Clotilde Olaran. Jefa de sección de la Biblioteca Foral de Bizkaia: La principal ventaja de la digitalización es que es un instrumento muy potente de difusión, que alcanza cualquier rincón del mundo y además proporciona inmediatez

2006-02-24

BREA, Unai

Caminamos por los amplios y silenciosos corredores, procurando siempre no entorpecer la labor de investigadores, estudiantes o simples curiosos, en busca del despacho de Clotilde Olaran, jefa de la Biblioteca Foral de Bizkaia desde hace ya casi dos décadas. Y en su despacho la encontramos, rodeada de libros y papeles. Nos atiende amablemente, pero antes de comenzar la entrevista pone como condición ineludible que no le hagamos fotografía alguna. Aceptada su petición, damos comienzo a la charla, en la que el tema principal será la digitalización, aunque también transitaremos, siquiera someramente, por otros temas relacionados con la misma esencia del oficio de bibliotecario.

Dirige usted esta biblioteca desde 1988. Las cosas habrán evolucionado mucho en lo que a digitalización se refiere…

Pues sí. Cuando llegué aquí no había todavía proyectos de digitalización, era un sector en el que apenas se trabajaba. Prácticamente no había ni Internet. Se oía hablar de algunos aspectos, pero eran balbuceos. Me acuerdo que en el año 92 empezaron a surgir los primeros soportes CD-ROM, que eran la gran revolución. ¡Y era CD-ROM, no CD-RAM! Es decir, que no era regrabable ni acumulativo, y sin embargo supuso una gran revolución. Desde entonces, el salto que estamos dando -que ya hemos dado- es impresionante, y todavía tenemos que seguir dándolo, porque éste es un sector tecnológico que evoluciona muy rápidamente y que creo que en los últimos años se ha asentado muchísimo. Se han corregido muchas deficiencias, y se está trabajando mucho en el tema de los estándares, que es fundamental para garantizar no solamente el intercambio de información, sino también la perdurabilidad de cara al futuro, algo que a los bibliotecarios nos preocupa enormemente. Desde el ejercicio de la profesión, veo que tenemos una deficiencia de conservación de cara al futuro. Es algo que ahora se está planteando de una manera muy seria: la preservación del soporte digital, y la conservación. Tendemos en las bibliotecas, y sobre todo en las bibliotecas que tienen un cometido de conservación y de reserva, a tratar los soportes y los materiales, y sin embargo no se están conservando las infraestructuras necesarias para que eso sea legible el día de mañana. De hecho, todos sabemos que antiguos disquetes ya prácticamente no se pueden leer, por la propia evolución tecnológica del sector.

Parece mentira, algo tan elemental a primera vista …

Sí, pero es mucho más complejo de lo que parece. Para hacer una composición de lugar, nosotros hemos estado trabajando hasta el año 2000 con un sistema de gestión bibliotecaria que estaba muy extendido a nivel internacional. Era ya bastante obsoleto, aunque funcionalmente dio unos frutos muy buenos. Y en su día, en la década de los 80, era el no va más. Pero necesitaba un hardware impresionante; ¿cómo se va a conservar eso? ¿Tendríamos que conservar cada uno de los equipos? Es un tema que está por resolverse. Y en el sector de la digitalización creo que se nos van a presentar muchos problemas de ese tipo.

Hábleme del proyecto que tienen ustedes entre manos.

Nuestro proyecto de digitalización arranca en el año 2000. Fue novedoso en el sector, y está muy reconocido a nivel internacional. Nadie es profeta en su tierra, pero aquí podemos presumir todos de haber conseguido lanzar a nivel internacional una biblioteca, en gran parte gracias a este proyecto. Porque como es consumible desde Internet y llega a todas partes… Se está consultando cada día más, las estadísticas van en aumento, las cartas de reconocimiento son prácticamente diarias, constantemente encontramos en el buzón de sugerencias palabras de ánimo o elogio. Quiero decir que existe un reconocimiento, cosa que suele ser rara en la administración pública.

En cuanto al proyecto en sí, me decía usted que arrancó en el 2000…

Si, empezamos en el año 2000. A día de hoy, es decir, sin considerar todavía lo que vamos a trabajar en el año 2006, tenemos ya un total de 4.221.192 imágenes, que corresponden a un total de 8.923 títulos de monografías. Todas ellas son monografías antiguas, impresas antes de 1800. Empezamos por ahí por la calidad del fondo, por su preservación. Este fondo estaba microfilmado, es decir, que hemos seguido diferentes etapas. Primero, en una política de preservación técnica, lo que hicimos en su día fue microfilmar todo el fondo, y ahora estamos digitalizando a partir del microfilm. En la medida en que todas las fases han llevado un control de calidad muy estricto, el resultado está siendo muy bueno, incluso en cuanto a imagen. O sea que es una digitalización bien hecha. No solamente es versátil la consulta, sino que además la calidad de la imagen en general está muy depurada.

