Nieves Zabala. Presidenta de Medicus Mundi España: Hemos dedicado nuestros esfuerzos al Sur durante muchos años, pero en el mundo hay cada vez más pobreza y discriminación

2005-05-27

BREA, Unai

GARMENDIA IARTZA, Koro

De entre la gran variedad de Organizaciones No Gubernamentales que hay en la actualidad, Medicus Mundi es una de los primeras. Está extendida en varios países y, al menos en el Estado español, está estructurada según el modelo federal, de forma que las delegaciones de las comunidades autónomas tienen amplias facultades para tomar sus propias decisiones. A excepción de la Comunidad Autónoma Vasca, donde la organización no se estructura en el ámbito de la comunidad autónoma, sino por provincias. Nieves Zabala ha ocupado -y ocupa- varios cargos de responsabilidad en Medicus Mundi Bizkaia, y desde hace varios años ostenta también la presidencia a nivel estatal. En la actualidad se encuentran sumidos en un periodo de reflexión sobre la actividad de las ONGs en general, y de Medicus Mundi en particular. Más que en las tareas cotidianas, ella trabaja en el ámbito ideológico, razón por la cual, pese a que habla con profunda pasión, se nota que ha cavilado largo y tendido sobre los temas que hemos tratado a lo largo de la entrevista.

¿Qué es Medicus Mundi y cuál es su labor?

Medicus Mundi es una Organización No Gubernamental que tiene una larga historia, porque es una de las más antiguas en el Estado español, e incluso diría que en Europa. Hemos cumplido cuarenta años. El apogeo de las ONGs se produjo hace unos diez o quince años. Medicus Mundi es una organización internacional cuyos grupos de trabajo están distribuidos en ochos países. En el Estado español se creó en 1963, por iniciativa de un grupo de médicos de Barcelona. Recibieron peticiones de diversos países -sobre todo de África- para trabajar en el ámbito sanitario. Y así empezaron. Al poco se extendió a Bizkaia y a los demás territorios históricos de la Comunidad Autónoma Vasca.

Siempre hemos sido independientes y no confesionales, pero en sus comienzos, cuando apenas tenía medios con los que financiarse, Medicus Mundi tuvo relación con varios miembros de la iglesia, sobre todo con misioneros, que eran los que estaban en los países del Tercer Mundo. Los misioneros pedían a los médicos que en verano fueran a ayudarles, porque tenían unas necesidades tremendas. Luego, las actividades de solidaridad y voluntariado se han vuelto más complejas.

“Más complejas”. ¿Quiere decir que la situación se ha vuelto más difícil, o que tenemos más riquezas?

Las dos cosas. Empezamos con la mejor de las voluntades, con el ánimo de enfrentarnos a los problemas sanitarios de los países que no tenían nada. Ir hasta allí y ayudarles. Eso es lo que se hacía: paliar su sufrimiento. Pero, claro, todo eso ha ido cambiando, y ahora el trabajo en equipo es más importante; unos tienen unas necesidades, otros otras, y todos aprendemos algo ayudándonos mutuamente. El asistencialismo y la curación seguirán estando ahí mientras siga habiendo sufrimiento, pero la tendencia a favorecer el desarrollo es cada vez más evidente. Claro que son ellos quienes tienen que definir el desarrollo: qué necesidades tienen en el ámbito sanitario, en qué situación se encuentra la salud pública, en qué podemos ayudarles, etc. En ese sentido, la complejidad ha sido beneficiosa, pero en la medida en que los ingresos económicos han ido aumentando -y sobre todo la financiación pública-, las condiciones impuestas por la burocracia se han vuelto más duras. Este hecho, por una parte, es bueno, porque hay que justificar hasta la última peseta, pero a veces tanta burocracia resulta excesiva, porque resulta muy difícil cumplimentar todos los documentos en una organización donde todo el personal es voluntario. Por eso, pese a que antes casi todos los trabajadores de Medicus Mundi éramos voluntarios, ahora cada vez tenemos más contratados para que se ocupen de estas tareas. Esto mismo está pasando también en otras ONGs.

Y esto también tiene su lado bueno y su lado malo...

Desde luego. Hemos visto cómo han cambiando tanto Medicus Mundi como otras ONGs. Lo bueno de ello es que el trabajo diario se gestiona mejor, y nos permite mantener un contacto más directo y continuo con las personas con las que colaboramos en el Sur. Pero, por otro lado, se pierde un poco la utopía, el idealismo, la idea de querer cambiar el mundo. En Medicus Mundi tenemos un cierto equilibrio; los que actualmente trabajamos como directivos no podemos ser, simultáneamente, trabajadores contratados. Tenemos que ser voluntarios.

