Nicolas Gaminde. Presidente del XVI Congreso de Eusko Ikaskuntza: Toda la sociedad debe exigir un desarrollo sostenible

2005-11-25

BREA, Unai

GARMENDIA IARTZA, Koro

Nicolás Gaminde es el presidente del XVI Congreso de Eusko Ikaskuntza, así como de su Comité Científico. Así recuerda el bilbaíno la noticia de su nombramiento: “Recibí la visita de los responsables de Eusko Ikaskuntza y me indicaron que el Congreso giraría en torno al desarrollo sostenible y que habían pensado en mí como presidente”. Lo cierto es que el XVI Congreso no es un terreno del todo nuevo para Gaminde, ya que venía participando en el Proyecto Especial Pluridisciplinar (PEP), “una especial iniciativa de unos tres o cuatro años de duración, promovida por Eusko Ikaskuntza, y en cuyo marco se sitúa el Congreso”. Los resultados del trabajo emprendido en el año 2004 por este grupo de especialistas, entre los que se encuentra Gaminde, se darán a conocer en el seno del citado Congreso. Pocos días antes de su inauguración, hemos conversado acerca de los aspectos generales del desarrollo sostenible.

Se habla mucho sobre el desarrollo sostenible...

Así es.

¿Sabe la gente de qué se trata?

Por lo general, no. Pero se discute mucho sobre el tema. En las primeras reuniones del PEP, tratamos de concretar el propio concepto de desarrollo sostenible, y, de entre todas las definiciones posibles, elegimos la que, a nuestro juicio, está más extendida y goza de mayor aceptación: se trata de gestionar de una forma que garantice la permanencia de nuestras obras, sin dejar el mundo en peor situación de la que encontramos, y, además, de cubrir las necesidades básicas de todas las personas del mundo. No se puede fijar como objetivo la construcción de un maravilloso y próspero porvenir para Europa, mientras haya países donde la gente se muere de hambre. El desarrollo sostenible tiene las dos vertientes que le mencionaba: garantizar la igualdad social, de forma que todos los habitantes del planeta vean cubiertas sus necesidades mínimas, y avanzar en el desarrollo de manera que el mundo pueda mantenerse en condiciones no peores que las actuales.

A ser posible, en mejores condiciones...

Es muy difícil predecirlo. De hecho, ¿qué son mejores condiciones? ¿Vivimos ahora mejor que hace cien años? Se podría discutir largo y tendido al respecto, porque es cierto que en determinados aspectos vivimos mucho mejor que antes, pero tenemos cada vez más problemas. Disponemos de Internet, contamos con fabulosos medios de comunicación, tenemos teléfono móvil, pero también tenemos atascos en la carretera. Gozamos de mejor salud y tenemos una mayor esperanza de vida, pero buena parte de la sociedad vive estresada. Habrá que ver qué equilibrio alcanzamos.

Cuando se habla sobre el desarrollo sostenible, lo primero en que la gente piensa es en la ecología: árboles, montes, paisaje... El desarrollo sostenible será algo más que eso.

Muchísimo más. Por una parte está el medioambiente: la gestión de los residuos, de la polución de la atmósfera y del agua... pero hay otros muchos aspectos, como por ejemplo la gestión del suelo, que es, de hecho, uno de los mayores problemas que tenemos en Euskal Herria, debido sobre todo a la concentración y densidad de la población de la CAV. Estamos comiendo el suelo. El aumento del uso del suelo de los últimos 40 años es equiparable al uso que se le ha dado a lo largo de toda la historia. A este ritmo, nos vamos quedar sin suelo, con toda Euskadi urbanizada. Y eso no es ni admisible, ni sostenible. Por otra parte, están la flora y la fauna, la biodiversidad, y también los modos de vida, las culturas. Ahora se habla mucho sobre la necesidad de preservar la diversidad cultural.

Es decir, lo que vendría a ser la biodiversidad, pero aplicada a la cultura.

Es un concepto que aprecio mucho y que trato de difundir, aunque, por ahora, nadie me ha hecho caso. Así como existe la biodiversidad, debería existir la demodiversidad. ¿Por qué tenemos que ser todos iguales? Sí en cuanto a derechos y a otra serie de aspectos, desde luego, pero dejemos a cada cual aferrarse a sus raíces culturales. Ése vendría a ser el soporte de la diversidad cultural. ¿Por qué la globalización debe ser sinónimo de llevar todos el mismo tipo de vida? La globalización debería fomentar la cooperación entre los países con el objeto de que todas las personas vivan en mejores condiciones, pero cada cual a su manera. ¿Por qué tenemos que vivir según el modelo americano, por ejemplo? El desarrollo sostenible también analiza estas cuestiones.