¿Qué ventajas y que desventajas tiene la digitalización? No puede ser igual verlo desde casa por Internet, que aquí, en una biblioteca…

Es obvio. ¿Una ventaja? La que todos podemos imaginarnos de inmediato: la gran difusión. Es un instrumento muy potente de difusión, que alcanza cualquier rincón del mundo. Y además proporciona inmediatez. Así se difunde algo que de otro modo los usuarios no tendrían oportunidad de consultar fácilmente, y en muchísimos casos jamás tendrían ocasión ni de conocer, ni siquiera de saber qué es lo que hay. ¿Desventajas? Pues hombre, si me pregunta usted a mí, como bibliotecaria, evidentemente le responderé que no es lo mismo el tacto del papel…

… entra en juego el romanticismo…

Sobre todo, el objeto, el propio objeto en sí. El tacto, la apreciación de todas las técnicas, incluso artesanales, a la hora de imprimir. Ahí hay mucha historia. Pero el equilibrio es muy difícil; por un lado está la difusión y por otro la conservación, y nosotros tenemos la obligación de atacar los dos frentes buscando un equilibrio. Evidentemente, siempre sería más agradable tocar el objeto, pero si lo hubiéramos permitido, si lo permitiéramos, seguramente ya no tendríamos ese objeto. Eso no significa que en ocasiones no permitamos que se consulte directamente el ejemplar, pero siempre que esté justificado. La consulta injustificada no lleva más que al desastre.

¿Tanto se deterioran los libros por el uso?

Cuando no existían fotocopiadoras, en las bibliotecas los ejemplares se machacaban; era un trasiego constante de consulta, de contacto, de roce… Luego, la fotocopiadora, que parecía que era la panacea para resolver esos problemas, lo único que hizo fue contribuir de una manera muy embrionaria a la difusión, pero machacaba, literalmente destrozaba y destroza el objeto. Los fogonazos de luz rompen los enlaces moleculares, y eso es irreversible, so pena de que se someta luego a un tratamiento de restauración, a veces no solamente muy caro y difícil de afrontar, sino imposible de llevar a cabo incluso. Depende del grado del deterioro. Después vinieron otros soportes como el CD, que nos pareció una gran revolución. Hablamos de principios de los años 90, y es algo que ya ha quedado prácticamente trasnochado. En algunos casos tiene sentido, pero… Las primeras bibliografías nacionales que se imprimieron en CD fueron para nosotros una auténtica revolución. Por ejemplo el NUC, que es un catálogo colectivo de las bibliotecas americanas, alcanzaba ya una dimensión de mas de 860 volúmenes allá por los años 1985-86. Claro está que trasladar eso a CD no solamente evitaba muchos problemas de espacio a los bibliotecarios, sino que facilitaba la consulta, por mucho que fueran discos acumulativos. Pero el sector evoluciona tanto que enseguida nos metimos en Internet, y gracias a eso la difusión y la consulta están mucho más garantizadas.

Hablamos de un montón de papel que pasa al ciberespacio. Hace ya algún tiempo, se vaticinó que las nuevas tecnologías significarían el fin, o al menos el declive, de la galaxia Guttenberg. Sin embargo, el papel sigue ahí…

Si, creo que por fin se están asentando filosofías. Es decir, cuando a finales de los 80 se empezó a hablar de que existía una herramienta que se llamaba Internet, nos pareció a todos una falacia. Por otro lado, tampoco conocíamos cuáles iban a ser los fines concretos, los objetivos, los procedimientos… Cuando entramos en los 90 y empezaron los primeros balbuceos, parecía que era una especie de Apocalipsis del papel. Creo que teníamos un poco de confusión todos, en los diferentes sectores. Una cosa es desde el punto de vista profesional, en el que tenemos inevitablemente más pericia para ver las evoluciones, pero el ciudadano, el hombre de la calle, lanzaba siempre eso de que las bibliotecas van a desaparecer. Además, la gente cree que digitalizar es fácil. Digitalizar, hoy por hoy, sigue siendo caro. El tratamiento digital bien controlado, como creo que lo estamos haciendo aquí, es un proceso que no se hace de la noche a la mañana. La digitalización no lo soluciona todo, y aunque lo solucionara, seguramente habría recursos económicos suficientes para lograrlo. Por otro lado, habría que pensar también si todo es susceptible de ser digitalizado. Hay que digitalizar aquello que pretendamos difundir, que tenga un sentido…

¿Ahí hay consideraciones éticas, además de las de índole práctica?

Bueno, existe la ley de propiedad intelectual, eso por supuesto. Es un tema que además está resucitando, y hay que cuidarlo. Lo mismo que la fotocopiadora vulnera los derechos de autor, la digitalización, si no cuenta con los debidos derechos, también. Evidentemente, es un delito. Eso por un lado, pero yo no iba por ahí. Sobre la pregunta de si va a perdurar o no el papel, el tiempo ha situado, a nivel de filosofía, dos planos diferentes. El papel va tener que seguir perdurando, afortunadamente, y en muchos casos lo único que hemos conseguido es duplicar, pero ya en el plano quizá de la ofimática y similares, no en el aspecto de la conservación. Muchas veces, producimos un documento de forma automatizada, o lo digitalizamos, o lo escaneamos, y luego tenemos la manía de imprimirlo, y lo conservamos en papel y en soporte informático, de las dos maneras.

