contraprestación económica, de comunicarse con personas de otros pueblos, de entender cómo funciona la sociedad, de elegir a sus dirigentes, de analizar críticamente su actuación y de volver a elegir, de organizarse y de situarse a sí mismo en el mundo. Para eso, le vendrá bien conocer lo que otras personas, han pensado y concluido al respecto aunque sólo sea para negarlo y fijar una posición propia. Las personas tienen que amar y ser capaces de expresar sus sentimientos. Y tantos otros quehaceres vitales. Es posible que en la actualidad las ciencias sean necesarias para poder vivir pero las humanidades son necesarias para vivir. Las humanidades son necesarias para entender la convivencia y son imprescindibles para el mantenimiento de la cultura y de los pueblos como el nuestro. Me gustaría que todo esto formase también parte del "curriculum para el siglo XXI". Antes que respuestas, lo primero que me sugiere la pregunta propuesta es otras preguntas. Los proyectos suelen tener unos objetivos y unos resultados esperados observables y si me apuro, unos indicadores (no puedo obviar mi perfil científico). ¿Cuándo sabremos que hemos conseguido el objetivo de reducir la brecha entre las humanidades y las ciencias?¿Qué realidades positivas vamos a percibir en la sociedad para decir que hemos conseguido el objetivo? ¿Seremos capaces de tomar mejores decisiones como sociedad? ¿Será una sociedad más justa y más acorde con los valores básicos que declaremos? ¿Seremos más felices? ¿O el esfuerzo de tratar de equilibrar aunque sea parcialmente la omnipresencia de la Ciencia, la Tecnología y especialmente las finanzas en nuestra visión del futuro es per se un objetivo? En definitiva, ¿merece la pena? ¿Qué sucederá si no lo hacemos? ¿Qué queremos transmitir a las futuras generaciones? Necesitamos las Humanidades para evitar una sociedad exclusivamente focalizada en la economía y la tecnología, para no empobrecer el ecosistema de culturas existentes en el mundo, para alimentar las reflexiones de justicia y solidaridad, para saber vivir y convivir con nuestro entorno, para que los científicos tomen decisiones con conocimiento de causa y para otras tantas, a mi entender, nobles causas.Por ejemplo, es difícil pensar que la labor realizada por José María Arizmendiarrieta hubiera sido la misma sin sus lecturas previas de los pensadores sociales, de Maritain o Mounier y sin la que seguramente fue una ardua reflexión posterior previa a la ejecución pragmática de sus proyectos. El proceso de fomentar las humanidades en las ciencias y viceversa es un objetivo en sí. Se habrá cumplido buena parte del objetivo una vez iniciado el proceso. La reflexión forma parte de los objetivos, el debate también, la definición de las acciones, las normas que se dicten, las experiencias piloto, las pruebas y los errores y la interacción entre perfiles distintos. Todo forma parte del objetivo. No creo que haya acciones ni soluciones concretas que por sí mismas sean capaces de conseguir los dos objetivos señalados: Por una parte, lograr un mayor equilibrio entre las humanidades y las ciencias y por otra, reducir la separación entre ambas. Los años de pujanza de las ciencias y de arrinconamiento progresivo de las humanidades han consolidado la situación actual y la tendencia global sigue empujando en la misma dirección. Revertir la tendencia de los últimos años es tarea de largo aliento y complicada. Esta intención requiere de un trabajo continuo a medio o largo plazo. Necesita de proyectos de implantación sobre el terreno pero además implica modificaciones en la estructura de los estudios y del funcionamiento de las instituciones educativas. Implica también una acción de comunicación dirigida a concienciar a la sociedad de la importancia de la cuestión y es de una dimensión tal que debería incluirse dentro de la anunciada enésima reforma de la educación. Para conseguir un equilibrio entre las humanidades y las ciencias, son necesarias tanto acciones destinadas a la integración de ambas como acciones destinadas al fomento de las humanidades. Tratemos de plantear algunos pasos que podrían ayudarnos. Existen algunas medidas como la integración de asignaturas de humanidades en la educación de contenido eminentemente técnico pero no sólo como asignaturas individuales sino también como marco de reflexión integrando dentro de los proyectos de carácter técnico el análisis del impacto de la ciencia y la tecnología en la sociedad y utilizando herramientas de análisis propias de las humanidades. Al mismo tiempo,la integración de asignaturas de contenido científico en los estudios de humanidades puede ser útil. Algunas acciones posibles más para tratar de conseguir el objetivo propuesto podrían ser las siguientes:La oferta de actividades complementarias a la formación técnica resaltando la importancia de los estudios de humanidades puede contribuir a incrementar la sensibilidad de la sociedad hacia esos temas. Las entidades públicas pueden contribuir a incrementar el prestigio de las personas que se dedican a las humanidades. Sería también positivo fomentar la creación artística y su acercamiento a los ámbitos más científico-tecnológicos, profundizar en la cultura propia haciendo énfasis en el rol de las humanidades que nos hacen ser como somos, promover la actualización de las tradiciones culturales o establecer debates públicos sobre aspectos de las humanidades con impacto en la sociedad resaltando las metodologías utilizadas para su análisis. En definitiva, empecemos por hacer que los centros educativos sean modelos reducidos de la sociedad que queremos para el futuro. Hagamos que se conviertan en ámbitos coherentes con los valores que tratemos de fomentar y donde convivan las humanidades y las ciencias de forma natural.  
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