Decía que tenemos que ser iguales en cuanto a derechos y a otra serie de aspectos...

Sí. La igualdad es uno de los pilares más importantes del desarrollo sostenible. La igualdad de género, por ejemplo. Las ciudades no se deberían diseñar para proporcionar más comodidad a los hombres que a las mujeres. Se han realizado estudios muy interesantes a este respecto. Uno de los miembros más destacados de este Congreso, Teresa del Valle, catedrática de la UPV/EHU, destaca en sus libros y artículos la idea de que las ciudades no se deben diseñar pensando sólo en los hombres.

¿A qué se refiere?

Es un tema al que no se le ha prestado mucha atención, hasta que varias personas se han interesado por él. Tiene mucho que ver con el urbanismo. Hay determinados artículos que son adquiridos sobre todo por mujeres; por lo tanto, la organización del sistema de mercado les afecta, y también el sistema cultural, el sistema deportivo, etc. Están, además, las barreras urbanas. Hay algunas zonas en las que los hombres pasean tranquilamente, mientras que las mujeres van atemorizadas. Muchas veces, no nos damos cuenta de estas cosas hasta que alguien nos las explica. Por otra parte, no podemos diseñar las ciudades para gente acaudalada, y dejar las zonas de peor calidad para la gente de menos recursos. Hay que formar una red de servicios de calidad para todos.

Decía usted que uno de los aspectos más importantes del desarrollo sostenible es satisfacer las primeras necesidades de todos los habitantes del planeta. El problema es que en esta parte del mundo, tenemos cubiertas incluso las terceras y cuartas necesidades...

Sí, por ahí debemos de andar...

Muchos aseguran que ambos conceptos con incompatibles, que si todos viviéramos como un habitante normal de Oklahoma, necesitaríamos tres planetas...

Es el problema de siempre. Lo que está claro es que determinados cambios no menoscaban la calidad de vida, sino que simplemente la modifican. Vivir consumiendo menos energía, puesto que no llega para todos, no significa “vivir peor”. Se puede ahorrar muchísima energía. En el sistema de transporte actual, se puede ahorrar hasta un 50%. Hay varios programas que permiten reducir el consumo energético de los vehículos hasta la mitad. La administración Clinton desarrolló un programa de estas características, pero la administración Bush decidió suspenderla, por entender que debía fomentar la economía basada en el hidrógeno. La cuestión es que ahorrar energía es posible. En los edificios, por ejemplo, es fácil ahorrar hasta un 30% de la energía. Es necesario cambiar la movilidad. No se pueden construir ciudades aisladas, sino concentradas, de conformidad con los antiguos cánones europeos, y no al estilo de Detroit o Los Ángeles, donde es imposible vivir sin coche, y donde el consumo de energía por habitante es excesivo. Tenemos que aprender a utilizar mejor los recursos naturales. Y es ahí donde entra en juego la gestión medioambiental. Mucha gente piensa que el desarrollo sostenible se limita a gestionar el medioambiente, pero no es así. La gestión del medioambiente es una parte importante del desarrollo sostenible, pero no la única. Además, hay que señalar que el desarrollo sostenible es una iniciativa promovida por toda la sociedad y por toda la Administración Pública. Prácticamente no hay ningún departamento del Gobierno Vasco o del Gobierno español que no se haya implicado en el desarrollo sostenible. Pese a que son los departamentos de medioambiente los que llevan las riendas, no por ello se olvidan la industria, el transporte, la vivienda, la economía, la educación, etc. Dado que se trata de una línea de trabajo, los programas deben ser adoptados por todos los Departamentos del Gobierno, no sólo por uno, y deben actuar coordinados, sin que se produzcan choques entre sí, de tal forma que el Departamento de Industria, por ejemplo, no piense que el desarrollo sostenible debilita el desarrollo industrial. Debería suceder justamente lo contrario...

A fin de cuentas, el desarrollo sostenible, como su propio nombre indica, consiste en la idea del desarrollo, ¿no es así?

Sí. Alguien ha declarado que el mejor desarrollo es el no-desarrollo. No tiene por qué ser así. Se puede fomentar un desarrollo respetuoso con la naturaleza y con el ser humano. Las tres claves serían precisamente ésas: la naturaleza, la persona y el modo de vida.

¿Habrá entonces que introducir cambios en la industria?