¿“Manía”?

En algunos casos creo que sí. También es verdad que existe la necesidad de fijar muchos protocolos de actuación al respecto, es decir, siempre vamos por detrás en lo que a la regulación de los usos se refiere. Qué se guarda, cómo se guarda… en el plano informático, quiero decir. Y por eso muchas veces se reproduce también en papel, porque el archivo tradicional sigue perdurando. Eso es en el aspecto de la gestión empresarial o administrativa. En cuanto al libro, qué duda cabe de que no es lo mismo leer con el libro en la mano que en una pantalla. Estamos acostumbrados a coger un libro que tiene páginas, recto y verso, que se abre, en el que se puede ir atrás y adelante… Cuando consultamos en Internet, o en cualquier soporte informático, eso varía. Existe también un componente psicológico en torno a esa variación, lo mismo que a lo largo de la historia del libro ha habido diferentes formas; no es lo mismo el rollo de papiro que el códex, que es la forma tradicional en la que basamos nuestras reproducciones literarias. Estamos volviendo, de hecho, un poco al papiro, al rollo, porque esa es la forma en que pasan las imágenes en el ordenador. Todo eso tiene también sus aspectos psicológicos.

Las revoluciones tecnológicas suelen suscitar diferentes opiniones. ¿Hay resistencias a la digitalización?

Siempre. De hecho, hay mucha gente cuya resistencia no es ya sólo hacia Internet, sino muy previa. El microfilm, por ejemplo, es muy latoso en la consulta, pero ha hecho un gran papel en la historia de la conservación. El microfilm ha tenido grandes detractores, pero ha sido el gran aliado en la conservación de los fondos de las bibliotecas. Yo siempre pongo el mismo ejemplo: todavía tenemos los primeros microfilms que se hicieron, en torno a la guerra franco-prusiana, en el siglo XIX, y se siguen pudiendo leer. Eso no ocurre con otros soportes. O sigues migrando constantemente de soporte para adecuarlo a los nuevos estándares, o no tienes nada que hacer. Mientras que el microfilm ahí está, y la perdurabilidad que te da no está garantizada hoy por hoy, ni siquiera con la digitalización. Veremos cómo evoluciona esto; seguramente la evolución será tan rápida que llegará un momento en que se estabilice y se garantice eso. Pero los ciento y pico años de historia que garantizan la perdurabilidad de la imagen del microfilm… está por ver. Tampoco lo vamos a ver nosotros, que no estaremos aquí.

Ya, pero hay que prever, ¿no?

Exactamente, y es un hecho cierto que hay una inestabilidad a día de hoy, que en el sector de la información preocupa.

Dicen los expertos en la materia que el papel que se usaba en los siglos XV o XVI, es de mucha mejor calidad que el que se viene usando desde el XIX más o menos. Es decir, que aquél perdurará durante siglos (de hecho lo está haciendo), y éste no tanto… ¿La digitalización obedece también a eso, a adelantarse a la desaparición física del libro? Es cierto que el papel del siglo XVI es de mucha mayor calidad, por ejemplo, que el del siglo XVII incluso. También que el del siglo XX, en general. Hay razones técnicas, además de las económicas y sociológicas. El siglo XVI es un siglo de pujanza económica, y eso se deja sentir. El XVII, en cambio, es un siglo de regresión económica demográfica, de repliegue social, de guerras interminables, y también de empobrecimiento del papel. ¿Qué ocurre luego? Que en el siglo XIX empieza a utilizarse como materia prima en la composición del papel no la madera, sino el trapo, y entonces la degradación es mucho mayor. Por otro lado, es entonces cuando empiezan a proliferar las publicaciones periódicas; las convulsiones políticas traen consigo la comunicación rápida, la gacetilla, el semanario… La sociedad evoluciona de tal manera que demanda una información codificada de esa manera. Algo que ha nacido con el objetivo de comunicar una noticia rápidamente, no tiene entre sus finalidades la de ser conservado como un libro. Un incunable, o un ejemplar del siglo XVI, se concibió como algo que perdurara. Un periódico, teóricamente, tiene la finalidad de comunicarnos las noticias y luego va a la papelera. Otra cosa es que nosotros, como historiadores, o como bibliotecarios, o como conservadores de la información de cara al futuro, queramos preservar eso. En todo caso, la digitalización está más íntimamente relacionada con la difusión, es una nueva manera de difundir. Podríamos decir que es también una manera de presentar publicaciones periódicas, pero con tal periodicidad, tan frecuente, que es constante. Clotilde Olaran Múgica (Donostia, 1958) Clotilde Olaran es licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Deusto, y tiene también estudios de Genealogía, Heráldica y Derecho Nobiliario, temas sobre los que ha publicado artículos en Euskonews & Media, sin ir más lejos. Tras obtener mediante oposición varios puestos de bibliotecaria –incluida la Jefatura de Manuscritos de la Biblioteca Nacional-, accedió a su cargo actual en abril de 1988.
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