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Sandra Cid Sillero / Doctora en Psicología Educativa y Psicodidáctica. Especialista en Neuropsicología Educativa. Pedagoga y Maestra

2020/04/01

Sandra Cid Sillero / Doctora en Psicología Educativa y Psicodidáctica. Especialista en Neuropsicología Educativa. Pedagoga y Maestra

Actualmente, en los congresos más importantes sobre pensamiento, psicología y educación a nivel mundial, como el ICOT, se abordan reflexiones que relacionan aprendizaje y cerebro. La neurociencia empieza a ganar espacio en el ámbito educativo y los estudios procedentes de dicha ciencia están arrojando luz al proceso de aprendizaje humano. Uno de los medios científicos de impacto en este ámbito como es la Revista de Psicodidáctica, se hace eco de ello a través de sus artículos sobre la influencia de las emociones y las habilidades cognitivas en el rendimiento académico. Además, reconocidos autores vascos con proyección internacional como Javier Tirapu o Begoña Ibarrola, llevan tiempo trabajando en esta línea. La inteligencia humana, la artificial y el transhumanismo, ya son una realidad de la que se habla e investiga en el campo de la psicología y la educación (Torrealba, M; Navas, J.A. y Lara, N., 2018) y, a través de la transdisciplinariedad, se está logrando el acercamiento e integración de diferentes disciplinas para mejorar la condición humana, optimizando aptitudes, permitiendo una mejor adaptación al futuro y tratando de trascender ciertos límites inherentes al ser humano. No obstante, la mejor respuesta de un sistema educativo a la sociedad es su capacidad para improvisar, saber adaptarse y responder de forma eficiente a la realidad que nos toca vivir, así que estar al servicio de la innovación educativa garantizará una respuesta más rápida y adecuada a los hitos que en materia educativa estén por llegar.  

Así pues, la Euskal Herria del siglo XXI necesita un sistema educativo capaz de velar por que su alumnado tenga la posibilidad de desarrollar su potencial y proyectarlo al mundo. Educarles “en” y “para” el cambio, educarles en el “ahora” y concienciarles para el “mañana”, porque esa será la única constante en sus vidas, porque un sistema no es algo aislado y estático, sino algo dinámico en el que influyen múltiples variables como acertadamente explican conferenciantes como Mar Romera, Borja Vilaseca o Inma Puig, entre otr@s…

Mientras tanto, y poniendo el foco de atención en el modelo que impera en nuestras aulas “hoy”, cabe destacar que para que un sistema tenga éxito todas las variables que confluyen en él deben guardar cierto equilibrio, por ello, cada agente implicado debe asumir su parte de responsabilidad. Me detendré en los cinco principales: el sistema educativo, las familias, las instituciones y empresas, l@s profesionales del ámbito educativo y la comunidad.

El sistema educativo

Diagnóstico. Identificación y diagnóstico precoz de dificultades de aprendizaje o problemas de desarrollo. Las dificultades evaluadas y trabajadas antes de los 6-7 años tienen mayores probabilidades de ser superadas.

Recursos. Economizar recursos activando o coordinando servicios, apoyos, etc., que ya existen pero que trabajan de forma aislada.

Evaluación. Diseñar sistemas de evaluación objetivos, justos, verificables y contras con el compromiso de establecer mejoras a corto plazo en aquellos aspectos donde se manifiestan debilidades o dificultades.

Información. Tener informadas a las familias en todo lo relativo a sus hijos (progreso, recursos disponibles…).

Las familias

Tiempo. Aumentar la implicación de las familias en la educación de sus hij@s. Saber, conocer, preguntar, dedicarles tiempo, escucharles, participar en las formaciones y rees que organizan los centros.

Confianza. Confianza en los profesionales, en sus métodos, en sus normas. No cuestionar constantemente la labor docente, hacer propuestas y críticas constructivas.

Autonomía. Erradicar la sobreprotección. Dar espacio y tiempo a l@s hij@s para que solucionen sus propios problemas. No ser alarmistas, no ser impulsivos. Dejar que l@s jóvenes se enfrenten a situaciones complejas y desagradables permitiendo así que desarrollen competencias para la vida.

Las instituciones y empresas

Comunicación. Trasladar al sistema educativo las necesidades que presenta el sistema socio-económico, el perfil profesional que buscan, las competencias que van a ser requeridas.

Prácticas. Cada vez es más difícil encontrar empresas que acojan a alumnado en prácticas. Brindar la oportunidad.

Oportunidades. Ofrecer alternativas y oportunidades de crecimiento personal y profesional en el entorno. Crear redes, intercambiar conocimiento, información, colaborar.

Profesionales que trabajan en el sistema educativo

Valores. Promover una educación en valores real: la superación personal por encima de la competitividad, la capacidad de empatizar por encima del egoísmo, la justicia frente al miedo.

Referentes positivos. Que las personas que trabajan en este ámbito sean  ejemplares, admirables, con aspiraciones, capaces de ganarse el respeto de las demás y de aportar o contribuir positivamente en la sociedad.

La comunidad

Convivencia. Promover actitudes de respeto y cordialidad entre vecin@s de todas las edades y en cualquier lugar. Fomentar el sentimiento de pertenencia. Respeto por la diversidad y la diferencia de opiniones. Potenciar la cultura participativa.

Ciudadanos. Implicar y responsabilizar a las personas de lo que ocurre en su entorno. Contar con su palabra en la toma de decisiones y en el desarrollo de iniciativas y proyectos.

En definitiva, la Euskal Herria del siglo XXI necesita un sistema educativo renovado, fresco, capaz de generar, retener y proyectar talento al mundo para así crear valor social en su entorno y contribuir a crear y mantener una sociedad próspera. Porque centrarse en el “ahora” no implica renunciar al “mañana”, sino afianzar las bases para poder construir un sistema más sólido y capaz de afrontar nuevos desafíos.


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