Sí. Habrá que utilizar otro tipo de materiales, gestionar los residuos de otra manera, utilizar otras fuentes de energía... Obviamente, si todo eso cambia, también cambiará el transporte, así como la propia cultura. Empezaremos a pensar de otro modo. Esta línea puede introducir grandes cambios en nuestra cultura, e incluso puede que en la sociedad de bienestar. Cambiarían, sobre todo, las formas de evaluar el bienestar. Los EE.UU. y otros cuantos países llevan ya varios años tratando de buscar la mejor manera de calcular el bienestar. Actualmente, se evalúa en función de conceptos meramente económicos, pero no es una fórmula válida. De nada sirve tener una alta renta per cápita, si cada día tenemos que pasar tres horas en coche yendo y viniendo del trabajo.

La energía puede ser un tema fundamental. Algunas voces recalcan la necesidad de instalar más centrales nucleares...

Sí, hay gente que lo dice, pero la mayoría pensamos que lo que se debe hacer es utilizar correctamente las centrales ya existentes.

Otros abogan por cerrar todas las centrales nucleares...

¿Ahora? Desde el punto de vista medioambiental, seguramente resulta más perjudicial cerrar las existentes, que dejarles seguir trabajando. El tema de la energía enciende muchas alarmas. Debemos dejar un mundo mejor a nuestros hijos, o, cuanto menos, igual. Y la gente dice: “Bien, de acuerdo”. Y hay que reducir las desigualdades sociales. “También eso me parece bien”. Vale, ¿y cuándo empezamos? “Bueno, pues empecemos mañana, cuando a mí ya no me afecte tanto”. No se puede actuar así cuando se trata de un tema como el de la energía. Estamos agotando algunos de los recursos energéticos. El clima está cambiando, y parece ser que la influencia del ser humano en este aspecto es bastante grande, sobre todo por recurrir a combustibles basados en el carbono. De modo que ya es hora de que hagamos algo. Ahora mismo, no mañana.

¿Qué se está haciendo en este sentido?

Hay varios movimientos importantes. Por ejemplo, se han realizado ciclos combinados de mucho menos carbono, y que presentan un rendimiento 40% mejor. Pero, ¿qué pasará después? Dentro de unos años, nos encontraremos ante el mismo problema. Algunos opinan que la situación es crítica, y que tenemos que cambiar de modelo económico, que hoy día es el de la economía del carbono. Bien, pues cambiemos. Dicen otros que tenemos que consumir menos energía. De acuerdo. Pero, a fin de cuentas, lo mejor es fomentar un auténtico desarrollo sostenible, y, si puede servir para alertar un poco a la gente, difundir la idea de que tenemos que empezar cuanto antes. Hace unos pocos años, la Unión Europea, que se ha centrado en promover el Protocolo de Kyoto, abogaba por esta misma postura. Siendo empresario como soy, es un tema que me tiene preocupado, y que me ha ocasionado más de un problema. La UE ha empezado a movilizar la industria, porque tiene capacidad de reaccionar, y porque es capaz de renovarse, de moverse, de atraer a otras esferas. Pero la industria sola no basta; también hay que incidir en el transporte, en la agricultura, en el consumo doméstico, etc. Nuestro objetivo consiste en realizar todo ello en armonía, sin que la industria europea deje por ello de ser competitiva.

¿Qué se puede hacer para cambiar la mentalidad de la gente?

Buena pregunta. Algunos países, como por ejemplo el Reino Unido, han diseñado un excelente programa de desarrollo sostenible, pero han podido comprobar que la sociedad presta menos atención que la esperada. Es uno de los aspectos más difíciles de solucionar: ¿qué hacer para que la sociedad realmente se conciencie? Al final, serán las administraciones públicas las que tengan que liderar este proceso, evidentemente, pero ¿cómo? La administración sigue una determinada línea de comunicación, pero se ha visto que, muchas veces, no llega a convencer.

¿Se ha barajado la posibilidad de implantar políticas restrictivas?

¿De qué tipo?

En los electrodomésticos, por ejemplo, existe toda una gama que va de la A a la G, en función de su consumo energético. ¿Llegará el día en que las leyes acepten únicamente los electrodomésticos del tipo A o B?