Visto desde fuera, parece que para poder formar parte de Medicus Mundi es necesario ser un profesional de la salud. Usted, sin embargo, es bióloga...

Antes, la organización estaba formada por médicos y enfermeras en su mayoría, pero hoy en día hay todo tipo de profesionales. Yo creo que es mucho mejor para el grupo de trabajo contar con gente de distintas profesiones, porque la pluralidad de puntos de vista resulta enriquecedora. Evidentemente, nosotros trabajamos en el campo de la salud, pero ésta tiene un importante componente social, porque es una parte de los derechos humanos. No se puede separar y decir “salud y nada más”. Eso nos ayuda a ver todos los aspectos del desarrollo. Por otra parte, debido a que la situación es cada vez más complicada, también necesitamos abogados y economistas, por ejemplo. O expertos en infraestructuras sanitarias, en construcción, en comunicación, etc. ¿Que por qué vine a parar aquí? Porque siempre he trabajado analizando la pureza del agua, y esto tiene mucho que ver con la salud. Vine con la intención de hacer alguna aportación en ese campo. De todos modos, la gente que acude por primera vez a una ONG suele tener una idea equivocada sobre el mundo del solidarismo.

¿Por qué razón?

Porque no se dan cuenta de lo complejo que es todo esto. Al final, ven que tienen que leer mucho, saber mucho, tener conocimientos sobre la política internacional, etc. A decir verdad, el primer acercamiento suele ser bastante inocente.

Afirma que son independientes y no confesionales. ¿Se ha visto su imagen afectada por la relación que han tenido con los misioneros?

Mire, esa relación ha existido, pero nunca ha sido una relación Iglesia-Organización. Nosotros hemos trabajado mucho en África, donde es muy difícil encontrar grupos organizados que se encarguen de encauzar las relaciones. En Latinoamérica, por ejemplo, nos mantenemos en contacto con las ONGs que trabajan en la zona, pero en África siguen contactándose con los misioneros. Es una inercia que tiene ya muchos años, y que es muy difícil cambiar.

¿De cuántas personas se compone Medicus Mundi?

En España hay cerca de 7.500 socios que ponen un dinero. Estos socios reciben información sobre el trabajo que estamos haciendo y también sobre el estado de nuestras cuentas, una vez al año. También hay personas que, sin aportar dinero, son socias por realizar un trabajo. Cerca de 750 socios de los 7.500 somos voluntarios. En todo el Estado habrá unas 60 personas contratadas, y unas 40 ó 50 en los países del Tercer Mundo en los que estamos trabajando.

Y, de entre ellos, ¿cuántos son profesionales de la salud?

No sabría decirlo con exactitud, pero cerca de la mitad, no más. Cada vez menos.

Medicus Mundi, Médicos del Mundo, Médicos sin Fronteras... Distintas organizaciones para trabajar en un mismo campo. ¿Tanta diversidad no merma las fuerzas?

Cada organización es distinta a las demás. Ni la manera de trabajar ni los ámbitos de actuación son los mismos. Nosotros trabajamos, sobre todo, con proyectos de medio y largo plazo. No hacemos acciones humanitarias. Pero hay una excepción: si en algún país en el que llevamos trabajando muchos años ocurre una catástrofe, una guerra o lo que sea, acudimos a ayudarles; de lo contrario no. Por eso ayudamos en Ruanda cuando se declaró la guerra, o en Honduras cuando lo azotó el huracán Mitch, o en la India con motivo del último tsunami, o en el terremoto de Irán. Pero nosotros no tenemos la infraestructura que pueda tener la organización “Médicos sin Fronteras”, aunque tampoco lo pretendemos. Ellos realizan muy bien su trabajo. “Médicos del Mundo”, sin embargo, tiene sus propias actividades de desarrollo, al igual que nosotros -y que todo el mundo, quizás-. El hecho de que haya varias ONGs tiene un lado bueno: la riqueza, y otro malo: el perder fuerzas por una excesiva dispersión.

Ésa es, precisamente, la imagen que percibe el ciudadano de a pie que no conoce el mundo de las ONGs con demasiada profundidad, el hecho de que haya tres organizaciones que llevan el término “médico”...

Bueno, hay trabajo para todos. Hay muchas necesidades y cada uno puede darles la respuesta a su manera. Nosotros incidimos en la atención primaria de la salud, especialmente en África; otros trabajan más en Latinoamérica... La organización “Médicos del Mundo”, por ejemplo, trabaja con el Cuarto Mundo; es decir, con los marginados en las ciudades del Primer Mundo: inmigrantes sin papeles, gente que por temor no acude a los centros de salud, etc.

Antes de dar comienzo a la entrevista, me comentaba que están pensando sobre la estrategia a seguir. ¿De qué se trata?

