Javier Lacunza Azcárate. Fundador de la Academia de idiomas Lacunza: Para dominar un idioma, tienes que llegar a leer poesía en esa lengua

2008-09-19

SALABERRIA, Urkiri

Nuestro punto de encuentro es el Hotel de Londres e Inglaterra, en Donostia. La hora, “at tea time, of course”. Un punto de elegancia natural le distinguen de entre el resto de las personas que están en la cafetería. Javier Lacunza Azcárate es un hombre lleno de vivencias, de cultura internacional, de viajes, de cultura del esfuerzo, de vida e ilusión por seguir aprendiendo. Una ilusión que se refleja en su mirada y en sus palabras. Comenzamos hablando sobre viajes, anécdotas sobre el origen vasco de los apellidos de personas que ha conocido a lo largo y ancho del mundo, de cómo, cuando niño, tuvo que partir lejos de sus padres como tantos niños de la guerra...

Javier Lacunza Azcárate nació...

Mis padres se conocieron en Sudamérica y decidieron, hacia el año 1916- 1918, venir a casarse aquí, a un pueblecito cerca de Estella, con la idea de volverse a marchar. Pero justo en aquella época se declaró una gran epidemia, “la gripe española”, y se cerraron todas las fronteras, con lo cual no pudieron salir. Es así que yo nazco, el año no te lo voy a decir, (sonriendo con la mirada y con un punto de galanteo) aquí y no en Argentina, o Chile, o... vete a saber dónde. Podría haber sido Argentino o Uruguayo por una casualidad o circunstancia (reflexionando). Desde mi experiencia vital, no comprendo la problemática que se genera en torno a las nacionalidades, las naciones y estas cosas. Las naciones se han ido conformando a lo largo de mucho tiempo, y podríamos decir que se tratan de unas circunstancias unidas a unos “accidentes geográficos”.

Quizás la nacionalidad se deba a un “accidente” geográfico, pero ¿la identidad? ¿Qué opina de que haya personas que se sientan de una identidad concreta?

Identidades... (breve pausa) sí, creo que hay características propias de una etnia, de un grupo... Y además, se crean afinidades entre ellos. Recuerdo de la mili que al final siempre acabábamos los catalanes juntos, los vascos juntos... no porque nadie rechazase a nadie, sino porque nos sentíamos más afines, más a gusto, porque nos gustaba la misma comida, teníamos las mismas costumbres. Y por otra parte la lengua, la lengua une mucho.

¿Hace la lengua a la persona, o las personas hacen la lengua?

¿Son los franceses como son porque hablan francés o el francés es como es porque lo hablan los franceses?

¿Aprendiendo otra lengua, se aprende otra identidad?

Puede ser. Pero para eso tienes que llegar a dominar esa lengua, y para dominar un idioma, tienes que llegar a leer poesía en esa lengua. Leer el periódico, ver y oír las noticias en otra lengua y comprender lo que se dice, son cuestiones accesibles para la gran mayoría. Pero leer poesía, (y encontrar su estética), es muy difícil. Aprender otros idiomas sí que te altera la personalidad, no en el sentido malo, te hace ser más comprensivo, ver que podemos ser muy distintos y a la vez iguales, que no cambiamos tanto como seres humanos.

Hablando de aprender idiomas, para poder aprender necesitamos que alguien nos enseñe, y en eso usted fue un pionero ¿qué le impulsó hace 50 años a enseñar idiomas?

Yo soy un “niño de la guerra” (se ríe), bueno ya no soy tan niño... Quiero decir que cuando estalló la guerra civil yo era un niño, y como a otros muchos niños me mandaron fuera. Unos fueron a Rusia, otros a Bélgica... y unos pocos fuimos a Inglaterra.

Debió de ser una decisión tremenda para sus padres, separarse de sus hijos...

Pero es que nadie sabía lo que iba a suceder. Todos pensaban que era cosa de unas pocas semanas, algún mes a lo sumo, y las decisiones que se tomaban eran “para un mes”. De hecho, recuerdo que el 13 de septiembre, (lo recuerdo porque eran las fiestas de Olite, el pueblo de mi madre), salimos de San Sebastián y al principio fuimos a Zarautz a pasar la guerra, pero es que de Zarautz nos fuimos a Mutriku, de ahí a Markina, luego a Durango y así sin parar de un lado para otro. Es cuando mis padres deciden mandarnos a mi hermano y a mi, (a los dos más pequeños), a Inglaterra. ¡Claro que era una decisión muy difícil! Pero ¡cuántas decisiones tenían que estar tomando en esos momentos! Así que lo que iban a ser días se convirtieron en años.

Y es así como usted aprende inglés. Pero eso de montar una academia de idiomas ¿de dónde surge?

Volvimos de Inglaterra y yo sabía inglés. No sabía exactamente para qué me serviría, pero ahí estaba. Empecé a dar clases a amigos, luego me lo empecé a tomar más en serio y puse anuncios en el periódico. Poco a poco monté un pequeño estudio, me dejé bigote (para aparentar más edad, pues apenas tenía dieciocho años)... Lo cierto es que era algo bastante nuevo, recuerdo que en una ocasión una señora me preguntó- “¿cómo sé yo que usted me va a enseñar inglés?” a lo que le respondí -“pues tendrá usted que hacer un acto de fe” (Risas).

¿Qué tipo de alumnado tuvo al principio?

Sobre todo personas mayores.

¿Qué les motivaba a aprender idiomas?

La misma motivación que tienen hoy en día nuestros alumnos de chino, se trata de gente que necesita “ya” aprender un idioma por cuestiones profesionales.

Y los niños que van a los centros de idiomas, ¿por qué van?