Algo así habrá que hacer, aunque poco a poco. Lo más importante es contar con la demanda de la sociedad, y que dentro de esa demanda haya varias alternativas. Y, sí, habrá que aprobar algunas normas. Si luchamos por el desarrollo sostenible, tendremos que ver qué se puede hacer para que el que lucha por esa sostenibilidad no se encuentre en una situación de desventaja a la hora de competir ante quien lanza una oferta más barata pero menos sostenible. Habrá que ir regulando ese tipo de situaciones, aunque la decisión final estará en manos del consumidor, que no va a estar dispuesto a adquirir productos no sostenibles. De todos modos, todo esto necesitará su tiempo. Y, obviamente, habrá que adoptar políticas restrictivas. Si se aplica un sistema aceptado por la sociedad en general, habrá que sancionar a quienes actúan en contra del mismo, al igual que sucede en otras esferas de la vida: el que comete un homicidio es castigado. Es un tema complejo, en el que prácticamente nos acabamos de iniciar. Llevamos pocos años, y habrá que ver cómo evolucionan las cosas. Se debe producir un cambio cultural. Europa, en estos momentos, está tratando de instruir sobre este tema. En Lisboa se preguntaban cómo encauzar el desarrollo sostenible. No se debe apostar por la competitividad, sino por la sociedad del conocimiento. Si queremos ser competitivos y sostenibles al mismo tiempo, tendremos que aprender a gestionar el conocimiento. No todos se muestran de acuerdo, especialmente los que creen que el desarrollo sostenible no se potencia cuanto es debido, pero, a largo plazo, si Europa no gestiona su conocimiento, va a quedar fuera de juego.

¿Nos hemos enterado demasiado tarde?

Es difícil saberlo. Hay que tener en cuenta que, durante los últimos 25 años, se han producido grandes cambios en Europa en general y en España en particular. Y aún más en Euskadi. En 1983 atravesamos una grave crisis, motivada en parte por nuestros propios errores, ya que nuestra industria quedó envejecida. La tasa de paro llegó en determinados momentos hasta un 25%, cuando en estos momentos ronda, según creo, el 7,9%. Se ha producido un cambio enorme. ¿Que podíamos haber hecho más cosas? No resulta tan fácil. Pero también se ha avanzado significativamente en el ámbito del medioambiente. Ahí tenemos el caso de la ría de Bilbao. En general, todos los ríos de Euskadi han mejorado, así como la costa y las playas, aunque algunos se siguen quejando. En cualquier caso, el cambio ha sido radical. Estamos saneando todo el patrimonio de aire y suelo contaminado, a través de vertederos, de la gestión de residuos urbanos, del reciclaje, etc. Hemos avanzado hacia el desarrollo sostenible, aunque se ha progresado en menor medida en cuanto al consumo de energía en los transportes. Andamos muy atrasados en ese ámbito, y también en el uso del suelo.

¿Hay muchas diferencias entre unas y otras comarcas de Euskal Herria? Sí. Cada territorio tiene sus propias características, y el desarrollo sostenible debe amoldarse a ellas, dentro de unas políticas unitarias. Algunos consideran necesario aplicar una sólida política gubernamental, ya que si cada Diputación trabaja por su cuenta resultará muy difícil obtener resultados satisfactorios. Yo, sin embargo, considero que las Diputaciones debieran gestionar prácticamente todos los ámbitos, porque cada territorio presenta sus peculiaridades. Habrá que buscar la forma de coordinarse, lo cual no es fácil. Pero, afortunadamente, ya hemos empezado a pensar en todo ello, que es lo que se debe hacer. Eusko Ikaskuntza no pretende aleccionar a nadie, sino recoger el pensamiento de la sociedad vasca. Realizaremos una serie de reflexiones y mostraremos los resultados a la sociedad, y será ella la que decida tenerlas en cuenta o no. Nicolás Gaminde Alix (Zaragoza, 1941) Noveno de nuevo hermanos e hijo de una familia bilbaína, Nicolás Gaminde nació en Zaragoza por pura casualidad. “Mi familia se encontraba allí en el momento de mi nacimiento. Soy el único en mi familia que ha nacido en Zaragoza, y mis hermanos no dejan de tomarme el pelo por ello”. Estudió Ingeniería Industrial en Bilbao, y, sin llegar a terminar la carrera, empezó a trabajar en Cementos Lemona, donde lleva toda su vida. Tras pasar por varios puestos de trabajo en la empresa, finalmente fue nombrado director general, cargo que actualmente sigue ocupando. Su relación con los temas medioambientales proviene de “diseñar estrategias para no dañar el medioambiente en Cementos Lemona”. Es uno de los fundadores de la corporación tecnológica Tecnalia, cuya presidencia ostentó durante un tiempo. En la actualidad es vicepresidente de Labein-Tecnalia, de Aclima (Asociación Cluster de Industrias de Medio Ambiente de Euskadi) y de ISR (Instituto para la Sostenibilidad de los Recursos).
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