Durante muchos años hemos trabajado cantidad en los países del Sur: en África, Latinoamérica, Asia, etc. Trabajamos con ellos hasta que vemos que ya podemos salir de allí, porque vemos que pueden valerse por sí mismos. Pero en África nos desesperamos muchas veces, porque cuando parece que hemos avanzado un poquito pasa algo y volvemos a retroceder. Nosotros trabajamos a medio y largo plazo; es un trabajo más silencioso. Hemos pasado mucho tiempo mirando al Sur, y ahora que las ONGs hemos evolucionado, nos preguntamos: ¿qué hemos conseguido? ¿Hemos cambiado el mundo? Pues no. Más bien al contrario: estamos cada vez peor, hay cada vez más pobres y más marginación. ¿Qué está pasando? Está muy claro que tenemos que hacer un gran esfuerzo, y cada vez más en el Norte. Hay que cambiar el mundo, y los que tienen que empezar a cambiarlo son quienes ostentan el poder. En cierto modo, ese poder lo tenemos también nosotros. Por eso, cada vez incidimos más en la sensibilización.

¿La ideología tiene mucho que ver en este aspecto?

Es política. Aunque la palabra nos dé miedo, es pura política. Se trata de presionar más a los políticos, que conozcan las necesidades y desigualdades... En realidad, ya las conocen, pero queremos que se den cuenta de las consecuencias que tienen nuestros actos. Nuestra misión es remover las conciencias, traer a la memoria los acuerdos que se suscriben en las grandes asambleas y que luego no se cumplen. Por ejemplo, el 0,7% está muy bien. También nosotros queremos conseguirlo, y trabajaremos en ello para que los países en vías de desarrollo lo reciban. Pero queremos que se haga siguiendo criterios para el desarrollo. La iniciativa por el 0,7% está muy bien, pero que no se saquen la foto a cuenta de ella, porque la actividad que desarrollan en otros sectores (salud, industria) choca frontalmente con esta iniciativa.

Eso, con respecto a los políticos. ¿Y qué hay de los ciudadanos de a pie?

Tenemos la capacidad de cambiar los modos de vida en todos los campos. Muchas veces nos solemos preguntar si podemos hacer algo. Y solemos echar la culpa exclusivamente a los políticos, con la convicción de que nosotros no podemos hacer nada. No nos damos cuenta de que cada uno de nosotros somos parte de la sociedad. Yo soy la sociedad, soy un ciudadano que quiere cambiar el mundo, o sea que veamos qué puedo hacer. Vemos cada vez con más claridad lo importantes que son la sensibilidad y la presión política.

Parte del capital que manejan las ONGs proviene de las aportaciones de los ciudadanos, cada vez más, si no me equivoco. ¿Quizá por pura cuestión de imagen, por lo bien que queda el colaborar con una ONG?

Sí. Yo creo que las ONGs tenemos una importante labor en cuanto a sensibilizar la sociedad, pero no hemos hecho las cosas todo lo bien que podíamos haberlas hecho. Hemos "vendido" una manera muy fácil de hacer las cosas, un mensaje del tipo de “ayúdales en su desarrollo, sé solidario”. Es muy fácil ser solidario de esa manera: basta con realizar una pequeña aportación económica cuando el problema es ya absolutamente evidente, ante catástrofes, por ejemplo. Hacer un llamamiento a la sociedad en esos casos es bueno, porque puede contribuir a paliar el sufrimiento, pero nadie se convierte en solidario por eso. Para ser solidario, uno debe primero cuestionarse su conducta: ¿cómo es mi vida? ¿Soy un consumidor empedernido que por destinar sus sobras a una ONG voy a ganarme un lugar en el cielo? Es posible que hayamos difundido esa "fácil" solidaridad. ¿Por qué? Porque ni tan siquiera para nosotros –me refiero a los ciudadanos en general- las cosas resultan fáciles. Estamos metidos de lleno en la lucha diaria. Nadie quiere oír eso de que tiene que abandonar algunos "vicios", de que tiene que dejar de consumir determinadas cosas, de que tiene que aprender a vivir con menos para que todos puedan vivir en condiciones. No queremos que nadie nos venga con esos sermones; terminan por cansarnos. Y para las ONGs no resulta nada fácil hacernos cargo de transmitir ese mensaje a la gente, el tener que decirle a la gente que el problema no es sólo de los demás, que sólo tenemos un mundo. Ahora nos quejamos de la inmigración, pero ¿hasta qué punto hemos provocado nosotros mismos su huída de sus respectivos países? ¿Qué pasa, qué nos molestan? ¿Cómo es posible?

Cada vez que se produce una catástrofe, se diría que surge una especie de competición -al menos, en los medios de comunicación-, por ver quién se muestra más solidario y qué país envía más ayudas, dinero, alimentos, voluntarios, etc.