Pues normalmente son niños que van bien en el colegio y sus padres les apuntan para que aprovechen y adelanten en otras lenguas.

Además de idiomas, ¿se aprende sobre otras culturas?

En principio no. Cuando van a aprender inglés, por ejemplo, se les dice que podrán entender las canciones, las películas, las noticias, manuales científicos... pero sí que es cierto que al estar en contacto con profesores nativos, siempre aprenderán algo de su modo de ser.

Entonces, ¿no aprenderán el sentido del “humor inglés”?

Ahí tendríamos que hablar de periodos de tiempo. ¿Qué puedo aprender en un mes, en cinco, en un año, en tres años...? En un año puedes llevar una conversación mínimamente correcta sobre quien eres, de dónde eres, cómo es tu ciudad, cuantos hermanos sois... en tres años puedes leer textos preparados sin problema, en cuatro te estás preparando para exámenes... pero para leer novelas en el idioma original, de un modo placentero sin tener que echar mano continuamente del diccionario, te hacen falta unos seis años de estudio.

¿Y para la poesía?

(Sonriendo) ¿Pero quién lee poesía? ¡Si apenas se lee poesía, ni en la lengua materna!

¿Cómo se enseña un idioma? ¿Se puede seguir la misma metodología que con otras asignaturas?

Recuerdo que una vez, en un curso que estuve para profesores de inglés, nos reunimos personas de todo el mundo y comenzaron a darnos clases de japonés en japonés. Por supuesto que de entre los que estábamos como alumnos, nadie sabía nada de japonés, y fue un buen ejercicio para ponernos en el lugar del que tiene que aprender. Lo que está claro es que para enseñar un idioma hay que enseñarlo en ese mismo idioma, es decir, el inglés hay que enseñarlo en inglés, el francés en francés y el chino en chino. Hay que evitar en todo momento la traducción y hay que aprender como los niños, a base de repetir.

Estos sistemas de enseñanza en el que ofrecen número ilimitado de horas de clase, que hace unos años fueron tan populares, ¿son eficaces?

Esos sistemas a los que te refieres están basados en el laboratorio de idiomas, pero está claro que por sí solos no son efectivos. Creo que la relación directa con el profesor es fundamental para avanzar en el aprendizaje. A raíz de eso, te diré que estoy preparando un sistema en el que a través de una serie de entrevistas personales te puedo decir hasta qué punto tienes facilidad con los idiomas y si te merece la pena pasarte no sé cuantos años gastándote el dinero.

¿Hay lenguas más difíciles que otras o es la predisposición de la persona?

No lo sé, yo tengo mis grandes dudas de que existan lenguas más fáciles o más difíciles. Lo que sé es que si llegas a aprender tres idiomas, el cuarto cae enseguida.

¿Es “natural” en el ser humano ser multilingüe?

En este mundo que nos toca vivir ahora sí, (lo raro es ser monolingüe). Está claro que a las personas de ahora les toca saber idiomas.

¿Hay un tope de número de lenguas que puede aprender un niño?

En absoluto. Es más, como te decía, a partir del tercer idioma el resto viene dado. Luego está el tema de si se piensa en un idioma o se piensa en otro. Yo he intentado “cazarme”, cuando pienso, en qué idioma estaba pensando y creo que no se piensa en ningún idioma en concreto. Lo que está claro es que los niños nacen con la capacidad del idioma, y el niño aprenderá a comunicarse del modo en que se comuniquen los de su alrededor.

¿Y qué piensa de la propuesta que surgió con el “esperanto”?

Se dice que el inglés se ha convertido en el “esperanto”, (a mí me gustaba estudiar el esperanto), pero creo que lenguas como el francés deberían volver a ocupar su espacio. Creo que es un pecado de la sociedad haber dejado de estudiar francés, de hecho San Sebastián tuvo una escuela francesa, a la que yo acudí y en la que aprendí francés (lo cierto es que se me daban muy bien los idiomas). Y quizás sea por esa sensación de injusticia por lo que hemos apostado por el francés en nuestro centro.

De todos modos, el lenguaje corporal ¿puede suplir la falta de conocimiento de un idioma?

A eso te contestaré diciéndote que hoy en día es frecuente, por cuestiones profesionales, tengamos que mantener relación telefónica con nuestros clientes, y ahí no tienes la posibilidad de hacerte entender por gestos. Uno de los cursos que ofrecemos que más exito tiene es el de “Inglés por teléfono”. El curso consiste en que el profesor llama al alumno a la hora acordada y se da la clase a través del teléfono.

¿Son los idiomas lenguajes?

Son una forma de comunicación, una forma de ver el mundo.

Entonces, ¿son los franceses como son porque hablan francés o el francés es como es porque lo hablan los franceses?

(Risas) Javier Lacunza (Donostia) Siempre ha tenido contacto con los idiomas. Con 7 años, en plena Guerra Civil, le enviaron a Inglaterra, donde residió durante dos años, tiempo en el que aprendió inglés. Con 11 años ingresó como alumno en las Escuelas Francesas de San Sebastián. Así, cuando contaba con 13 años dominaba el inglés y el francés a la perfección. Estudió en la Escuela de Comercio de San Sebastián, y a los 18 años empezó a enseñar inglés en el Instituto Angloamericano. Más tarde comenzó a trabajar por su cuenta en una habitación de su propia casa, el embrión de lo que hoy es Lacunza-IH. De esto hace ya unos 57 años. Más tarde alquiló un local y contrató a su primer empleado. Estuvo trabajando como profesor hasta 1976, año en el que Lacunza se adhirió a International House, el mayor proveedor de idiomas del mundo, con más de 150 escuelas en más de 54 países. A partir de entonces fue sustituyendo paulatinamente la docencia para centrarse en tareas administrativas y de gestión.
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