Los medios de comunicación saben muy bien cómo explotar temas como éste. Todo quieren colgarse una medalla. Pero hay que reflexionar sobre muchos aspectos: ¿cómo se solicitan las ayudas y a qué se destinan? ¿Cómo se gestionan? Y la pregunta que todo el mundo se hace: ¿Llega todo el dinero recaudado a su destino? A veces parece que la única pregunta que cabe hacerse es ésa. La primera que exige una buena gestión soy yo. Y puedo asegurar que se gestiona cada vez mejor, y que el dinero llega a su destino. Para mí, la pregunta más importante sería: ¿en qué se emplea el dinero? ¿Qué consecuencias tiene? Pero nadie se hace estas preguntas, ésa es la cuestión. ¿Cómo se llevan a cabo las acciones humanitarias y los proyectos de desarrollo? ¿Se limitan a prestar asistencia o buscan también el desarrollo? ¿Están educando a la gente para que puedan fomentar el desarrollar por sí mismos, o están actuando con paternalismo?

A lo largo de la entrevista ha hecho alusión al asistencialismo y a las soluciones provisionales. ¿Están muy extendidas estas posturas en las ONGs?

Un poco sí. Pero son necesarias, porque, lamentablemente, hay mucha gente que no puede ni pensar, que está hambrienta y afectada por un montón de enfermedades. No tienen conocimientos, no han recibido ninguna educación. Hay mucha gente que sufre, quiero decir físicamente. Por tanto, lo primero que hay que hacer es erradicar ese sufrimiento y cubrir las necesidades básicas. Pero no acaba ahí el trabajo. Una vez superado el sufrimiento, hay que ponerse a pensar en el desarrollo; cómo van a organizarse, cómo quieren construir su sociedad, etc. El último fin es el desarrollo humano. El asistencialismo no es más que el primer paso, una salida para cuando las cosas van realmente mal.

¿Cuánto tiene de utópico el querer mejorar el mundo?

Todo lo utópico que quieras, pero es un rasgo que no quisiera perder nunca. La utopía puede ser totalmente imposible, pero se pueden conseguir varios objetivos en el camino. A veces hay que descartar la utopía irrealizable para dirigirse hacia la utopía realizable.

¿Y se ha conseguido algo? Comentaba que el mundo está cada vez peor...

Yo creo que la gente que ya llevamos varios años en esto estamos un poco disgustados. Los datos nos indican que hay cada vez más pobres en el mundo, y que los ricos, unos pocos, son inmensamente ricos...

¿Tan ricos somos? Me refiero a gente como usted y yo...

No, pero vivimos muy bien. A mí por lo menos me parece que vivo estupendamente. Tengo que estar agradecida por muchas cosas: por haber estudiado en la universidad, por tener un trabajo, por tener cubiertas las necesidades mínimas, por tener unos conocimientos, etc. He tenido la posibilidad de elegir lo que quería llegar a ser, algo que muchos no tienen. No tienen la posibilidad de desarrollarse como persona.

Decíamos que las cosas van a peor... Así es. Al final, uno se pregunta: pero, ¿qué estamos haciendo? Tantos años de trabajo, y resulta que en vez de avanzar retrocedemos. ¿Nos habremos equivocado en algo? Pero, bien mirado, yo creo que hemos avanzado. Se han hecho muchas cosas, y creo que en los países en los que hemos actuado, la gente vive algo mejor. Puede que no sean más que unas pequeñas gotas comparadas con el mundo entero, pero tenemos que ser conscientes de que nuestra capacidad es muy pequeña. Al menos podemos ver algunos progresos, y eso nos produce una gran satisfacción. Nieves Zabala Arriaga (Galdakao, 1957) Nieves Zabala nació y vive en Galdakao. Licenciada en Biología (EHU/UPV, Leioa), trabaja en un laboratorio de análisis de alimentos y agua. Es miembro del Consejo de Excelencia de Eusko Ikaskuntza. Hace aproximadamente quince años –confiesa que es malísima para acordarse de las fechas-, empezó a trabajar en Medicus Mundi Bizkaia. La organización necesitaba una reforma, varios jóvenes entraron junto con ella, y Zabala entró a formar parte de la directiva. Al poco, comenzó a participar en la recién creada Coordinadora de Organizaciones No Gubernamentales de Euskadi, de la que fue la primera presidenta. Por aquella misma época, "en 1994, si no me equivoco", fue nombrada presidenta de Medicus Mundi Bizkaia. Finalmente, Nieves Zabala presidió Medicus Mundi España durante cuatro años, pero cuando hace un par de años su sucesora tuvo que dejar el cargo, Zabala retomó la presidencia. Asegura que le gustaría “dejar el cargo definitivamente a finales de este año”.
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